De exilios y migraciones
Me toca presentar un libro de un colega amigo que vive en Argentina. El libro se llama Exilio Dorado y se compone de artículos y crónicas hechas por el autor en su estadía en el país vecino. Todo mediado por un periodismo cultural de alto nivel, como suele ser en Argentina. El libro me incomoda, en parte, porque su eje es la comparecencia de autores de allá y de acá, la mayoría son cercanos y contemporáneos; y a mí los escritores como personajes no me son del todo gratos. Soy fóbico con el tema, prefiero hablar de estrategias de obra y no de autores, me agotan los escritores, porque están obligados a decir cosas inteligentes o de sorprender con frases broncíneas. Uno de los ejes centrales del texto es la cuestión migratoria, la del sujeto que cambia de país y de cómo cambia el modo de ver el mundo, incluido el extrañamiento. Pero el efecto Borges sigue siendo clave y omnipresente en todos los escritores, al menos para los latinoamericanos; algo parecido comienza a ocurrir con el efecto Bolaño en las nuevas generaciones; se trata de referentes marcadores que producen un quiebre epistemológico en el ordenamiento literario y el canon. Mi colega que escribe el libro se llama Gonzalo León, de origen porteño, de Valpo. Y da la sensación de que se "exilió" literariamente porque Borges es argentino y porque allá se produce mucho mejor literatura que acá. Estamos hablando de narrativa, porque el sentido común dice que aquí se ha producido buena poesía. Lo que es claro es que el campo literario o la escena cultural, en general, tiene una fuerza y una riqueza muy potente en Argentina. Nunca me había detenido, seriamente, a pensar en escritores argentinos y chilenos, y latinoamericanos. Y menos en la construcción de eso que llaman canon, que son operaciones no necesariamente razonadas y coherentes, y no siempre conspirativas, aunque también se da con frecuencia, y harto azar dirigido, que suele definir acontecimientos literarios complejos. Quizás un Neruda o un Zurita tiene lugar en la medida en que hay un correlato histórico político y una institucionalización que los necesita como relevos y los registra como tal. El libro de mi amigo me exigió pensar el tema, me gustó por eso; pero me cargó porque me obliga a posicionarme, a tener conciencia de lugar, del espacio que hay que ocupar, de lo contrario alguien se hace de él, generalmente un otro indeseable. Insisto, no me gustan los escritores, prefiero las obras. Lo que me queda claro es que nunca antes había habido entre Argentina y Chile una comunicación tan fluida entre artistas de uno y otro lado, y eso mi amigo lo pone en evidencia. Pero en el fondo el libro es una o varias crónicas de cómo vivir en un lugar, concretamente en Buenos Aires, y de cómo no vivir en Chile. Siempre he querido vivir fuera y nunca me atreví a salir. A lo más me he cambiado de provincia. La literatura es siempre viaje territorial al interior del lenguaje. Siempre hay que estar desplazándose, haciendo viajes reales e imaginarios, como el que hace mi amigo y colega, y en ese paseo hace informes de lectura de lo que ve, de las conversaciones, de las disputas, del mundo editorial, y de quién es quién en eso que la sociología cultural llama campo literario. Nombres (o apellidos) como Perlongher, Lamborghini, Aira, Gambarota o Fogwill, aparecen con mucha dedicatoria profusión, y son colegas y vecinos clave en la construcción de imágenes de esta parte del mundo.
pueblos abandonados
POR Marcelo Mellado*