P rolifera la oferta de talleres literarios. Se supone que los escritores "de verdad" debieran hacer uno para promover su impronta o dejar huellas. He hecho algunos y no sé si han funcionado, pero sí hice buenos amigo(a)s. Al parecer algunas personas buscan "aprender" a escribir, que es la actitud de sentido común que predomina, que sobreestima a los autores (escritores) por considerarlos dotados de cierta superioridad imaginativo-creativa. Inclusive se los endiosa, por culpa de las concepciones románticas de la literatura. Otros usuarios tienen proyectos de obra muy claros y sólo quieren informes de lectura. Todo eso se da en una relación de jerarquía proferal.
Ahora, eso que llaman la relación maestro discípulo es algo que siempre me ha llamado la atención, porque tiene una larga historia desde la primera modernidad. El tema del oficio, enseñarlo y promover modelos de trabajo. Las vanguardias literarias fueron escuelas con seguidores y maestros que a veces fueron gurúes, como Tolstoi. En Chile hubo una colonia tolstoiana célebre, a pesar de los chascarros operativos. Hoy hay camarillas mafiosas que siguen un instinto institucional y cuyo objetivo es legitimar una obra posible; éstas no logran formalizar sistemas de producción de obra, con propuestas válidas, culturalmente; incluso en el mundo académico literario ocurre esto, paradojalmente. Por otro lado, están los escritores (poetas) olímpicos que hacen talleres en el contexto de centros culturales de tipo municipal o institucional, algo cercano a la cultura como servicio público.
No tengo claro si uno puede "enseñar a escribir", lo que sí ocurre es que existe una capacidad y voluntad de relato que puede desarrollarse y que eso es muy útil, no sólo para el profesional de las letras, sino para cualquiera. Hacer teatro o coro es bueno para todos, porque si es una buena experiencia uno aprende a trabajar en equipo y muchas cosas más asociadas. Recuerdo que una hermanita que se dedica a la danza me convenció para que yo hiciera un taller de danza con ella, cuestión que me cambió la vida (y yo no me iba a convertir en bailarín). Lo que pasa es que a través de la danza comprendí cosas fundamentales para mi trabajo de escritura, como aquellas relativas a conocer cuestiones clave de la corporalidad, ya sea a nivel kinésico, como de desplazamiento y de conciencia corporal.
Escribir puede ser, en este registro, una estrategia epistemológica o un instrumento del viejo y nunca bien ponderado "conócete a ti mismo", y al mundo, por cierto. Un operador debe descubrir en uno y en un discípulo posible una hebra, una rendija, un detalle por donde desplegar el cuerpo de uno en el lenguaje, que es una definición práctica de escritura. Hacer informes de lectura, mirar, observar, describir, construir personajes, composición anecdótica y acontecimiento, etc. Experiencias con las que opera el viejo oficio de la escritura. Lo que no hay que olvidar es la sabiduría de Genoviéve Patte, gran promotora de la lectura, que insiste en reiterar que nadie se resiste al goce de una buena historia.
pueblos abandonados
POR Marcelo Mellado*
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .