Armando Uribe y la rutina de sobrevivirse
Desde su encierro, y a pesar de considerarse un escritor retirado, el poeta Armando Uribe lanzó su último poemario, "Hastío o variaciones sobre lo mismo", el año pasado en medio de sus problemas de salud, de la desconfianza que le provoca seguir vivo y teorías sobre la tontería humana. Acá, continúa pasando un examen a su propia vida.
Uribe cuenta que pasa gran parte del día vestido sobre la cama, leyendo y anotando en un cuaderno ideas y versos. Esta imagen es del año 2009.
Hace dieciocho años, el también abogado decidió encerrarse en su departamento de Ismael Valdés Vergara, frente al Parque Forestal. La muerte de su hijo Francisco en 1997 y de su mujer Cecilia Echeverría, cuatro años después, dice, justifican su decisión. Luego vendría una insuficiencia respiratoria y una enfermedad muscular, que le impedirían desplazarse con tranquilidad y lo privarían de su única salida regular: ir a misa todos los domingos en la Iglesia de la Veracruz, a 450 metros de su casa.
Antes, todo fue rápido y, a la vez, tardío. Fue embajador del gobierno de Salvador Allende en China, estuvo exiliado durante los diecisiete años de dictadura en Francia, donde se desempeñó como profesor titular en La Soborna, para recién volver a Chile en 1990. El regreso fue también una forma de encauzar un proyecto literario que había bosquejado décadas antes con los poemarios "Transeúnte pálido" (1954), "El engañoso laúd" (1956) o "No hay lugar" (1970). Con casi sesenta años, Uribe lanzó una seguidilla de libros luminosos y vitales para la poesía chilena, entre ellos, "Odio lo que odio, rabio como rabio" (1998), "A peor vida" (2000) y "Verso bruto" (2002), en los que se mueven imágenes de encierro, erotismo, amor y muerte.
"Hastío o variaciones sobre lo mismo" (2015, Mandrágora Ediciones), su último poemario, es un "diario de vejez" como dice su portada, aunque también el inicio de una despedida literaria. "Es, además, muchas otras cosas de las cuales estoy tan hastiado que no querría ni pensar en ellas", dice al teléfono.
-"Hastío o variaciones sobre lo mismo" se llama su último libro, ¿se considera un escritor majadero?
-Sí, me considero muy majadero, porque no hago más que escribir y considero seriamente que, muchas veces, son tonterías las que escribo. La única excusa es, a la vez, que yo considero también que la tontería es lo más extenso en el género humano y en mí mismo, por cierto. Me considero un ejemplar de tontería.
-¿Cuál es el origen de la tontería humana?
-Los seres humanos mismos. Mire, la verdad es que desde que se es un embrión, una sola célula de humano, el sentimiento que existe ya en esa célula es el de creerse a sí mismo omnipotente por el sólo hecho de estar vivo. En realidad, aunque no tiene conciencia, por cierto, esa única célula, ya tiene inconsciente y con el tiempo va a vivir, si sobrevive, durante toda la vida teniendo en su inconsciente la certidumbre profunda y última de ser esa célula multiplicada ya y vuelta por el nacimiento una creatura humana, la convicción de ser Dios. Eso en el profundo fondo del inconsciente.
-Y eso se repite en todos los seres humanos.
-Cada ser humano cree no sólo que es Dios, sino que es el único Dios, y subrayo esta palabra porque muestra precisamente el absurdo de cada uno de nosotros, creaturas humanas. El absurdo de, comprobando a la vez las imperfecciones que tenemos, considerar en lo más profundo que cada uno es el único Dios existente. Eso es la más total tontería que padecemos cada uno de nosotros, seres humanos.
.¿Esa tontería vendría a ser el pecado original?
-Justamente.
-¿Por lo mismo usted rehúye de su importancia literaria?
-La verdad es que le contestaría con la palabra sí.
-¿Usted es una persona que siente mucho hastío?
-Mire, yo, efectivamente, casi diría que nací aburrido. Pero ya sería un error, producto del aburrimiento, porque habría sido concebido aburrido. Efectivamente, cuando ya comencé a tener memoria, o sea, no sé a qué pequeñísima edad, oí, y recuerdo como si lo estuviera oyendo ahora, la expresión de mi padre que dirigiéndose a mí me llamó "don Aburrido Uribe".
-Y con el tiempo ese aburrimiento se ha acrecentado.
-Sí, efectivamente. En ese sentido, y en ese único sentido, yo habría crecido, ¿crecido en qué? En tontería y aburrimiento.
El exceso de estar vivo
-Además de la tontería humana, el aburrimiento y el amor, sus libros están cruzados por la muerte. ¿Desde cuándo tiene una obsesión con ella?
-No es ninguna obsesión, sino que el convencimiento de que uno, y es de los recuerdos más antiguos que tengo, no es inmortal. Entre las formas más básicas de la tontería humana está el que también, en el fondo del inconsciente, creemos ser perpetuos. Creemos que nunca vamos a terminar, creemos que la muerte no existe. De nuevo, es otra grandísima tontería. La muerte existe.
-¿A qué edad cree que la vida se convierte en un exceso?
-Bueno, estar vivo es ya un exceso. Y voy a usar una palabra que oí en clases de leyes: la vida es un exceso superpetatorio.
-¿A qué se refiere la palabra?
-Me refiero al exceso de la carencia, con juego de palabras. Incluso del seso.
-Alguna vez dijo en una entrevista que se encontraba en medio de una preparación para el bien o el mal morir, ¿de qué van esos preparativos?
-Si quiero morir, como sí lo quiero, prefiero tener un bien o un mal morir que no morir.
-¿Qué es lo que le resulta más molesto de la vejez?
-Todo. Es una última vanidad considerar que la vejez molesta al todo que uno cree que uno es.
-El hecho de darle tanta importancia a su propia muerte, ¿tiene que ver con algo de vanidad?
-Sin duda ninguna. A ese propósito, porque se me viene a la memoria, recuerdo una frase de un sacerdote católico que me dijo que no hay vanidad más grande que creerse soberbio. Y, efectivamente, el orgullo que uno tiene de ser sí mismo no es más que una triste vanidad.
-Roberto Bolaño decía que cada día escribía peor, que los años no le traían sabiduría ni serenidad. ¿Siente usted que los escritores escriben peor mientras más envejecen?
-Como no he leído nunca nada de Bolaño, no sabría de ninguna manera comparar algún sentimiento mío con lo que dijo Bolaño.
-¿Qué sentimientos le despierta la palabra "póstumo"?
-Ninguno en realidad. La verdad es que yo no pienso en o con palabras, sino sólo con sílabas. Por ejemplo, usted me dice qué efecto me produce la palabra "póstumo" y yo pienso inmediatamente en "posto" y en "tumor".
Entre cuatro paredes
-No tengo ningún libro en mi velador, porque estoy completamente rodeado de libros en el suelo. Paso el día vestido pero encima de la cama y tengo libros alrededor, a mano, todo alrededor del lecho y encima también, junto a mí. Estoy, por ejemplo, tocando uno.
Minutos después, Armando Uribe aclarará que fue una metáfora, que no era un libro, sino un cuaderno de tapa dura negro, al que aún le queda un dorso de página en blanco, donde el Premio Nacional de Literatura 2004 ha anotado, desde el 10 de enero de 2016, sus últimos versos, ideas, frases. Una especie de examen de su propia vida. Porque finalmente su encierro es eso: un proyecto secreto para pasar la vida escribiendo, leyendo, recordando.
-Busco en la penúltima página la fecha y no la encuentro, porque están escritas por ambos lados, las tres últimas páginas. Incluso, doy vuelta una más y sólo entonces encuentro que la última página es del lunes 15 de febrero de 2016.
-A pesar de que su encierro ha sido un período muy prolífico literariamente, ¿se considera un escritor retirado?
-Completamente en retiro, completamente enclaustrado, completamente enterrado.
-¿Cuál es su rutina diaria en estos meses de verano?
-No sabría decirle, fuera del sentimiento dudoso y sospechoso de estar todavía vivo. No tendría, en ese sentido, ninguna rutina más sino sobrevivirme.
-¿Está enterado de lo que ocurre literariamente en el país? ¿Le interesa?
-La verdad es que no me interesa y no creo estar muy enterado. Me incluyo en lo que no me interesa a ese respecto.
-Ha dicho que los dirigentes políticos del país tienen el defecto, y la ingenuidad, de no leer libros. ¿Cree que los últimos presidentes de Chile han sido lectores?
-No, no creo. La verdad es que considero que muchas de las cosas que ocurren en el país son consecuencia de que quienes mandan no tienen la consciencia de lo que está ocurriendo. No piensan. Y esa carencia de pensar proviene desde que tampoco son capaces de leer y entender lo que leen. Creo que es un defecto terrible y no diría, por otro lado, que sea sólo un defecto chileno, sino que es un defecto del universo de los seres humanos vivos. Me incluyo entre las víctimas de ese defecto.
-Usted lee muchísimo, don Armando.
-Digo víctima pero soy más bien el autor de uno de esos defectos.
-¿Qué opinión tiene de los gobiernos de la presidenta Michelle Bachelet?
-La verdad es que no tengo ninguna opinión. Cuando estaba todavía vivo mi amigo José Miguel Varas (Periodista, escritor, locutor radial), conversamos una vez durante la primera presidencia de esta señora y llegamos a la conclusión de que debido a su tendencia o capacidad de ser simpática había realizado ya algo que ha sido nefasto en Chile, y es que legitimó las barbaridades que habían ocurrido antes de esa primera presidencia de ella en nuestro país. Creo que al decir "legitimó", esa palabra tan fea que se usa creo en ciencias políticas, considero que su manera de actuar, incluyendo su capacidad de simpatía, hizo que fuera considerado normal lo anormal y detestable de la dictadura.
-En ese sentido, ¿usted esperaba algo distinto en relación a los otros cuatro presidentes?
-No esperaba ni espero nada de ella, así como tampoco de ninguno de los otros presidentes anteriores y posteriores. Ahí, podría decir en vez de posteriores, que parece palabra referida al trasero y… se me olvidó lo que preferiría. Perdí el hilo.
-Una última pregunta, don Armando: en la primera entrevista que le hicieron al volver del exilio, o destierro como dice, dijo que creía en el valor moral de la indignación, ¿Le parece suficiente la indignación luego de los últimos casos de corrupción que han remecido al país?
-Me parece insuficiente, creo que debería ser mayor.
Por Javier Correa
La voz se escucha lejana. Oscila entre frases tajantes y cansadas. A veces, se ahoga un poco. Otras, pierde el hilo y se refugia entre silencios. Lo que no cambia en el poeta Armando Uribe (Santiago, 1933) es su indignación inteligente, esa cruzada secreta y aguda en contra de una cultura desgastada por la falsedad y la hipocresía. A pesar de los años y la vejez, Uribe habla con la frescura y el humor negro de quien entiende su literatura como algo inservible, pero a la vez urgente e irrenunciable. Al igual que la muerte.
"Me considero muy majadero, porque no hago más que escribir y considero seriamente que, muchas veces, son tonterías las que escribo".
harold castillo