El pasado Heavy Metal de Carmen Duarte
"Detector de metales" (Emecé), novela debut de Carmen Duarte, cuenta la vida de unos jóvenes desadaptados a finales de los noventa.
Carmen Duarte partió escribiendo en la Zona de contacto y en el blog de música Super45.
El Rock tiene muchas variantes, pero quizá la que más fanáticos genera (no oyentes, sino fanáticos) es el "Metal". La banda Slayer, con la voz de Tom Araya -oriundo de Viña del Mar- inspira a los protagonistas de "Detector de Metales", Ramón y Mónica, que hacen la cimarra mientras hablan de heavy metal. Pronto el amor explotará entre ellos.
Carmen Duarte debuta en la literatura con este libro, tras su trayectoria como crítica de música en varios medios como la Zona de Contacto y revista Qué Pasa. Cada subtítulo es el nombre del protagonista y su ubicación geográfica: Santa Inés, Miraflores, Recta Las Salinas, avenida Perú, Granadilla. Puntos disímiles de Viña del Mar y también de Valparaíso, como el Sindicato de Estibadores, donde se hacían míticos recitales.
En Granadilla, Mónica come en un restaurante exclusivo con su abuela, que odia a su madre porque la inscribió en un colegio alternativo. Es la historia de generaciones enfrentadas y separadas por una música estridente.
Otras escenas ocurren en Oslo, Lappis y Arlanda, lugares hacia donde el protagonista, Ramón, parte a profundizar su pasión por el Metal, ya que Suecia es la cuna de algunas variantes principales del rock metal. La misma autora viajó a los países nórdicos para investigar:
"El 2017 viajé a Suecia. Estuve de visita, y chequeé hartas cosas de las que pasaban en Suecia y Noruega. Estuve en Estocolmo, y en Gotemburgo, cuna del metal melódico sueco, y en Oslo, cuna del Black Metal", dice Duarte.
Ese trazado permitió que Ramón -en el libro- tuviera una iniciación metalera bajo los códigos ancestrales nórdicos. Para la escritora Carmen Duarte, que es también sicóloga, "la mitología sueca es muy vistosa, todos los que conocemos Marvel conocemos a Thor, el dios del trueno".
-¿Qué hay de ti en "Detector de metales"?
-Bastante. No es una novela autobiográfica, es una novela de ficción. Yo crecí en Viña en el período en que los protagonistas habitan la ciudad, soy casi contemporánea a ellos. Muchos de los lugares que visitan, yo los visitaba. Hay algo de su mundo en mí. Compartí tiempo y espacio con los protagonistas de la novela.
-¿Pudiste pasear en el último tiempo por Viña o apelaste a la ciudad sentimental que llevas adentro?
-Partí con los primeros temas de memoria emotiva. Te diría que el 2017 tomó forma con el segundo momento, en Estocolmo. El 2018 terminé la novela, que si bien es corta, implicó harta investigación.
-Todo ocurre en Viña y Valparaíso: ¿te parece que ambas ciudades acogen a gente particular?
-Viña y Valparaíso, aunque se piense lo contrario, es una sociedad menos clasista que Santiago, aún con la diferencia muy fuerte entre 'plan' y cerros. La gente se mezcla. Es distinto que Santiago, que es una ciudad muy segregada. Acá se abren espacios para la divergencia, para compartir. Valparaíso se caracteriza por ser muy libre y permea a su hermano chico que es Viña.
-Todos los capítulos tienen el título del lugar en que suceden. En el mapa que trazas, ¿eliges primero el lugar o lo que sucedía?
-Ambas cosas. Para mi formación de crítica musical, ir a Valparaíso era esencial. Al Sindicato de Estibadores fui mucho, oí varias bandas. También fui al Klandestino, que era un lugar más underground. En Viña hay bares con sillas y mesas plásticas y otros de más alcurnia, como el Granadilla. Para mí era importante hacer un mapa de lugares que eran emocionalmente significativos para los protagonistas. Ellos tienen vida, espacio, se mueven allí.
-Muchos de esos bares ya no existen. Tampoco se graba en cassette los temas que uno elegía, como sucede en la novela. ¿Recuerdas cuál fue el último cassette que grabaste?
-Grabé uno de "Suárez" y grababa bandas. Después me pasé el CD. Al principio mi colección era de puros CD pirateados. Cuando comencé a trabajar compré mis cedés de verdad. En los protagonistas aparece el "Trading", muy de la cultura metalera, que tiene que ver con intercambiar cassettes grabados por correspondencia. Te los devuelven, también por correo, con otra banda grabada incluso encima del mismo cassette.
-¿Cómo fue tu viaje a Suecia?
-Es una historia muy porteña. Cuando estudiaba en la Católica de Valparaíso conocí a una estudiante de intercambio sueca que estudiaba Música, nos convertimos en mejores amigas, y me invitó a ir hace años. Después para la novela había cosas que quería de ver de primera fuente, porque me fijo mucho en los espacios. Estuvimos recorriendo hartos lugares juntas. Hay muchos chilenos en Suecia y pude compartir con muchos que tienen sus bandas metaleras allá. Recorrí las ciudades como las recorrería Ramón, y además los lugares emblemáticos del Metal. Por ejemplo la disquería emblemática del Metal en Oslo se convirtió en un solarium, y eso lo chequé con los dueños nuevos que lo restauraron. Elegí puntos bien neurálgicos para visitar, disquerías, lugares de tocatas y también para entrar en la mitología.
-¿Cómo fue crecer en los noventa?
-Entretenido. Era una época que tenía harto de autogestión. Si te gustaba algo lo investigabas, te las arreglabas, juntabas la plata, encargabas los discos, mandabas la plata envuelta en papel calco para que no se viera y te llegaba un disco de vuelta. Buscabas a tus amigos porque se veían parecidos a ti, por tener el pelo morado. Tenía algo de tribu. Es más inmediato el contacto por las redes sociales ahora. No soy nostálgica, no lo estoy romantizando, no le veo mucho sentido a eso. Ahora también hay cosas buenísimas.
-Cuesta imaginar a estos personajes adolescentes en la ciudad ahora.
-Quizá esos encuentros se dan igual, pero no se ven. Antes podías ubicarlos en un mapa, ahora no.
-¿Cuál ha sido tu soundtrack en esta pandemia?
-Tengo una lista media esquizofrénica en Spotify la verdad: hay Metal, hay Pop. El género que más escucho es Pop independiente. Son bandas medio Shoegaze (rock alternativo) y melancólicas, como 'Tame Impala', sonido entre digital y análogo. También escucho mucho podcast, me gusta escuchar a la gente hablar.
Por Cristóbal Gaete
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