Equidad de Género:
El concepto generalmente aceptado de capital humano se remite a la productividad de los trabajadores en función de su formación y experiencia laboral. Por otro lado el salario que se paga por el trabajo en un mercado competitivo estará directamente vinculado a la productividad del mismo, ergo vinculado a su capital humano.
Por ello es que la iniquidad de género en el acceso a la formación de capital humano ha explicado en buena parte las brechas históricas de salarios y de inserción en la fuerza laboral, entre hombres y mujeres. No obstante desde Eloísa Díaz Inzunza, la primera mujer médico de Chile y América del Sur, se ha avanzado mucho en este aspecto, sin perjuicio que aún queda un largo camino por andar, sobre todo en los sectores rurales y también dentro de la población económicamente más vulnerable.
Ahora sólo como una observación parcial de la evidencia empírica existente puedo afirmar, que en tres carreras y dos Facultades donde me desempeño como académico; los estudiantes que asisten a mis clases tienden a distribuirse de maneras iguales, respecto de si son hombres o mujeres; no por cuota o algún reglamento, sólo porque es una tendencia propia de nuestra época. Del mismo modo los talentos superlativos, no se pueden vincular al género de pertenencia de las y los estudiantes extraordinarias observadas.
Retornando a lo económico, resulta complejo comprender las cifras de participación de la fuerza laboral en La Araucanía donde la tasa de ocupación de las mujeres se sitúa en un 43,9%, mientras la de los hombres fue 64,8%.
Una explicación a esta brecha observada, puede estar en que a pesar de los avances en materia de equidad en la formación de capital humano, aún existen aspectos culturales. Existe una asimetría en el grado de responsabilidad que asumimos hombres y mujeres sobre el trabajo no remunerado que debemos realizar al interior de nuestros hogares, mucho del cual implica el cuidado de personas que son parte de nuestra familia.
De acuerdo con el informe "La dimensión personal del tiempo" publicado por el INE, el que fue realizado en base a la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2015, las mujeres realizan en promedio 5,8 horas diarias de trabajo no remunerado, lo que son 3,2 horas más que las dedicadas por los hombres (2,59 horas).
Concluyendo existe aún un problema cultural pendiente, pero los cambios, sobre todo culturales no ocurren de manera espontánea. Debemos generar condiciones que favorezcan la responsabilidad compartida de manera equitativa sobre aquellas actividades no remuneradas.
Entendiendo que la economía es sólo una aproximación a este fenómeno complejo, sería recomendable, aprovechando que el gobierno ha definido la flexibilidad en las jornadas de trabajo como parte de la modernización laboral, estimular mediante un nuevo cuerpo legal, el pasar de jornadas por horas a trabajos por meta, permitiendo de esta forma que los miembros de la familia, independiente de su género, puedan contribuir por igual con su valioso trabajo al funcionamiento del hogar.
Del capital humano a la
responsabilidad compartida
Mauricio Partarrieu
Académico Universidad de La Frontera