Formatos narrativos y educación
La literatura como informe de lectura. Esta es una tesis que me ha acompañado a lo largo de mi práctica escritural (no quiero decir literaria). Recuerdo que alguna vez siendo profesor se me ocurrió decirles a mis alumnos, para estimularlos a leer, que debían hacerlo para que no los engañaran con la letra chica en diferentes textos que iban a determinar su existencia, ya fueran contratos, cartas de amor u otras cosas, que había que leer como parte de la astucia sobrevivencial; eran chicos carenciados, de esos que las instituciones que los administran (ministerio de educación, Sename, municipalidad, etc.) llaman en riesgo social. Ese argumento conspirativo les pareció válido, porque frente a los otros solían responder con algo de soberbia: "No me gusta leer". A esa capacidad lectora había que agregarle otra de inmediato, que era la capacidad para dar cuenta de la misma, de ahí surgía el binomio lecto-escritura. Quedé conforme con mi seudo discurso pedagógico, porque era funcionalmente legítimo y verosímil, incluso pude hacer una planificación que dejó conforme a la vieja de UTP de entonces (Unidad Técnico Pedagógica). La estrategia pedagógica todavía la estoy evaluando. Dentro de la planificación de esa unidad, como le dicen los profes, estaba entonces la producción de informes, que era el gran paradigma o modelo que yo quería inculcarles. Ese informe podía tener varias aristas, que iban desde el típico informe de trabajo de lectura o de acontecimientos. Como todos eran peloteros les recordé a mis alumnos los informes del árbitro en los partidos calientes, y también los de corte policial, mundo que les era cercano. La clave de todos ellos era que cualquiera de esos escritos, con un leve giro o torsión, podían terminar siendo textos literarios. El trabajo, ojo, debía incorporar las nuevas grafías que vienen de la impronta tecnológica ad usum, mensajes de texto en celulares, facebook, etc., y también el graffiti y la jerga rapero canera. Por esa zona de la modernidad actual (o posmodernidad tardía) se cuelan los relatos y los nuevos modelos de la ficción. Dicho así todo esto puede sonar razonable y realizable, es decir, con logros verificables, pero se necesita un sistema educativo que esté en sintonía, y es probable que eso esté empezando a ocurrir, en el sentido que hay disposición para ir desarrollando nuevas tácticas educativas.
Hace poco, como trabajador del texto, me tocó asesorar, algo que todavía está en desarrollo, una nueva arista de mi tesis inicial con otro liceo de esos que llaman vulnerable. Se trataba de indagar en nuevos dispositivos narrativos. A la actividad le llamamos "salida de campo". Era un curso mixto que haría realizar un tour por una ciudad patrimonial, y debían utilizar su celular, que es el instrumento fundamental con que hacen sociabilidad, como dispositivo de registro; en el fondo, debían contar una historia a partir de las imágenes, ya sea con fotografías o con videos, capturadas con su teléfono móvil. Es decir, ese aparatito que muchas veces es un dolor de cabeza para los profes, debía ser usado como formato narrativo. Para eso necesitábamos la asesoría de artistas y profesores en teoría de la imagen y aprovechar el conocimiento que ellos tienen de esa mediación tecnológica. Estamos en pleno trabajo y los alumnos están en procesos de edición de ese material. En concreto, desplazamos el registro alfabético a la cuestión audiovisual, buscando otros formatos para la ficción. Y esto gracias a la democratización de la tecnología.
POR Marcelo Mellado*