Me gustan los pueblos pequeños que son capaces de construir acontecimientos potentes desde su pequeñez. Siempre me obsesioné con la idea de habitar en comunidades chicas, que fueran un pequeño paraíso, un lugar desde donde generar un cambio radical en el modo de habitar el mundo. Y la clave, me parecía, era el cambio en la escala de desarrollo, "lo pequeño me parecía hermoso", parafraseando a los economistas descalzos. Me refiero a lugares que apenas aparecen en el mapa y que son marginales incluso para sus municipalidades que ya lo son, es decir, marginales al interior de la marginalidad. He vivido en al menos dos localidades así; una de ellas todavía no tiene tendido eléctrico, la otra, hace muy poco. Puse en ellas pensamientos y utopías que estaban más en mi cabeza que en la comunidad que las componían. Recuerdo (verbo que funda el mercado de la memoria) haber vivido en una localidad costera de la isla grande de Chiloé, llamada Manao. Creo que ahora es un pueblo importante de la comuna de Ancud; incluso tiene luz eléctrica. El lugar era muy hermoso, pero en mi memoria comparecen perturbadores episodios personales, aunque también debo reconocer hermosos momentos y una estimulante labor agropecuaria. Había gente buena y otra bastante perturbada, como en todas partes (me consuelo). Vi la impostura indigna de megalómanos y embaucadores de antología. En la gran ciudad uno no veía gente así, porque su presencia es más diluida. Vi, también, mucha gente agobiada por el conflicto intrafamiliar y por la cuestión económica, y el deterioro que produce el alcohol en las comunidades, y me llamó siempre mucho la atención la judialización de la existencia cotidiana, porque había mucho litigio, y mucho delito de baja intensidad. Allí empecé a forjar mi obsesión por la escritura, en un sentido más definitivo o de mayor madurez. Esto fue cuando me topé con un personaje muy divertido, un ególatra cuya característica era la de desarrollar proyectos inútiles y delirantes; su destreza era que los hacía pasar como verosímiles, siempre con la esperanza de darle el palo al gato y hacerse millonario. Era literalmente "el hacedor de proyectos". Lo divertido es que en general se trata de un winner de pacotilla con una megalomanía incontrolada, que necesita una escena oral para desplegarse, por lo general fiestas o asados. Todos deben enterarse de lo que él está haciendo. La comunidad se entretenía mucho con él, porque sus chascarros y frescura los divertían hasta el hartazgo. El otro lugar remoto donde me tocó habitar fue en Las Chacarillas del Turco, en la extensa comuna de Cartagena; una lejanía dentro de la lejanía. Aunque está a una hora y media de la capital, nunca me sentí más aislado entre esos cerros. La gente era poca. Me llamaba la atención que en el período en que yo estuve los únicos que habitábamos el área éramos tres hombres sólo separados por un kilómetro cada uno; lo más cercano era el pueblito de El Turco. Uno de mis vecinos era un viejo buscador de oro, al que yo veía muy poco, porque era muy reservado. A veces me topaba con él caminando hacia Lo Zárate, siempre iba con una honda por si cazaba algún pájaro. Era un solitario profundo. El otro era el Chago, todo lo contrario, un tipo muy conversador y buena persona, además de un emprendedor agrícola; y cuando le comenté que éramos puros hombres solos los que vivíamos por ahí se preocupó muchísimo, tanto que al poco tiempo se casó. Pienso en esto justo en el momento en que unos estudiantes de historia de la Universidad de Valparaíso me invitan a exponer algo sobre la Batalla de Placilla, evento bélico con el que finaliza la guerra civil del 91 y sobre el que escribí una novela. Mi interés era, en el fondo, hacer relevante el papel de una comunidad de un villorrio que decide levantar información histórica identitaria, porque el azar histórico así lo quiso. Y esos vecinos fueron capaces de construir un museo de sitio y descubrir un eje de desarrollo para su comunidad. Es lo más cercano a mi utopía personal o autopía.
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .