Conmovidas por las carencias experimentadas por miles de familias de la Región a medida que se profundizaba la crisis sanitaria, fue imposible no preguntarse qué hacer ante los estragos que estaba causando la pandemia en la población. Fue así como, con un sentido de urgencia, dos mujeres de Temuco tomaron la iniciativa, reunieron víveres y comenzaron a llevarlos hasta la puerta de la casa de aquellas personas que estaban en necesidad.
De esta manera comienza a gestarse la organización Temuco Solidario, un emprendimiento ciudadano, sin colores políticos, sin fines de lucro y ciento por ciento voluntario, que acaba de cumplir un año de historia, un año de empeño para aliviar la vida de personas y que continúa activo, ahora, para dar una mano a las ollas comunes que no han parado de su esencial tarea diaria.
Paulina Alarcón y Daniela Nilo son las dos primeras "piezas" que echan a andar los engranajes de un movimiento solidario que ha llegado incluso hasta lo más alto de la cordillera, a Icalma, en la comuna de Lonquimay, para llevar un poco de alivio y calidez humana a otros seres humanos, una experiencia que a su parecer ha resultado tanto dulce como agraz, dulce porque se puede ver el poder transformador de la solidaridad y agraz porque la realidad golpea fuerte y abre numerosas interrogantes acerca de ¿cómo estamos como sociedad?
COMIENZO
"Hubo una instancia que hizo que nos encontráramos y que generó las primeras conversaciones. Fue en las reuniones del programa + Mujeres Líderes. Allí decidimos hacer algo con Paulina cuando nos dimos cuenta que la pandemia estaba dejando la embarrada. Lo primero fue reunir víveres. Paulina tiene una empresa de alimentos y decidió que por cada 10 cajas de verduras que vendiera donaría una. Así se fueron sumando donativos. Primero, entre nuestras propias familias. Y pronto empezamos a repartir las primeras cajas", relata Daniela Nilo.
Poco a poco se fueron acercando otras personas a colaborar, entre ellas, la empresaria de corretajes, Marianne Charnay (de origen francés), quien es una de las integrantes estables de este movimiento solidario, y quien asumió en un comienzo la tarea de hacer una suerte de filtro para poder focalizar la ayuda, esto debido a que como resultado de un primer llamado o catastro de Temuco Solidario se inscribieron mil familias.
La respuesta fue impresionante, aunque no extraña, dado que las cajas que comienza distribuir el gobierno llegan tiempo que partimos con nuestra iniciativa. Frente a ese volumen de personas hubo que hacer ajustes, pero fundamentalmente fueron las mismas personas las que colaboraron, dado que este trabajo es y ha sido un asunto entre personas, donde la fe entre unos y otros es la clave.
"No fue fácil hacer un filtro. Lo hicimos vía teléfono con el apoyo de voluntarias y la misma gente nos fue ayudando. Hubo quienes admitían que podía haber familias más complicadas. Muchas decidieron ceder su opción porque tenían para comer durante esa semana. Respuestas como esa nos apretaban la garganta y el estómago. Aquí lo que primó fue el acto de confianza. Nosotras no teníamos una ficha de protección social ni nada parecido, solo contábamos con la fe de un humano hablando con otro ser humano por teléfono", recuerda Paulina Alarcón.
De esta manera llegan hasta la puerta de numerosas familias de Temuco y Padre Las Casas, y dan vida toda una cadena de favores que encuentra un mayor apoyo desde el momento que la organización se da a conocer con la cuenta Instagram "Temuco.Solidario", a través de la cual van dejando registro del trabajo realizado y es allí donde se consolida la manera más práctica de ayudar, que ha sido mediante el depósito de dinero para la compra de víveres.
UN AÑO DESPUÉS
En este singular 'puerta a puerta' realizado durante un año, a lo largo del cual llegan a conformar un grupo de 14 voluntarios, las fundadoras de Temuco Solidario han sido testigos de cómo los efectos de crisis no discriminan raza ni clases sociales.
"En este trabajo nos hemos encontrado con todo tipo de familias en necesidad. Desde grupos de inmigrantes, pasando por personas enfermedas, cuidadores de personas enfermas, mujeres jefas de hogar cuidadoras de niños y trabajadores informales que quedaron sin ingresos de un día para otro, a los que se suman familias que llevaban un buen pasar y a las que les cambió la vida en 180 grados, donde incluso los dos proveedores de ingresos para la casa estaban cesantes", relata Daniela, Paulina y Mairanne.
Ideas para extender la mano y ayudar no han faltan en doce meses de labor. Junto con las cajas de alimentos, la agrupación ha realizado campañas especiales como la colecta de juguetes para niños y niñas realizada en Navidad y un singular viaje solidario a Icalma, Lonquimay, para llevar ropa de invierno y víveres a familias que viven alejadas de los centros urbanos y que saben de frío en invierno.
Para llegar a Icalma hablan primero con una profesora que hace de puente con la comunidad, quien describe la situación y conoce hasta el tallaje de cada integrante de las familias de sus estudiantes. "Nosotras compramos sacos de ropa para nieve y reunimos alimentos para repartir. Fue un viaje que valió la pena", recuerda Paulina Alarcón. "Icalma tiene una extensión enorme. La distancia de una casa a otra 'es mucha nieve' en invierno y la verdad es que esas condiciones impresionan. Hay casas con piso de tierra, no hay agua caliente y esas personas deben abrirse paso entre la nieve, sin la ropa adecuada, para llegar al camino y tomar locomoción".
Toda esa realidad asimilada ha sido también un aprendizaje para esta organización, una oportunidad de conocer personas, de hacer nuevas amistades y, sobre todo, valorar el poder de la solidaridad. "Yo creo que lo que más nos queda después de un año de trabajo es el poder de la solidaridad y el hecho que quienes no la experimentan se la pierden", comenta Marianne Charnay, a lo que Paulina Alarcón agrega que es imposible no enfadarse y preguntar ¿por qué la gente debe depender de la solidaridad para sortear una crisis como esta?