En recuerdo de Teresa Durán, antropóloga regional
Hoy día, domingo 18 de abril de 2021, hace exactamente diez años, falleció en el Hospital Regional de Temuco Teresa Durán Pérez. Ella fue una destacada antropóloga regional, además de profesora de educación básica y asistente social.
Oriunda de Collipulli, hija de una familia de clase obrera, encontró en la antropología más que una profesión, una vocación y un marco que le dio sentido a su vida. Con disciplina, esfuerzo y mucha perseverancia aprovechó sus inquietudes intelectuales y las oportunidades que le ofreció el medio académico regional de inicios de los años 70 del pasado siglo para formarse en antropología, primero en la UC Temuco, y llegar a alcanzar luego, en Belfast, Irlanda, el grado de doctora en Antropología.
Quienes la conocimos y seguimos sus enseñanzas la recordamos con cariño y admiración. Fue una maestra al estilo clásico del término y un ejemplo de entrega apasionada a la tarea de construir conocimiento en un área (entonces y ahora) poco reconocida en Chile y La Araucanía. Estamos seguros que su visión del rol de las y los antropólogos como profesionales dispuestos a involucrarse en las problemáticas regionales, especialmente aquellas concernientes a las complejas relaciones chileno - mapuche, perdurará a pesar de las dificultades.
Con inquebrantable tesón seguiremos la senda por ella trazada en pro de contribuir desde el entendimiento de lo humano a tejer una convivencia respetuosa de la diversidad que nos constituye como región y país, ya sea formando nuevos profesionales, investigando la realidad o participando de cualquier iniciativa en la que seamos convocados o autoconvocados.
Dr. Marcelo Berho, antropólogo, director del Departamento de Antropología de la UC Temuco, ex estudiante y colega de la Dra. Durán.
Ambición y codicia
Por la contingencia mundial y nacional "tener pan, techo y abrigo" cobra más vigencia por ser las necesidades primarias del ser humano. Es urgente hoy comprender dónde acaban nuestras necesidades y dónde se inicia la codicia. Podremos establecer así los cimientos para una correcta forma de actuar y de pensar. Con más de una cara, puede ser de santo o de diablo; de mujer o de hombre; de virtud o maldad. Existe ambición en aquel que desea figurar, "trepar", incluso en el anacoreta que desea "alcanzar el cielo" y liberarse de este "valle de lágrimas", sostiene Ouspenky (1997).
Existen ambiciones terrenales y espirituales; muchas veces con máscaras de desinterés y/o sacrificio. A nuestro "ego" le encanta esconder la ambición dentro de múltiples repliegues de la conciencia. ¿Cuántas veces hemos escuchados? "no ambiciono nada", "amo a mis semejantes", "trabajo por ayudar a los demás", "no pido nada, pero pónganme donde hay". Hay personas que solo ambicionan "no ser ambiciosos" como "servir a la patria". La máscara del desinterés suele engañar incluso a los más astutos.
La historia del mundo ha estado llena de ambiciones. ¿Por qué Hitler se lanzó a la guerra?, ¿y Maduro?, ¿Castro?, ¿Trump?, tantos otros. Los codiciosos quieren que lo que desean les llegue al "codo" por eso es "codicia". Buscan el poder convirtiendo anhelos en una "botella de la codicia" o "embotellar a Dios en una escuela de pensamiento".
La codicia y la ambición son el resorte secreto de la "maquinaria social" en los tiempos que corren y que mueven nuestro "espíritu consumista". Confundimos "creced y multiplicaos" con "consumid y multiplicaos". Parece que nuestra arquitectura cognitiva se mueve más en esto, que en nuestra "interioridad espiritual".
Trabaja siempre en función del "más", como decía P. Escobar, en el mundo del narcotráfico, "todo lo peligroso se convierte en dinero". Si trabajamos a disgusto y por ambición, nos transformamos en una "personalidad Kalkiana" motor que dirige la ambición y la codicia con egolatría, narcisismo, e indolencia, en lugar de la honradez, transparencia, empatía, solidaridad, y compasión: "En la cadencia del verso se esconde el delito", escribió el D. Lama.
Omer Silva Villena
Culturas "sueltas"
En una columna publicada recientemente en The Washington Post, Fareed Zakaria analizaba globalmente la pandemia del coronavirus a partir de dos categorías provenientes de la psicología cultural: las culturas "sueltas" y "apretadas".
En un artículo publicado en enero de 2021, citado por Zakaria, un grupo de especialistas concluyó que los países con culturas "sueltas" tenían cinco veces más la prevalencia de contagios por covid-19 y nueve veces más muertos que los países "apretados".
América Latina, palimpsesto de culturas "sueltas", ha visto un dispar proceso de vacunación. A excepción de Chile, la región parece precipitarse al colapso hospitalario y al aumento explosivo de contagios y muertes. En todo esto, Chile, cultura "suelta" por excelencia, ha demostrado ser ambidiestro, pues dependiendo del problema existente puede ser "suelto" como "apretado", como ilustra la estrategia nacional contra la pandemia. Quizás sea hora de recordar que los países "apretados" -como los de Asia del Este-, lograron históricamente su disciplina a costa de décadas de anomia, crispación política e ingobernabilidad.
Camilo Barría-Rodríguez