La muerte revolotea en los nidos de Guadalupe Nettel
La escritora mexicana se sumergió en la historia real de una amiga que vivió nueve meses con una sentencia fatal. Es "La hija única", una trama que Nettel no pudo escribir de golpe.
Luego de ganar en 2014 el Premio Herralde con su novela "Después del invierno", la mexicana Guadalupe Nettel regresa a ese mismo género con "La hija única".
En pocas páginas cuenta la historia de una maternidad complicada: la protagonista se enfrenta a pronósticos médicos adversos y trata de sobrellevar la espera de nueve meses, con la muerte sobrevolando su nido.
Quien narra la historia de Alina es Laura, una mujer sin hijos. Alina es su amiga de juventud con quien enarbolaba la bandera de la "no-maternidad". Pero Alina está embaraza y parece que el suyo no es un embarazo viable. Al menos, eso dicen los médicos. Laura acompaña a Alina en esta dolorosa odisea y simultáneamente descubre otras aristas de la maternidad: sus vecinos Doris y Nicolás (madre e hijo) son azotados por la violencia y el maltrato.
Guadalupe Nettel es dueña de una pluma depurada y abre el relato así: "Mirar a un bebé mientras duerme es contemplar la fragilidad del ser humano. Escucharlo respirar suave y armoniosamente produce una mezcla de calma y sobrecogimiento. Observo al bebé que tengo frente a mí, su cara relajada y pulposa, el hilo de leche que escurre por una de las comisuras de sus labios, sus párpados perfectos, y pienso que cada día uno de los niños que duermen en todas las cunas del mundo deja de existir. Se apaga sin hacer ruido como una estrella perdida en el universo, entre miles de otras que siguen alumbrando la oscuridad de la noche, sin que su muerte provoque en nadie desconcierto, con excepción de sus parientes más cercanos".
Reconocida con diversos galardones internacionales, como el "Premio Nacional de Narrativa Gilberto Owen", el "Antonin Artaud" y el "Anna Seghers", Guadalupe Nettel además es madre de dos hijos y dirige la renovada revista de la UNAM. Desde su casa en México, cuenta los detalles de su última historia, hecha a punta de entrevistas.
-Al inicio de la novela pusiste un agradecimiento a tu amiga Amelia, de quien tomaste la historia que es el meollo de la novela. Cuéntame cuánto ficcionaste lo que le pasó, lo que ella te contó.
-El personaje de Alina está totalmente inspirado en esa amiga tan querida. Realmente hay pocas cosas que no le pertenezcan. Tomé su carácter práctico y reservado, fuerza de voluntad, resiliencia. Incluso físicamente se parecen. Lo único realmente ficcionado es su relación con Marlene, la niñera de su hija. Cuando aceptó que yo escribiera una novela basada en su experiencia, empezamos a vernos, por las mañanas, frente a su trabajo y yo le hice algunas entrevistas que después dieron pie al relato, por lo menos a la parte que le corresponde.
-¿Cómo fue tomando cuerpo la voz de Laura?
-Para crear esta voz (de una mujer sin hijos) me inspiré en algunas amigas y libros que he leído como "Contra los hijos" de Lina Meruane; "Apegos feroces" de Vivian Gornick o "El nudo materno" de Jane Lazare.
-¿Qué te permitió adoptar este punto de vista?
-Estaba algo cansada de escribir sobre mí misma y mi biografía, así que este personaje me sirvió para tomar un punto de vista que me interesa mucho, pero que no es exactamente el mío: el de las mujeres que decidieron no tener hijos y que denuncian incansablemente la enorme desigualdad que hay en la crianza.
Madres e hijas
La historia se sitúa en la actual capital de México. Y, además de la amistad entre Alina y Laura aparecen gritos y golpes en el departamento contiguo. Son los arrebatos de un niño criado con negligencia: Nicolás, un pequeño que batalla a punta de pataletas con su madre, Doris, una joven viuda que carga con malos recuerdos.
-La historia de esta madre y su hijo, ¿qué tipo de contrapunto generan al entrar en contacto con Laura?
- Pasó que la historia de Alina y su embarazo era muy dolorosa: me costaba imaginar la tragedia que vivió mi amiga durante el último mes de gestación. Cuando empecé a escribir, sentí que era necesario hacer pausas para respirar. Ese es el contrapunto del que hablas: la historia de Doris y Nicolás surgió para no asfixiarme y no agobiar a los lectores.
-Uno de los pilares de la novela es la amistad entre mujeres. ¿Qué pudiste reflexionar sobre eso?
-Las mujeres han tenido que desarrollar desde siempre dinámicas de solidaridad para sobrevivir. En todas las historias de familia que he escuchado hay hermanas, abuelas o tías que se ayudan guardando secretos, prestando dinero, cuidando hijos ajenos.
-¿Cómo hiciste para no desbarrancar hacia el sentimentalismo?
-Desde el principio sabía que era uno de los mayores riesgos que corría esta novela, así que fui avanzando en la escritura con la mayor cautela posible, tratando de ceñirme al tono sobrio, casi austero, de mi amiga. También me inspiré de una novela magnífica: "Reparar a los vivos", de la francesa Maylis de Kerangal. Es una novela extremadamente dolorosa que nunca se vuelve cursi o melosa.
-¿Qué reflexionaste en cuanto a los paralelos o diferencias que hay entre las maternidades humanas y la de los animales?
-Mientras escribía esta novela, una pareja de palomas construyó su nido bajo mi techo. Justo junto a la ventana de mi estudio. Intrigada por ellas, me puse a investigar sobre cómo se lleva acabo la crianza en diferentes especies animales y me di cuenta de que la naturaleza es la mejor escuela posible de la diversidad.
-¿Qué observaste sobre el concepto de familia que tienen los animales?
-Muchas especies, sobre todo los mamíferos, crían a sus cachorros en colectivo. Los pingüinos, los lobos, los delfines y los elefantes, por poner unos cuantos ejemplos. Pero también hay hembras que se comen a sus crías cuando están enfermas y otras que las dan en adopción. La hembra del cucú, de la que hablo en el libro, pone sus huevos en los nidos de otras aves para que ellas los críen. Creo que todo esto es "natural", aunque no lo parezca a simple vista.
Guadalupe Nettel recibió el año 2014 el Premio Herralde.
Por Amelia Carvallo
Mely Ávila