Codicia y corrupción
Resulta comprensible el profundo malestar que existe en la Región, por el modo en que en ocasiones se ha llevado la compra de tierras, dejando un manto de dudas sobre la transparencia del proceso, la legitimidad de los favorecidos, y posibles intereses económicos involucrados. Preocupan acciones respecto de algunos funcionarios públicos, aquí y en el país, cuestionados por la falta de claridad en el manejo de fondos públicos. La grave situación de colusión de farmacias, grandes tiendas como La Polar, la penosa situación por presuntos ilícitos de parte del mundo político y empresarial, sus consecuencias en el Gobierno. Si se observa hacia fuera, los escándalos del narcotráfico, los de la empresa petrolera en Brasil, la FIFA…etc. No se puede olvidar, que el pecado de la avaricia junto al de la usura y al de la codicia, entran plenamente en el Décimo Mandamiento de Ley de Dios que dice: No codiciar los bienes ajenos. Y está encadenada a muchos vicios, por ejemplo: La codicia, la usura, la ambición desmedida, la lujuria, la gula, la deslealtad, el soborno, la traición, la estafa, el robo, la violencia, el engaño, la simonía, la corrupción, la tacañería, el egoísmo, la mezquindad, la avidez, etc. Por lo que los padres tienen que enseñar a sus hijos, primero con el ejemplo y después con instrucciones claras y concretas, sobre la relación que tiene la avaricia con el resto de los pecados capitales. La frontera del conocimiento, tiene que ser traspasada para entender bien y separar lo que es el pecado de la avaricia, con las virtudes y valores humanos de la humildad, la prudencia, la previsión, la frugalidad, la moderación, el ahorro, la previsión, la buena administración, las limitaciones, la generosidad, el altruismo y la filantropía, que son el hábito de dar o atender a los demás con tiempo, dinero o talento sin esperar a recibir nada a cambio. El mundo consumista e individualista de hoy, va contra lo políticamente correcto, que es gastar, consumir, aparentar, derrochar y despilfarrar hasta que duela. A través de la avaricia, los bienes materiales pueden convertirse en una obsesión y corromper las voluntades y las conciencias, si se olvida que son medios y se convierten en fines, pudiendo convertirse en obsesiones dañinas y destructoras, convirtiendo al avaro y codicioso en un esclavo que trabaja, lucha y sufre, exclusivamente por el ansia de aumentar continuamente sus posesiones, incapaz de ver la necesidad y el dolor de los otros. ¿No debería este ámbito de formación humana y moral, formar parte de la educación cívica que nuevamente se desea integrar en el curriculum escolar?
Héctor Vargas Bastidas,