Kazuo Ishiguro y el teléfono que sabe más que su dueño
El Nobel japonés ("Nunca me abandones") vuelve a las vitrinas con "Klara y el Sol", una novela donde se pregunta qué tan cerca están las máquinas del corazón de las personas.
Cientos de libros se aprecian detrás del Nobel japonés Kazuo Ishiguro (66), conectado vía zoom, para presentar su libro "Klara y el Sol". Están demasiado lejos como para poder leer los lomos, pero hay un piano y una partitura desordenada sobre el atril. También la foto aérea de una ciudad que podría ser la calle de Nagasaki, en Japón, donde nació.
Ishiguro vive en Londres, Inglaterra, desde los seis años; estudió piano hasta la adolescencia y se tituló de Filosofía en la Universidad de Kent, convirtiéndose quizás en el más occidental de los escritores orientales de hoy.
Sus libros "Los restos del día" y "Nunca me abandones" lo hicieron famoso. Son dos novelas donde explora las luces y sombras del trabajo y el corazón. En la segunda, ya visualiza una sociedad futura con clases sociales marcadas de acuerdo con la forma de nacimiento y educación. Un futuro donde se criarían niños que aseguren trasplantes de órganos a "seres humanos de mayor rango". Pero esos seres destinados al sacrificio un día conocen el amor. Y sufren por él.
Ahora, "Klara y el Sol" es el primer libro que publica Ishiguro tras ganar el Nobel y es, en sus palabras, "mi respuesta emocional a 'Nunca me abandones', no intelectual. Hace unos años lo leí de nuevo y pensé 'este libro es muy triste, el hombre que lo escribió debe animarse un poco'. Igual con la edad, al hacerme mayor, me he convertido en alguien más optimista respecto a la naturaleza humana, por lo que con 'Klara y el Sol' quise escribir algo que fuese a un territorio similar pero con esperanza, que nunca la perdiera, hasta un punto infantil, donde siempre está la creencia de la bondad en el mundo. Esa fe viene del sol".
Klara es una androide con batería solar cuya función es proteger a Josie, una preadolescente que sufre una enfermedad terminal. Frente a esto, sus padres se preparan mental y materialmente para el día en que deje de respirar, convirtiéndose Klara en el dispositivo que "aprende" y almacena los gestos de la niña con tal de saber si está triste, alegre, tiene hambre o frío, para satisfacer sus necesidades. Hasta que la salud de Josie empeora y los padres piden al robot que imite a la hija que pronto ya no existirá.
El Nobel respondió a KU algunas preguntas en una rueda de prensa virtual con casi un centenar de periodistas de toda Iberoamérica.
-La luz de nuestros celulares es la primera que nos ilumina por la mañana, como Klara cuando espera la llegada del sol, y gracias a su memoria estas pantallas nos conocen mejor que nosotros a nosotros mismos…
-Que tu iPhone sepa más de ti que la persona que duerme a tu lado yo creo que es un tema cada vez más serio. En cierto modo, esto es algo que plantea 'Klara y el Sol': Si vivimos en un mundo en que el big data, los datos, la tecnología, invaden nuestras vidas cotidianas hasta este punto, ¿tendrá un impacto en esa idea a la que nos hemos aferrado durante siglos de que tenemos un alma adentro, un alma que nos hace especiales? Si ese es el caso, ¿qué vamos a hacer? Es decir, ¿hay algo más allá de los impulsos y los hábitos? Esta es una de las preguntas que Klara comienza a plantear cuando mira el mundo: ¿Qué significa que un ser humano quiera, ame a otro ser humano? ¿Tiene algún sentido? ¿Somos únicos, de alguna manera, especiales? Por tanto, tu pregunta sobre si tu iPhone sabe y es capaz de decirte cómo te sentirás durante el día, o qué harás después de almorzar, es realmente una pregunta muy profunda.
-¿Cree que los androides sueñan con el corazón humano?
-(Ishiguro ríe con el parafraseo a la novela Philip K. Dick, '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?') No lo sé, y la verdad es que nunca estuve seguro. Mientras escribía tenía mis dudas, porque no sabía si Klara tenía emociones de la misma manera en que tenemos los seres humanos. O, si simplemente reconocía sentimientos y a partir de ahí era capaz de interpretar lo que significaban en el mundo, sin sentirlos. No estaba seguro de ello, pero en cierto modo tampoco me preocupaba. Mi interés real estaba en los humanos: yo miro a las personas a través de los ojos de esta máquina. Y al final, aunque también me interesaba cómo se sentía Klara, insisto en que tampoco era importante tener una respuesta, porque lo relevante es lo que Klara ve en los seres humanos.
-Y parece que lo hace bien.
-Creo que ella es una metáfora de nuestros impulsos, que asume diversos aspectos humanos y, en algunos momentos, como en la determinación que tiene para hacer lo mejor para la niña a la que cuida, se termina pareciendo a un padre o una madre humana. Las personas -cuando se trata de cuidar a nuestros hijos- somos un poco como máquinas programadas. Mi madre era así (con los brazos imita a una gallina cobijando a sus pollitos mientras mira a los costados) como si tuviera una voz en la mente que le dijera ¿esto será lo mejor para mi hijo? ¿Lo ayudará, lo protegerá? Yo tenía la sensación que cualquier decisión que ella tomaba era en respuesta a estas preguntas. Por eso, destaco, hay algo en los seres humanos que nos hace actuar como máquinas programadas… Incluso personas horribles en ciertos aspectos, si los observas cuando están frente a sus hijos son emotivas y tienen esa atención, ese cuidado. Yo quería que Klara fuera un espejo de ciertas cualidades de los seres humanos. Eso para mí era más importante que contar cómo se siente una máquina.
A través de su webcam el escritor sonríe con la amabilidad propia de las culturas orientales. Y, luego cierra un ojo imitando a un rockstar.
Kazuo Ishiguro recibió el Premio Nobel de Literatura el año 2017.
Valeria Barahona
"Las personas -cuando se trata de cuidar a nuestros hijos- somos un poco como máquinas programadas".
Lorna Ishiguro