Aníbal Barrera Ortega
El inmueble ubicado en el número 2080 de la calle Ziem existe hace cien años. Su patio posterior limita con el inmenso predio en que alguna vez estuvo la maestranza de ferrocarriles de Temuco, y en que ahora luce garboso el Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda.
En esa casa habita el matrimonio formado por Gerson Rivera Fuentes y Silvia Haydée Quiroz Duprat. Ambos superan los ochenta años de edad. Don Gerson nació en Valdivia en 1927; doña Silvia, en Freire, cuando corría el año 1932.
Ambos son testigos de la vida en Pueblo Nuevo. Parece interesante recoger sus recuerdos.
Son pocos los que saben que la clase media temuquense comenzó a gestarse en la segunda década del siglo XX. Lo que ocurría antes, desde su misma fundación, hizo decir al poeta Pablo Neruda que Temuco era un verdadero Far West.
Vida de esfuerzo
En efecto, la vida era dura. Menudeaban los bandoleros, los abigeos y los comerciantes inescrupulosos, provenientes éstos de la zona central de Chile. Los colonos europeos que se habían establecido en Temuco debían dormir con el revólver bajo la almohada. Los faltes y los buhoneros se habían dado maña para proporcionar alcohol y chucherías a los mapuches, a cambio de ganado ovino. La vida era insostenible.
El pavoroso incendio de 1908, originado en la esquina de lo que hoy son las calles Prat y Montt, dejó a más de tres mil personas sin hogar. El Presidente de la República, Pedro Montt, se vio obligado a solicitar personalmente a las familias alemanas que se habían establecido en Temuco desde 1885 que lotearan las quintas que les habían sido asignadas, a fin de dar espacio a los damnificados del incendio. Y la fuente laboral para ellos resultó obvia. En 1892 se había inaugurado la estación ferroviaria de la ciudad y los rieles clamaban por proseguir hacia el sur del país. Se diría que todos los jefes de las familias damnificadas empezaron a trabajar en los distintos niveles del ferrocarril.
Nació así una incipiente clase media.
Doña Silvia había obtenido el título de modista en el colegio de las Monjas Marianas de Temuco. Tenía entonces dieciocho años de edad. Recuerda que sus clientas le hacían requerimientos de prendas de vestir como las que lucían las damas más acomodadas de Temuco.
Haciendo ostentación de una memoria prodigiosa, doña Silvia Haydée Quiroz recuerda a todas sus clientas: Ilia Mora, Inés Ruiz, Lucía de Leiva, Olga Leiva, Norma Isla y un largo etc. Casi todas ellas habían comenzado a desempeñarse como funcionarias de los servicios públicos. Posiblemente sin saberlo, aspiraban a emular el estatus de las mujeres adineradas. Parece evidente que el psiquismo de la clase media estaba obrando lo suyo.
Don Gerson llegó a Temuco desde Valdivia cuando recién había cumplido cuatro años. Su padre era militante del Partido Comunista. La crisis económica de 1930 atizó en él el interés por los desposeídos. Su hijo heredó esos afanes y ya en su juventud optó por hacerse socialista.
Estudió para convertirse en operador de máquinas y herramientas. El golpe militar de 1973 lo sorprendió trabajando en la empresa Lirquén. Fue así como conoció los rigores del Estadio Nacional, en el cual permaneció dos meses. Afortunadamente, no le ocurrió lo peor. Las autoridades militares se limitaron a cotejar su militancia política, sin que pudieran achacarle peligrosidad.
Cambios en el barrio
Tanto él como su esposa dan cuenta de los cambios que ha vivido Pueblo Nuevo. Pero se trata sólo de las personas que ya no están, de quienes han debido abandonar esta vida.
No obstante, siempre algo queda. Los sociólogos han denominado El Temuco Duro, al sector que hasta 1925 era conocido como el barrio de las quintas. Es pertinente recordar que en esos años existían la Quinta Kolossa, de propiedad de Guillermina Kolossa; la Quinta Perlwitz, que había sido asignada al colono Otto Perlwitz; la Quinta Ziem, cuyo dueño era Friedrich Ziem; y la Quinta Becker, perteneciente al bisabuelo del actual alcalde de Temuco, Miguel Becker.
Gestiones
En 1923, el alcalde de Temuco, Juan Cabezas Foster, designó a Alfredo Ruedlinger como subdelegado municipal en el sector en que residía. En tal condición, éste gestionó ante tal autoridad la denominación Pueblo Nuevo, habida consideración de que le parecía un menoscabo que esa área fuera nombrada en función de los predios agrícolas allí existentes, las llamadas quintas.
Es muy clara la razón por la que Pueblo Nuevo ha sido mentado como El Temuco Duro. Es que hay allí un irrenunciable estilo de convivencia. Tanto doña Silvia como don Gerson recuerdan las fiestas que se hacían antaño en los sectores Pomona y Turingia.
Se debe recordar que Pueblo Nuevo, desde sus inicios, cultivó los llamados malones, reuniones de convivencia en la que cada participante algo aportaba: comestibles, bebestibles o la música con que se bailaría. Una gran parte de las familias que aún habitan en ese barrio son descendientes de los maloneros de antaño.
Lamentablemente, esas fiestas ya no tienen lugar. Se teme a la delincuencia. Pero, como quedó dicho, algo queda.
Gerson Rivera Fuentes y Silvia Haydée Quiroz Duprat saben muy bien que son parte de la historia de El Temuco Duro.
fue el año en que un incendio que partió en Prat con Montt dejó a más de tres mil personas sin hogar. 1908