La exportación de 405 paquetes apícolas a Canadá desde La Araucanía pone de manifiesto la gravísima situación que vive la industria a nivel mundial ante la muerte masiva de sus abejas y, por otro lado, las ventajas que aún tiene la Región para esta producción, las que deben ser cauteladas con todo rigor.
Lo anterior implica la seguridad de obtener un producto de la mejor calidad sanitaria para los exigentes mercados extranjeros y, simultáneamente, disfrutar de estas opciones de negocios como es la venta al exterior de abejas reinas y obreras, la que seguramente aumentará en forma sustantiva para reemplazar a los millones de ejemplares muertos en muchos países.
Hoy sólo Chile, Australia y Nueva Zelanda están autorizados como países importadores en Canadá, lo que valora todo lo que se haga por la industria apícola regional.
La muerte de las abejas pone en riego la seguridad alimentaria mundial y es por ello que la ONU, a través de la Plataforma Intergubernamental Sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas, haya priorizado en 2014 una evaluación sobre la polinización y la producción de alimentos en el mundo, en el bien entendido de que un 75 por ciento de los cultivos dependen de la polinización realizada por abejas.
Esta instancia ya ha comprobado la desaparición de las abejas en algunas partes del mundo y en Estados Unidos una muerte de un 35 por ciento de las colmenas, en 2008, y a partir de 2010 las cifras de América Latina se acercaron a esos datos. La causalidad es múltiple, entre otras el uso indiscriminado de agroquímicos sanitarios como los neonicotinoides, las grandes extensiones de monocultivos que obligan a una nutrición deficiente, las enfermedades, etcétera. Un estudio de las universidades de Berkeley, Estados Unidos, y Exeter, en el Reino Unido, indica que la principal responsable de la presencia del virus de las alas deformes en millones de colmenas es la abeja europea Apis mellifera.
A cuidar nuestro potencial.