La Feria Pinto: el corazón multicolor de Temuco que cobija a los sabores sureños
CIUDAD. El florido sector es un sitio emblemático del Temuco más antiguo. Ahí el comercio fluye con la pasión de lo que en cada madrugada resucita como el sol.
Don Luis Gerter lleva casi 40 años trabajando en el sector de Feria Pinto de Temuco. Pero los últimos 10 los ha hecho en el rubro del ají merkén, producto que vende en su local "Onde Luchito", el N° 141 de los casi 600 con que en total cuenta el recinto erigido en 1945: "El merkén no es otra cosa que ají cacho de cabra bien maduro y molido, eso no' más, y al que usted después si quiere le echa sal, cilantro o lo que quiera. Yo manejo cuatro variedades -ahumado, natural, tostado y mapuche-, pero con los agregados -incluso hasta harina de avellana- en total son más de 20", nos aclara.
Es que la instantánea del local de este feriante, que abarca una paleta de rojos que van desde el naranjo al bermellón, es una de las miles o acaso infinitas que es posible hallar en el sector emplazado entre las calles Bilbao por el norte, Manuel Antonio Matta por el poniente, Lautaro por el sur, y Barros Arana por el oriente. Ahí no sólo hallamos las frutas y las verduras todas, las sanas legumbres del campo (más de 14 variedades), los pescados, mariscos y carnes; sino también productos que por suerte aún no hallamos en los supermercados del retail, tales como las crujientes tortillas al rescoldo y la harina tostada que chirrea de alegría ante su amigo el cabernet.
Y ni hablar de las moras y frambuesas, el mote de trigo y de maíz, las tiendas de harinas y semillas, los escabeches religiosos y los artesanales quesos, de esos del tipo fresco -no quesillo- que con los días devienen verdaderos camenbert, y también los más maduros que darán gloria a la Región.
Restaurante y cantinas
Sin desdeñar las herrerías y talabarterías, los comercios de ropa usada, las tiendas de mascotas y los supermercados como el "Muñoz Hermanos", quizá sean las cocinerías y restaurantes (sin mencionar las cantinas mexicanas y los gallardos cuchitriles donde nunca podría hallarse a un arribista) quienes después de las frutas y verduras se llevan el premio mayor.
Carolina Calfumán, oriunda de Padre Las Casas y dueña de la cocinería "Cony" del patio central, que contiene una veintena de locales, dice llevar unos tres años instalada en su negocio, pero estar desempeñando desde joven en la feria los oficios más diversos: "Llevo tres años con mi negocio y le aseguro que en verano es imposible tomarse vacaciones, porque hay demasiado trabajo", relata mientras sirve a un campesino una cazuela de vacuno con choclo, zapallo y papas nuevas, entre otros hijos de la chacra.
Por su parte, el restaurante "La cabaña", de calle Pinto 10, situado en el sector neurálgico del enclave, y que queda atravesando uno de los bandejones, es un sitio breve pero intenso. Una familia de argentinos recatados -valga el oxímoron- pondera unas pailas de pastel de choclo; no aceptan ser fotografiados. Los espejos del recinto y sus paredes amarillas llenan al mismo de luz. Afuera hay varios comerciantes que hacia las veredas tienden una retahíla de productos más bien vastos: calendarios, juguetes, relojes, cinturones y también algunas ropas y floridas pañoletas, entre otros.
En su interior, la señora Haydee Jelves, administradora del conocido restaurante, asegura que lleva 35 años en la feria y que también ha hecho de todo en el recinto, lo que parece ser una constante de buena parte de los comerciantes.
Lo cierto es que la mayoría de éstos han debido sortear los siete mares para llegar a tener su local propio. Y una vez que lo consiguen poco menos que se enamoran de por vida. Son los célebres 'caseros' y 'caseras' (palabra que tiene una connotación dual, pues también alude al cliente), reconocibles desde hace décadas: gente laboriosa que con su vida, y acaso sin saberlo, parece defender a este enclave de tres cosmovisiones -lo mapuche, lo criollo y lo europeo-, a este rumor incandescente como un sol que no descansará.