A fines de 2016 la Región y el país eligieron a las autoridades municipales. Para fines del presente año están programadas las elecciones parlamentarias y presidencial, y tal vez la de gobernadores regionales.
El tema, desde el punto de vista estrictamente democrático es positivo, sin embargo, parece bien evidente que hay enormes riesgos por la cantidad de cargos públicos que deberán llenarse con personeros de buen nivel.
Vale la pena preguntarse: ¿quién desea estar ligado hoy al servicio público, considerando el desprestigio que tiene transversalmente esta actividad?
Es cierto, siempre habrá quienes desean escalar a las distintas instancias, pero no cualquiera tiene las redes, el conocimiento o la experiencia para abordar los desafíos de gestiones complejas en las comunas, gobiernos regionales o el Parlamento.
Veamos el caso de La Araucanía, que presenta enormes déficit desde lo público, es decir, requiere de personeros de un nivel superior que sepan aquilatar la realidad, tener el conocimiento para elaborar los proyectos, convicción para sumar y contactos para ser eficientes en la consecución de recursos.
El problema, y grande en realidad, es que la búsqueda de líderes de este tipo será complejo, aspecto en el que las explicaciones pueden ser múltiples. Desde el citado cuestionamiento a lo público, la retribución recibida, en comparación al mundo privado, pero fundamentalmente la mínima capacidad que Chile tiene hoy para motivar a los jóvenes por aportar al desarrollo del país desde el Estado.
Otro aspecto relevante es que el asunto ni siquiera parece abordarse en nuestras conversaciones. El asunto no es problema, porque ni siquiera parece haberse sido meditado.
Es cierto que el país pide y exige cambios, renovación, pero eso no puede ser fruto de la improvisación; tampoco puede tratarse de cerrar la puerta a la experiencia, porque todas las generaciones contribuyen. La nación puede entrar en una peligrosa espiral en la que la falta de personal calificado sea muy nociva para el futuro de todo nuestro país.