"Estoy avanzando a paso tranquilo en ese gran proyecto de mis padres… que soy yo"
Fue un viaje por algunos días a España para responder a algunas invitaciones y realizar trámites particulares, el que se transformó para el poeta Elicura Chihuailaf en una verdadera odisea de ocho meses y medio, tiempo en que permaneció sometido a un confinamiento obligatorio en ese país, en tanto le era notificada la obtención del Premio Nacional de Literatura 2020.
"Como se sabe -comienza recordando Chihuailaf, ya de regreso en estas tierras suyas- en Europa golpeó muy fuerte la pandemia. Eran centenares los muertos cada día y altísima la cantidad de contagiados. Nuestro regreso estaba programado para el 24 de marzo, pero el Gobierno ordenó el confinamiento y las reservas para regresar fueron canceladas y la última, casi ya definitiva para el mes de agosto, también fue cancelada no sé por qué motivo hasta principios de octubre…".
Desde su regreso al país, el poeta se refugió en el verdor de su hogar de Quechereguas, en Cunco, y no se dejó ver hasta esta semana en que sostuvo un encuentro con amigos porteños del grupo "Puerto de Letras" en los jardines de Ufro Medios. Allí contó que su retorno solo fue posible gracias a la intervención de la Universidad de La Frontera, casa de estudios que lo postuló al Premio Nacional de Literatura en una campaña que -paradojalmente- llegó a buen puerto en plena tormenta de pandemia mundial.
-¿Dónde recibiste la buena noticia?
- Estábamos en Asturias, en casa de una hermana menor de mi compañera, pues a fines de mayo logramos salir de Barcelona. Estábamos en una zona rural muy bella y muy cercana a Oviedo cuando fui avisado de que había ganado el Premio Nacional. Desde ahí fueron interminables las llamadas por teléfono con saludos y entrevistas para medios de todo el mundo, de La Araucanía e inclusive de la Radio Mirador de Cunco, mi pueblo.
- ¿Esperabas este reconocimiento nacional?
- La verdad, es que lo esperaba más durante la versión anterior, aunque esta vez todos lo esperaban, y me incluyo, porque hay que aclarar que el premio reconoce una obra, pero también premia la repercusión de esa obra en Chile y su proyección internacional. A muchos -y entre ellos la prensa- les parecía que yo iba a ser el ganador. Recuerdo que el día anterior al veredicto una periodista de CNN me llamó y me dijo que esperara su contacto al día siguiente y entonces le advertí: señorita, recuerde que en la puerta del horno se quema el pan…
- ¿Qué tan definitoria resultó la gestión de la Universidad de La Frontera en esta campaña?
- En primer lugar, fue algo fundamental en el sentido de que me dio el privilegio de postularme. Cuando lo hice, fue porque había ya recibido los principales premios, como el de la Mejor Obra Literaria, el Premio Municipal de Santiago, de la Universidad Austral de Valdivia… Entonces, cuando la Ufro me propuso esta postulación la acepté con cierta seguridad en el resultado.
OBRA SIN LIBROS
-¿Consideras el galardón un premio a toda tu gestión literaria o a las obras publicadas?
- Algo que he repetido muchas veces, es que yo jamás tuve la intención de escribir libros, menos de acceder a premios y mucho menos a un Premio Nacional.
- Entonces, sin libros, ¿cómo pretendías difundir tu pensamiento?
- Es que no pretendía difundirlo así. Eso se fue dando de esa manera porque el primer librito impreso en un sistema de antaño y en papel roneo en la Universidad de Concepción fue "El invierno y su imagen", en 1977. Luego vino "En el país de la memoria", que no estaba pensado para libro. Eran poemas en paralelo a lo que pasaba en tiempos de dictadura y lo que estaba siendo la historia de nuestro pueblo mapuche. Ahí fue fundamental el apoyo de Juan Manuel Fierro, que fue publicado en una edición como registro y no como un libro para ser distribuido. Fueron 70 ejemplares, pero a esta altura en que se me ofreció la posibilidad de optar al Premio Nacional, ya había pasado mucha agua bajo el puente.
- A propósito de tanta agua bajo el puente, ¿cuáles son tus proyectos a esta altura de tu vida?
- Estoy avanzando a paso tranquilo en ese gran proyecto de mis padres… que soy yo. Creo que no me falta nada porque se me ha regalado mucho, sobre todo en estas dos últimas postulaciones, que agradezco infinitamente a la Ufro cada vez que puedo. Tú y yo nos conocemos hace muchos años y lo creerás o no, pero a mí, desde el punto de vista del anhelo de los que hacen literatura (yo siento que no la hago y por eso me he propuesto la oralitura), esta es una posibilidad -aún sin tener previsión- de estar instalado en el esquema social. He vivido mi vida fuera del sistema aun teniendo un título de Obstetra, que no ejercí por estar abrazado a este quehacer poético que me fue integrando a un espacio de tranquilidad. Nunca me vi metido en una oficina, ni tuve que llevar una forma de vida que no era la que yo aspiraba. Me gusta andar en la naturaleza, y cuando estoy en la ciudad prácticamente no salgo…
La poesía, la escritura y la conversación me han dado esa posibilidad. Entonces… ¿qué me podría faltar?.