A los candidatos de la segunda vuelta
Es necesario que los dueños de vehículos tomen los resguardos necesarios para evitar ser víctimas de robos, estacionando sólo en lugares permitidos y especialmente aquellos que tienen más seguridad. Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres.
El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres. El modo de amar del Hijo de Dios lo conocemos bien: nos amó primero, y dando la vida. «Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha» (Sal 34,7). La Iglesia desde siempre ha comprendido la importancia de esa invocación, porque comprendió que la vida de los discípulos de Jesús se tenía que manifestar en una fraternidad y solidaridad que correspondiese a la enseñanza principal del Maestro, que proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del Reino de los cielos (cf. Mt 5,3).
Si realmente queremos encontrar a Cristo, exclama el Papa Francisco, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía. El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia, se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles. Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.
Sigamos, pues, el ejemplo de san Francisco, testigo de la auténtica pobreza. Él, precisamente porque mantuvo los ojos fijos en Cristo, fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres. Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres, niños y adultos mayores que sufren de mil formas por no tener los medios y las oportunidades para una vida y trato justo y digno. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados.
La pobreza no es solo económica, significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales. Es la pobreza, más bien, la que crea las condiciones para que nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales, a pesar de nuestras limitaciones, confiando en la cercanía de Dios y sostenidos por su gracia. Esta urgente opción por el bien de nuestro pueblo, es la que quisiéramos ver reflejada con claridad, en el trasfondo de los Programas de Gobierno de ambos candidatos. Un próximo Gobierno que a la hora de legislar y distribuir recursos, no se disperse en asuntos más bien ideológicos o que están lejos de responder a las urgencias más esenciales y sentidas de la población.
Héctor Vargas obispo de Temuco