Es como tan de tragedia griega o de Shakespeare, tan de profecía, que puedo oírla casi: "y los niños reprenderán a los adultos".
Hay quienes creen que la aparición de Greta Thunberg es un montaje de la ONU o de no sé quién. No me sorprende. Parece ser una afición de esta era relativizar, dudar, desconfiar de todo. Yo me quedo con los hechos. Una niña es invitada a una cumbre de líderes mundiales a pronunciar un discurso.
Toda la literatura no sucedió, pero su mensaje suele ser más vivo que el de la historia o las noticias, regidas por la torpe realidad. La aparición de Greta Thunberg es literaria y todo en ella habla, no solo su voz.
El motivo acá es el del mundo al revés. Una niña viene a reprender a los emperadores. Es el mismo del elegíaco "se ha de ver arder el mar / y a los árboles sudar sangre" recopilado por Violeta Parra. El mundo al revés llega cuando se padecen penas o sentires extremos. Nuestro hogar sufre. En medio del desorden la poesía no tarda en volverse realidad.
Y todo empezó con un discurso. No una imagen ni un twit. Un discurso, que inscribe a este suceso en la historia de occidente. Retoma el eco del ágora griego, amplificado hoy por internet.
Un discurso armado de retórica. La poética y efectiva repetición del "how dare you" (cómo se atreven), que recuerda al "I have a dream" de Luther King. La apropiación de la voz de los que vendrán, de los no nacidos, en la piel de un niño, un embajador de la próxima generación. Los datos duros en medio, un remanso. Y el recurso exquisito de alabar al rival para atacarlo: "Pues si entendieran cabalmente la situación y aún demoraran las acciones, esto significaría que ustedes son malvados, y me niego a pensar eso".
Necesitábamos un remezón, una chispa y un poco de viento, que nos mueva. Bob Dylan no deja de resonar en mis oídos: "¿Qué es lo que oíste, mi niño? / El sonido de un trueno / que rugió una advertencia / y una gran lluvia va a caer".
Martín Mège,