Muchas personas, en este tiempo de verano, tienen la posibilidad de tomar unos días de descanso, gracias a Dios.
Comienzan a prepararse para partir. Uno de los primeros artículos que vienen a la mente, seguramente, es un traje de baño, unas toallas playeras, unas gafas de sol, bloqueador solar, quizás un buen libro, etc.. Todo esto, sin duda es bueno. Pero me pregunto, ¿cuántos cristianos, en sus vacaciones, llevan consigo la Santa Biblia?
Corremos el peligro de vivir este tiempo, que pudiera ser de mucha Gracia de Dios, como si Dios no existiera.
Muchos piensan que las vacaciones son un tiempo para dejar atrás los deberes, las responsabilidades e incluso los Mandamientos del amor de Dios, que nos indican el verdadero camino a la santidad y que nos conduce a la felicidad verdadera y permanente, no al bienestar pasajero.
Parece como si quisiéramos darle "vacaciones a Dios" para poder "disfrutar" a nuestro antojo. Gracias a Dios, Él no se las toma.
Quien desee, verdaderamente, profundizar y madurar en su vida espiritual, de seguimiento de Cristo, no puede dar vacaciones a sus compromisos espirituales. El verano no puede ser un paréntesis en nuestra vida cristiana. No es "sabio" perder, en unos días, lo que hemos conseguido de amistad con Dios. En la vida espiritual el que no avanza, retrocede.
Muy por el contrario, invito a todos a que hagamos del verano un tiempo de Gracia de Dios, de verdadero reposo en el Señor, un tiempo en el cual, con mayor serenidad, podamos realizar actividades que aportan vida a nosotros mismos y a los que nos rodean, que embellecen el corazón y dan gloria a Dios, que elevan nuestra alma. Podemos visitar una iglesia, no tanto para hacer fotografías (selfies), sino para hacer un momento de silencio y descansar en Dios; podemos escuchar una buena música; visitar un cementerio y recordar a nuestros difuntos; visitar a esos familiares o amigos que, por los quehaceres del año, hemos olvidado un poco, disfrutar de la contemplación de la naturaleza, de una grata conversación o lectura y tanto más… O sea, podemos llevar la Biblia. Podemos, debemos y necesitamos, con urgencia, invitar a Dios a nuestras vacaciones.
Bendigo fraternalmente a todos quienes están disfrutando de su merecido descanso y ruego para que vuelvan a sus afanes con un corazón renovado y con nuevas fuerzas para seguir adelante, en el camino de la vida.