Anita Huellilén
Si Anita fuera importante, hace rato habría terminado el conflicto mapuche. Ella es sólo una buena persona que casi no tuvo educación. Apenas lee y escribe, pero basta mirarla para quererla. Quienes han tenido la fortuna de vivir con ella durante más de treinta años, es un privilegio considerarla parte de la familia. Ella comparte su cosmovisión ancestral de amar la tierra, en estos tiempos de sequía casi total, incluso ideológica.
-Tu tiene que tomar madera de sauco, p'al reflujo -, recomienda a su viejo patrón, al que ha tuteado siempre. Lo mismo que a su esposa, hijos y nietos. Anita se impone con sus recetas sencillas y naturales. - Tómatela con fe - dice al ofrecer la pócima. Recién llegados a La Araucanía los invitó a un guillatún en Quintrilpe. Y nadie se opuso cuando llegó con esa familia winka, porque consideró oportuno que "los de allá" y "los de acá" se conocieran. Ella convence con una sonrisa franca, que invita y acoge sin aspavientos.
Cuando fueron a su casa en Quintrilpe, la patrona se atravesó con un perrito guardián, que le mordió una pantorrilla. -No le gustan los pantalones en las mujeres - explica Anita, frotando el mordisco con un trapito empapado en parafina. Habría sido poco fino negarse a ese bálsamo tan perruno. En fin, se podría escribir un libro con anécdotas de Anita, que hace tiempo se sienta a la mesa junto con sus patrones y familiares.
Por lo mismo ellos se han acostumbrado también a su sintonía de prédicas evangélicas y canciones mexicanas. Además nunca le ha faltado plata en su cartera y es soporte en Quintrilpe, incluyendo la pequeña capilla levantada en el predio familiar. Anita confirma la encuesta realizada por Fundación Aitué, sobre las preferencias de educación, trabajo y capacitación; que priorizan muchos mapuches, por sobre la entrega de tierras. Y por más que se descarguen las tintas estatales, la pobreza en sectores indígenas de La Araucanía sigue siendo alta.
Benjamín Vogel