Quisiera dedicar esta columna a un destacado lonko mapuche-pewenche, Feliciano Purrán. Permítanme que les cuente su historia. Purrán, señor de los pasos cordilleranos, fue uno de los últimos defensores del Wallmapu en la segunda mitad del siglo XIX. Lonko de gran poder, basaba su riqueza en las haciendas que poseía, el ganado que nunca le faltó y minas de oro que -se dice- explotaba en secreto. .
Nacido en Puelmapu (actual territorio mapuche en Argentina), formó parte de los grandes cacicazgos de Neuquén, junto a Reuquecura -hermano del gran Calfucura- y Sayweke. Emparentado además con José Santos Kilapán, los cuatro establecieron una alianza militar de respeto. Su apogeo lo vivió en las décadas de 1860 y 1870, reuniendo bajo su mando a una treintena de lonkos y cerca de dos mil guerreros. Ello lo transformó en objetivo de las fuerzas chileno-argentinas en la última etapa de la invasión militar.
Una carta fechada en 1876 del entonces coronel Julio Roca al ministro de Guerra, Adolfo Alsina, da cuenta de aquello: "Me dicen que hay indios muy ricos. Purrán, cacique importante, cuida bastante número de vacas que algunos hacen subir a diez mil [...] está de por medio el honor de la Nación averiguar qué hay de verdad en ello y qué provecho se puede sacar de estas tribus", escribe el futuro mandatario.
Purrán mezcló hábilmente durante dos décadas la guerra y la negociación con las tropas argentinas y chilenas, optando por el repliegue en la cordillera cuando el cerco militar comenzó a cerrarse sobre los mapuche. En 1879, en plena "Conquista del Desierto", propuso al gobierno trasandino un acuerdo de paz. La respuesta fue una expedición en su contra encabezada por el teniente coronel Napoleón Uriburu, que partió desde el fuerte San Rafael hasta la cordillera neuquina.
En diciembre del mismo año, asediado en diversos frentes, Purrán escribió al comandante Rufino Ortega a cargo del fuerte Chos Malal: "Tengo reunidos tres mil hombres de pelea, que no molestan, y otros tres mil en el territorio más al sur. Usted nos hace proposiciones de amistad pero quien debe mandar un jefe a parlamentar es usted, porque yo estoy en mi casa y usted aquí es un forastero. Si usted se muestra caballero nosotros corresponderemos de igual forma", le advirtió.
Nada de caballeros resultaron los argentinos.
Purrán sería capturado a traición el 15 de enero de 1880 a orillas del río Biobío, en las cercanías de la actual Lonquimay. Cayó en manos de soldados justo cuando sellaba un acuerdo de paz con el mayor Manuel Ruybal de Chos Malal. Atraído con falsas promesas, allí fue emboscado y gran parte de su gente asesinada como consta en partes militares de la época. Fue el fin del gran lonko, quien prisionero comenzaría una larga travesía que lo llevó primero a cuarteles militares de Buenos Aires, donde permaneció ocho años encarcelado, y luego a la isla-prisión Martín García.
Recién en 1888 pudo devolver el golpe a sus captores. Mediante engaños logró que un ambicioso oficial lo liberase temporalmente con la promesa de conducirlo a unas minas de oro en Neuquén. Estando en Chos Malal logró escapar, cruzando a caballo la cordillera con destino a Gulumapu (actual territorio mapuche en Chile).
Cuentan que se refugió al norte del Biobío, en las tierras de un rico hacendado chileno de apellido Padilla, viejo amigo suyo y socio comercial en sus décadas de esplendor ganadero. Allí el también llamado "Señor de los Andes", el irreductible Feliciano Purrán, residió hasta el día de su muerte.
"Purrán mezcló hábilmente durante dos décadas la guerra y la negociación con las tropas argentinas y chilenas, optando por el repliegue en la cordillera cuando el cerco militar comenzó a cerrarse sobre los mapuche".