Hace un par de semanas realicé un experimento a través de las redes sociales, escribiendo una frase más bien superficial y sin ataques personales, que no tomaba partido por una tendencia ideológica, sino sólo era un comentario neutro hacia el actuar de un parlamentario. Inmediatamente comenzaron los ataques. Resultado: sólo uno de los interlocutores - hombre - fue al argumento. El resto fue en contra de quien argumentaba inicialmente; por cierto de parte de gente con la que nunca antes había interactuado, por tanto que no conocían a quien estaba argumentando, su pensamiento y tipo de persona. El proceso fue interesante, pues se pasó de la ridiculización personal hacia los ataques, al punto que debí bloquear a algunos de los más agresivos. Por otra parte, vi que los más virulentos ataques venían de mujeres, lo que me recordó a una dirigente sindical.
Eso me hacía pensar que dos formas "normales" de justificar ataques a personas son la deshumanización y la ridiculización. La deshumanización es un arma escogida y aun usada por los sistemas ideológicos tanto de izquierdas como de derechas (bolcheviques como nazis lo usaron). En tanto la ridiculización es un arma preferida a nivel individual o de grupos pequeños.
Muchas veces previo al ataque a una persona, viene primero la burla, la ridiculización. Es así en el bullying hacia niños, como en el ataque hacia homosexuales, como fue el caso del joven Zamudio, entre muchos sabidos y otros tantos ignorados.
Bueno, he visto el aumento en las redes sociales de la burla hacia quienes tenemos fe en Dios, de parte de muchos - desde congresistas hasta "demócratas consumados" pasando por líderes de minorías que exigen respeto hacia ellos - que se presentan como respetuosos del pensamiento y la opinión del otro, pero cuyas acciones muestran que en su fuero interno eso es una gran mentira. Hay desde los que nos tratan de majaderos hasta los que dicen, como en Radio ADN la actriz Mariana Loyola, que somos los malos por no estar de acuerdo con las políticas liberales que se nos intenta imponer.
Antes de llevar a Cristo a la cruz, muchos de quienes le golpearon y maltrataron, primero se burlaron de él. Y lo mismo ha pasado con sus seguidores durante dos mil años, esos discípulos dispuestos a morir por su fe. Los ansiosos de matar no son genuinos hijos de Dios.
La Biblia nos recuerda que en los últimos tiempos habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos, y que los hijos de Dios recibiremos sus ataques. Pero también nos anima a poner nuestra confianza en aquel quien al final juzgará todo, y ciertamente no ser nosotros mismos burladores de otros.
Andrés Casanueva pastor anglicano,