Los berries solían ser frutas poco conocidas y con disponibilidad limitada durante veranos muy cortos. Hoy, la realidad indica que el mercado de los berries es una industria global, versátil y abierta los 365 días del año. En la Araucanía, frutillas, frambuesas, arándanos, murtilla, moras y maqui se producen y recolectan desde noviembre a marzo en temporada estival. Han pasado a formar parte no sólo de la dieta de los consumidores del mundo, sino también de la cultura frutícola y gastronómica de nuestra región.
Por lo general, son frutas de colores brillantes, de sabores agridulces y siempre deseables en una dieta saludable. Previenen enfermedades relacionadas con mutaciones, tumores malignos, daños en la retina, el hígado, el sistema nervioso o disfunciones en la memoria. Son un aporte terapéutico, por contener sustancias beneficiosas cuyos efectos son de tipo antioxidante, antiinflamatorio y anticancerígeno. De esta manera, enfermedades como el cáncer y los males de Alzheimer y Parkinson -asociados a estrés oxidativo e inflamación de ciertos tejidos- podrían ser prevenidas. Además, son bajos en calorías, contienen mucha fibra, poseen altos niveles de vitamina C y cero de colesterol. Más que cualquier otro tipo de alimentos, los berries poseen un halo de salud, cuyo brillo aumenta con el flujo constante de noticias sobre sus beneficios, reportados por la comunidad científica internacional y los medios de comunicación que transmiten historias reales, sencillas y positivas, que ya forman parte del estilo de vida de personas que se alimentan sanamente. Por estas razones, durante las últimas dos décadas, el interés por los berries se ha incrementado, tanto en producción como en consumo, principalmente en Norteamérica, Europa y Asia, cuyas clases medias ven aumentado su nivel de ingresos y experimentan cambios de hábitos alimenticios.
El incremento en la producción y calidad tiene directa relación con las tecnologías que se han ido incorporando año a año por parte de los productores. En tal sentido, Inia Carillanca, a través de su Plataforma Frutícola, trabaja muy de cerca con los productores de berries del sur de Chile, desarrollando y transfiriendo herramientas que permiten no sólo producir más arándanos y frambuesas a menor costo, sino también optimizar las tecnologías de postcosecha que influyen en la calidad, condición y propiedades organolépticas de la fruta, y ser conservadas luego de largos viajes a destino. Una situación impensada, pues hoy existe fruta que se mantiene inalterada en calidad hasta por períodos de 50 días, desde la cosecha hasta la boca del consumidor final.
Abel González,
Inia Carillanca