Afirma la reciente declaración de la Conferencia Episcopal, citando al Papa. La cercanía de la enfermedad, el dolor y la muerte, nos ha llevado a preguntarnos por el sentido de la vida y las posibilidades de convivencia entre los seres humanos, especialmente frente al sufrimiento de los más necesitados. Hoy el Señor nos urge a ser cercanos y atentos a los más pobres y desprotegidos ante la pandemia: personas sin techo o sin hogar, adultos mayores, inmigrantes, grupos familiares que viven en hacinamiento, sin agua y sin condiciones de salubridad ni conectividad. Junto al dolor de quienes han perdido a familiares o los ven sufrir, conmueven también los episodios de violencia al interior de la familia, el miedo y los problemas de salud mental a causa de esta crisis.
Con especial preocupación se constata que por la quiebra de emprendimientos, muchas personas y familias perderán sus fuentes laborales y que ello implica angustia y falta de recursos para la subsistencia familiar. Este drama nos interpela a promover una solidaridad activa y a trabajar en un pacto social para aminorar el impacto de la cesantía y sus consecuencias. Este empeño requiere el esfuerzo de todos, sin excepción. Queremos que nadie se sienta solo en este tiempo, que a nadie le falte una voz esperanzadora. Para eso todos y todas, en la medida de sus posibilidades, debemos unir nuestros esfuerzos para ir generando acciones y redes de acompañamiento, escucha y solidaridad. El Papa Francisco nos ha dicho: "Espero que encontremos los anticuerpos necesarios de justicia, caridad y solidaridad".
Porque la dignidad de la persona humana debe ser el centro de toda política pública, el país espera de todos los actores y autoridades una actitud dialogante, no confrontacional. Es un imperativo ético mirar más al bien común que a las causas o proyectos particulares. El trasfondo, antes que sanitario o económico, es el drama humano ante nuestros ojos. Urge retomar la búsqueda de un Chile más justo, solidario y dialogante. Por ello los ataques a inmigrantes enfermos o centros sanitarios de acogida, resultan inaceptables e incomprensibles.
Cuidarnos significa, ante todo, reconocernos como hermanos y tratarnos con respeto. Podremos recuperarnos del covid-19, pero Chile solo estará sano cuando podamos, superando el odio, la indiferencia y violencia, reconstruir las relaciones fraternales en solidaridad y justicia, a las que Jesucristo nos invita con su resurrección, ya que nuestra esperanza se nutre de la certeza del Dios que siempre vence el mal.