Efectos de la centralización
El recorte presupuestario de partidas asociadas de decisión regional es ejemplo de cómo opera un país centralizado. Si de una u otra forma el control se mantiene, difícilmente podríamos estar hablando de una verdadera descentralización.
Episodios recientes ocurridos en el país han dado cuenta expresa de la necesidad de impulsar un proceso de descentralización que considere avances significativos que pasan primero por una mayor comprensión de este proceso, como también un compromiso real de generar un diálogo más horizontal y realista entre las regiones y el "poder central", donde además la participación del sector privado -la denominada sociedad civil- es clave para dar continuidad a las propuestas más allá de los acotados ciclos gubernamentales de cuatro años.
De lo contrario, es probable que se siga observando la sucesión de planes a medias, desarticulados e incluso contradictorios, que suelen ser ubicados en el amplio concepto de la "descentralización", pero que muchas veces se quedan a medio camino y obedecen a iniciativas de desconcentración o deslocalización del poder.
En ese sentido, es importante destacar que existe cierto consenso a nivel académico respecto de la definición de la descentralización como un proceso de aplicación de políticas públicas que en su conjunto traspasan responsabilidades, recursos o autoridad desde el gobierno central a los subnacionales, en la medida que estos últimos gocen de una suficiente autonomía. Si de una u otra forma el control se mantiene -así como el poder de decisión respecto de la continuidad de determinadas políticas- difícilmente podríamos estar hablando de procesos de verdadera descentralización.
Se trata, entonces, de un proceso de alta complejidad que acentúa el carácter autónomo de los receptores de aquellas nuevas cuotas de poder, por lo cual -por ejemplo- difícilmente se podría pretender que el traspaso de atribuciones a los intendentes sea un elemento que esté dentro de esta categoría conceptual.
El recorte presupuestario de partidas asociadas a recursos de decisión regional es otro ejemplo de centralización, donde pesa sobre las decisiones de los niveles subnacionales la permanente sospecha del riesgo de captura política de inversiones públicas.
Si queremos optar a una descentralización real, seria y de largo plazo, no solo debemos poner atención a cuántos nuevos recursos serán decididos desde las regiones, sino también en qué manos quedarán esos fondos públicos y cómo -con leyes, capacitación y orden- aseguraremos crecientes niveles de eficiencia y claridad en la administración.