Expertos afirman que recuperación de China Muerta puede durar siglos
Efectos. La acción del fuego en la reserva natural puede tener devastadoras consecuencias en la flora, fauna y el suelo. Conaf planea regenerar araucarias a través de especies quemadas.
Un incendio de grandes proporciones como el que afecta a la reserva natural China Muerta y al parque Conguillío en Melipeuco golpean duramente a la comunidad y dejan huellas indelebles tanto en la memoria colectiva como en la misma naturaleza.
Los efectos que el fuego provoca pueden llegar a ser devastadores, no solo para la flora, como es evidente, sino que también para la fauna y para los suelos. Así lo corroboran diversos expertos de la Región en las áreas del medioambiente y recursos naturales.
Los profesionales estiman que tras un siniestro de esta magnitud, dependiendo de la intensidad de las llamas, puede recuperarse, pero tal proceso puede tomar siglos.
"Para volver ahora a tener bosques como el que actualmente tenemos, sin duda que deben pasar varios siglos. Podemos hablar de 400, 500 años en las partes más bajas y sobre 1.000 años en las partes más altas", indica Mario Romero, ingeniero forestal y académico de la Universidad Católica de Temuco (UCT).
Flora y fauna
Y es que tales sectores acogen una rica cantidad y diversidad de especies como coigües, lengas, ñirres, raulíes, praderas altoandinas y centenarias araucarias quedaron expuestas al poder destructivo de las llamas. Esta nutrida gama de vida herbórea también implica una gran extensión de terreno, factores que también influyen en el grado y tiempo de rehabilitación de sus suelos.
El fuego también altera la vida animal en el lugar, ya sea por acción indirecta -es decir el reconocer que ni China Muerta ni el Parque Conguillío son el hábitat apropiado para ellos- o por acción directa -la muerte-.
Lo grave de esta situación es que también llega a afectar a animales en problemas de conservación. "Están en categoría roja a nivel país, por ejemplo, el pudú, la huiña (tipo de leopardo) o el pájaro carpintero", detalla Alejandro Espinoza, académico del Departamento de Ciencias Forestales de la Universidad de La Frontera.
Espinoza también detalla que otro efecto del incendio es el de la modificación de los suelos. Esto, porque al quemarse los recursos florales, el suelo queda desierto. "Al desaparecer la vegetación, el suelo queda desnudo o a la acción inclemente del viento y de las lluvias. El suelo tiene pendientes, eso quiere decir que se puede perder suelo por erosión", explicó el experto.
Es importante agregar que la llegada del otoño y posteriormente del invierno, lejos de beneficiar el terreno, puede causar un daño aún mayor por efecto de las heladas y las lluvias. Esto, porque al estar el suelo desprotegido, el agua caída puede generar aún más erosión.
A su vez, casi como una reacción en cadena, todas estas aguas, mezcladas con los restos del incendio, se van propagando a cauces cercanos, lo que puede causar un último efecto devastador: la muerte de peces.
La suma de todos estos factores puede dejar un daño ecológico irreparable, tal como lo recalca el doctor en Ciencias Ambientales de la UCT, Fernando Peña. "Un incendio de esta magnitud alcanza temperaturas muy significativas que hacen que toda la flora y la fauna que está asociada al área prácticamente desaparezca", indica, agregando que el daño en los sistemas hídricos puede extenderse al menos hacia los próximos 5 años. "Vamos a necesitar que se rehabilite todo lo que es la estructura herbácea y arbórea del área para que se puedan cubrir los suelos, y esto mitigue el proceso de erosión, que es muy intenso", agregó Peña.
Por ello, la mano del hombre puede ayudar a intervenir para evitar un perjuicio mayor y acelerar los procesos de recuperación de los suelos. "Se puede intentar paliar en parte el problema de la erosión haciendo barreras mecánicas a través de diques, por ejemplo", aporta el experto Alejandro Espinoza.
Protección cuestionada
La cantidad de hectáreas quemadas y la extensión del siniestro en el tiempo en un importante lugar natural del país abre la interrogante sobre si funcionaron con éxito los mecanismos de protección de estas áreas.
"Conaf tiene (regularmente) un guardaparque en el área (de China Muerta), pero la presencia de un guardaparque para nueve mil hectáreas parece ser insuficiente para controlar efectivamente situaciones como esta", critica Alejandro Espinoza. Según él, debió sumarse la cantidad de este personal para evitar que la gente deje fogatas prendidas, que es la teoría que se maneja sobre el inicio del fuego.
El doctor en Ciencias Ambientales Fernando Peña, recuerda que la Reserva Forestal China Muerta es un espacio de ámbito mundial, ya que se trata de un espacio de alta naturalidad y que se encuentra en muy pocos territorios. En este sentido, opina que "falta comprensión de la extensión de ecosistemas relevantes y frágiles que tenemos en la Región. Luego nos faltan instrumentos que nos permitan conservar y manejar mejor este espacio".
Patricio Pacheco, quien es director de la carrera de Ingeniería en Recursos Naturales de la Ufro, cree que falta la cultura y educación para comprender la relevancia que significa tener espacios naturales que deben ser protegidos. "Si no tenemos una conducta de conservación y de respeto por el medioambiente van a seguir pasando estos eventos", comenta Pacheco.
Conaf
El director ejecutivo de Conaf a nivel nacional, Aarón Cavieres, dice estar consciente del daño que el fuego causó en la población de araucarias de China Muerta y Conguillío.
Por ello, develó sus planes de reforestar esta especie aplicando técnicas avanzadas, con la ayuda de los árboles que ya están quemados.
La idea es utilizar material genético de la misma área de las araucarias quemadas, a través de los piñones, según lo que Cavieres detalló a los medios nacionales. "La facilidad que tenemos es que la araucaria se genera con mucha facilidad, y que los sectores son muy resistentes al fuego, la dificultad es que son zonas con mucha pendiente que quedan muy distantes", dijo el director de Conaf.
500 años puede demorar un bosque en volver a formarse tal como lo conocemos, solo en la parte baja.