La universidad política
La semana pasada fue interesante a nivel regional por la breve discusión que se dio ante la propuesta del rector Sergio Bravo, de la Universidad de La Frontera, quien señaló en este diario que la universidad "debe vincularse con sus territorios". Quiero detenerme en esto, pues es interesante para los ciudadanos. En primer lugar, no cabe duda que los centros universitarios deben estar vinculados al quehacer de su región. La universidad pública, en este sentido, debería ser un lugar de encuentro, pero para que esto suceda (o llegue a ocurrir) deben replantearse algunas cuestiones.
Lo primero que debemos romper son algunos mitos profundamente arraigados. El más importante de ellos es que la universidad no es política. Para esta visión, los académicos "deberían" ser sujetos asépticos, verdaderos técnicos de transmisión de información. Muy por el contrario, hay que (re) politizar la universidad. Con esto no quiero decir que todo/as debamos volvernos militantes de partidos políticos. No. La universidad es política en la medida que tiene algo que proponer y algo que decir para la construcción del espacio público. El problema es que hemos transitado por un largo proceso de gerenciamiento de las universidad. El mejor rector, el mejor decano, es quien administra bien los recursos de los cuales dispone la institución. El problema es que hoy se requiere algo más. Lo vemos con toda claridad cuando nos preguntamos: ¿Cuál es la función de la universidad?
La universidad no debe pedir espacios, debe tomárselos. En este aspecto, si bien estoy de acuerdo con el rector, al menos como fue presentado en su entrevista, me parece pidiendo algo que la universidad ya debería tener. La universidad pública es política en la medida que en su interior convergen miradas distintas, posiciones ideológicas diversas y muchas veces antagónicas, miradas políticas de los estudiantes, de los funcionarios, etc. En esta medida, todos sus estamentos tienen algo que decir y aportar para la construcción de entorno; tanto universitario como regional. Cuando comencé a publicar estas columnas la gente me preguntaba por qué lo hacía. Es mejor estar calladito en la oficina. Lo hago porque creo que los académicos tenemos algo que decir "públicamente" y no sólo en nuestras reuniones privadas. Hay que mostrar la universidad y quitar los cercos mentales que nos separan de la comunidad. No somos dioses en el olimpo.
Por último, conozco tantos casos de colegas y/o grupos de colegas que aportan significativamente a su entorno social que no alcanzaría esta columna para nombrarla/os a todo/as. Pero -en honor a la verdad- pienso también en tanto colega que mistificando su quehacer científico saca lo que puede de comunidades indígenas y no aportan más que a su propio CV. En esto soy tajante, hay que crear un tipo de relación más honesta con la comunidad.
Luis Nitrihual, académico