A cincuenta años de las Jornadas Nerudianas para despedir al poeta
Universidades Técnica del Estado y de Chile sede Temuco (actual Universidad de la Frontera) organizaron del 9 al 14 de diciembre de 1970 una semana de actos y homenajes de congratulaciones a Pablo Neruda, recién nombrado Embajador de Chile en París. Quien sería el próximo Premio Nobel de Literatura en 1972, llegó a Temuco sin avisar tres días antes del inicio del programa, eludió la mayoría de los actos, evitó viajar a algunas ciudades, pagó una habitación sin ocuparla y se marchó al segundo día de jornada.
Todo ocurrió demasiado rápido aquel fin de año de 1970. Chile asomaba recién a un esperanzador proceso de igualdades sociales con el flamante Presidente socialista Salvador Allende a la cabeza de un Gobierno Popular, cuando otras necesidades básicas como la cultura y el arte comenzaron a exigir su espacio en este nuevo Chile.
En Temuco, dos jóvenes profesores, Guillermo Quiñones y Osvaldo Obregón, del Departamento de Idiomas de la Universidad de Chile iniciaron los preparativos para despedir en su ciudad natal al poeta Pablo Neruda recientemente nombrado embajador de Chile en Francia, elaborando un extenso programa que incluía la presencia del vate en varios lugares de Cautín.
Todo comenzó en aquel vertiginoso año de 1970. Desde mediados de los '60 que Neruda ya se encontraba avecindado en Chile sin muchas ganas de moverse, haciendo vida de poeta glotón, bebedor y bueno para hacer amigos en su pequeño paraíso de Isla Negra, al que todos llegaban con cualquier pretexto y en donde su esposa Matilde dio cobijo a una sobrina media caída en desgracia con una pequeña hija.
Hasta aquí la historia oficial. Lo que sigue lo cuentan Enrique Lafourcade y Jorge Edwards: Alicia, la sobrina, despertó en el poeta aquellos recuerdos oceánicos de su juventud y una mañana en que se encontraban ambos luchando contra los oleajes de las sábanas, Matilde Urrutia los encontró encamados y corrió donde su amigo Allende recién sentándose en el sillón presidencial. "Salvador -le dijo- tu compadre es un viejo cochino y vengo a pedirte que lo saques de inmediato del país".
Allí comenzó el último periplo por el mundo del poeta que una vez nombrado por Allende embajador en París, sobre la marcha los dos profesores temuquenses discurrieron la forma de rendirle un homenaje sin imaginar que sería el último en estas tierras sureñas a las que nunca más volvió.
EXTENSO PROGRAMA
Un sencillo cancionero con poemas del vate y el programa completo de los siete días de jornada, fue impreso y distribuido por los organizadores, el que contemplaba las actividades a realizar desde el miércoles 9 y hasta el martes 15 en todos los lugares preparados por los profesores Quiñones y Obregón, actos que incluían la participación de poetas y escritores ya reconocidos, como María Maluenda, Juvencio Valle, Oscar Hann, Hernán Loyola, Efraín Barquero, Sergio Hernández y Hugo Montes, acompañados de la hornada joven compuesta por Jorge Teillier, Jaime Concha, Omar Lara y otros extraviados en caminos ajenos, todos lamentando aún la muerte de Teófilo Cid.
La sorpresa la dio entonces el propio vate homenajeado, que sin ningún aviso arribó sorpresivamente durante la lluviosa tarde del domingo 6 con un equipo completo de camarógrafos del canal de la Universidad Católica, liderado por el cineasta Hugo Arévalo con la misión de filmar un par de documentales en diversos sectores entre Imperial y Carahue.
PUNTO DE PRENSA
La presencia de Neruda en Temuco fue advertida de inmediato y en el Hotel Aitué, donde supuestamente pernoctaría con su esposa Matilde, se improvisó rápidamente una conferencia de prensa a la que asistieron tres periodistas locales, entre ellos nuestro conocido colega de El Austral, Arturo Zúñiga, que hoy radicado en Angol hace escuetos recuerdos de ese encuentro.
"…Poco tengo que contar pues se trató de sólo una entrevista un domingo en la noche, estando yo de turno en el Diario. Aquella vez fui y me encontré con este cristiano que con su calma habitual y amable llegó con otros próceres que yo no conocía y que se sentaron al lado. Fue una entrevista sin mayor relevancia pues se trataba de otra visita como tantas otras anteriores, como cuando llegaba a visitar el Mercado, a comer salmón o a recorrer los pueblos chicos. Eran visitas no habituales pero siempre con los mismos recorridos".
A cincuenta años de este encuentro, Zúñiga advierte que "casi no fue una entrevista, sino una conversación amena como son las conversaciones con un tipo de esa envergadura cultural en la que uno se limita solamente a escuchar, porque si hace cualquier tipo de pregunta se puede enredar