La fascinante misteriosa historia musical de Connie Converse
Legado. Pese a que la cantante careció de éxito en su tiempo, hoy su voz conmueve en temas remasterizados y documentales.
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Felizmente la música siempre depara sorpresas y hallazgos, rescates que se agradecen y conmueven, además, por lo irremediablemente tardíos que llegan.
De vez en cuando sabemos de algún músico que gracias al azar y al esfuerzo de cercanos llega a ser conocido en su talento: la alemana Sibylle Baier y las inglesas Vashti Bunyan y Nora Drake, madre del cantante Nick Drake, son algunos casos, a los que se suma el de la estadounidense Connie Converse, una temprana cantautora que en los años cincuenta compuso un puñado de dulces y tristes canciones que en su tiempo nunca tuvieron éxito.
GREENWICH VILLAGE
Elizabeth Converse -lo de Connie fue el nombre que escogió cuando se mudó a Nueva York- era hija de una familia bautista bastante severa que recibió su anuncio de dejar la universidad en su natal New Hampshire como un balde de agua fría.
En 1949, a los 25 años, se instaló junto a su guitarra tras una carrera musical en el distrito bohemio de Nueva York, en el Greenwich Village que por esos días congregaba a los primeros cantantes de folk urbano, los beatniks y sus performances.
Sus letras son a veces juguetonas, divertidas y algo oníricas. Le canta a la soledad, a la gente que frecuenta bares al atardecer, habla de la promiscuidad y del rol de la mujer en sus días. Es una de las primeras en aventurarse en temas íntimos, vulnerables, con letras bastante confesionales donde ya late una postura feminista de feroz independencia y sexualidad sin ataduras. Una vertiente del canto femenino que prefigura a exponentes como Joni Mitchell y Sinead O'Connor.
Estuvo doce años tratando de construir una carrera, pero lo más cerca que estuvo de la masividad fue cuando en 1954 se presentó en la televisión, en el show de Walter Cronkite "The Morning Show".
Por esos días también dejó registro de sus canciones en un improvisado estudio de grabación: la cocina de su amigo Gene Deitch, ilustrador y dibujante de comics que se dedicaba de manera amateur a grabar a sus amigos; así lo había hecho con el cantante folk Pete Seeger y el bluesman John Lee Hooker.
En las grabaciones que se pueden escuchar en YouTube y Bandcamp, junto a su voz se cuelan conversaciones, risas, toses y el maullido de un gato, testigo de esas jornadas que fueron remasterizadas en 2009 por el pequeño sello Squirrel Thing Recordings.
RESCATE
El rescate comenzó en 2004, cuando el DJ neoyorkino David Garland puso al aire en su programa radial las viejas grabaciones que tenía Gene Deitch, y fue tal el interés entre los auditores que en 2009 hizo un documental radial llamado "Walking in the Dark".
Posteriormente se abocó al trabajo de tomar cada una de las grabaciones caseras y hacer con ellas un disco que se llamó como una de sus canciones "How Sad, How Lovely". De esta forma, sesenta años después de haber hecho estas grabaciones, su voz finalmente pudo ser escuchada.