Correo
Constitución y poder
Llama la atención que muchos de los que quieren cambiar la Constitución ni siquiera la conocen y, por lo tanto, se han entregado inocentemente a la promesa de los políticos que, desahuciando esta Ley Fundamental, se resolverán las llamadas demandas sociales. Lo anterior, es una gran mentira.
Las constituciones fundamentalmente son las que organizan, distribuyen, controlan y ponen límites a los poderes de un país. Esto es lo central y esencial de una constitución, el resto es música para el oído de los incautos.
Qué le molesta a un vasto sector de los políticos, y la real razón de querer cambiarla, precisamente los límites que esta Constitución establecen sobre el poder de los políticos. ¿Qué quiere y persigue el político? Poder.
¿Qué consagra nuestra Constitución? Sencillamente que los individuos están sobre el Estado (Artículo N°1). Es el Estado al servicio de la gente y no al revés, como a ellos les gustaría. A los individuos no los pueden controlar, pero sí al Estado. Por ejemplo, en una empresa o institución del Estado pueden meter a sus correligionarios y simpatizantes por cientos (operadores políticos), pero no en una empresa u organismo privado. Mientras más poder tienen ellos, menos límites tiene el Estado y menos libertad tienen las personas.
Si fuera por una parte importante de ellos, el Estado controlaría todo, hasta la familia, las empresas, las asociaciones intermedias, etc. Por eso, por ejemplo, les brota de su alma en forma natural el apoderarse de los fondos de pensiones de los chilenos (estatizar, no nacionalizar) o apropiarse de la máquina que fabrica el dinero (Banco Central), en definitiva poder y más poder.
Lógicamente, tienen su justificación. Para algunos es porque están convencidos que ellos son iluminados y lo hacen mejor que las personas y la sociedad en su conjunto y otros derechamente por su ideología totalitaria. Ambos, claramente equivocados, solamente basta mirar la historia mundial, antigua y reciente.
Pedro López Fuchslocher
Sustentabilidad
La sostenibilidad de las diferentes actividades que realiza el ser humano es uno de los principales desafíos de nuestros tiempos. A estas alturas, ésta ya debería estar integrada como uno de los principales focos en toda organización, sin importar el ámbito o industria.
La búsqueda de soluciones que respeten el medio ambiente, que permitan hacer prosperar a diferentes sistemas, va más allá de las normativas que deben regular y establecer mínimos, para quienes trabajan en las diferentes industrias que tienen externalidades negativas. Debemos, como país, ser capaces de potenciar la innovación científica y tecnológica, privada y pública, que permita conservar y recuperar nuestros paisajes y ecosistemas.
Nuestra larga y diversa geografía nos demanda tener la capacidad de adaptar los recursos de protección: desde el fino aire de nuestro altiplano, hasta los recónditos fiordos del sur. Ahí donde esté presente la actividad humana, debe considerarse también el respeto y la búsqueda de mantener el equilibrio natural.
Luis Andrés Sepúlveda, LOW O2
Digamos las cosas como son
Acuerdos más, acuerdos menos, cuotas de más, cuotas de menos, escaños reservados de más, escaños reservados de menos y así se podría seguir, pero la pregunta de los 14,7 millones de chilenas y chilenos que podían votar en el plebiscito y de los cuales votaron un poco más de 7 millones es...
¿Quiénes serán los que definitivamente terminarán redactando la nueva Constitución, los que participarán por cuotas, por escaños reservados, etcétera o sus respectivos y muy necesarios asesores, abogados constitucionalistas, que demostradamente, sí tienen todos los dedos para tocar el piano constitucional?
En ese caso, ¿no debería entonces, el importante grupo de constituyentes, que definitivamente elaborará la nueva Carta Magna, estar compuesto por connotados constitucionalistas de todas las tendencias posibles, elegidos por los electores, para que todos los sectores estén representados?
Porque todo indicaría que muchos de los que participarán entre los constituyentes, según las reglas de hoy vigentes, y en especial por los requisitos tan básicos que se les exigen para ser elegidos, serán meros observadores de grandes alegatos entre sus propios asesores.
Digamos las cosas como son: la gracia es que nuestros representantes no solamente participen con su presencia, sino que sean fundamentales en la hora de intervenir y de tomar decisiones, en la forma y en el fondo. Luis Enrique Soler Milla