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ba de manera muy fuerte con el "estallido social" de octubre de 2019. Por tanto, el conflicto simbólico es entre gobernantes y gobernados, expresado en una profunda rabia contra el poder -tanto económico, político y social- y especialmente por cómo el poder se origina, usa y distribuye. Lo que ocurrió el fin de semana pasado fue la forma normativa y democrática de decir "que se vayan todos".
-¿Puede funcionar adecuadamente la democracia con demasiada presencia de independientes y con poca de los partidos?
-Funciona, pero de una manera distinta a lo que conocemos. Los partidos políticos son organizaciones que se ordenan y subordinan a relatos globales y generales. Lo que hemos visto como tendencia dominante, y que se expresa en específico en el mayor protagonismo de los independientes, es la asunción de la política de las causas. Lo anterior instalará la fragmentación y dispersión, dejando atrás la clásica lógica de verticalidad de la representación política, dando lugar a una horizontalidad líquida y flexible, que no sólo reordena el escenario político, sino que hace menos predecible la orientación del debate y el alineamiento de sus principales protagonistas.
-Parece innegable que los partidos de la política tradicional resultaron muy abatidos: ¿eso vale para esta elección de constituyentes o cree que será algo que persistirá de aquí en adelante?
-Las próximas elecciones, cuyo escenario y resultados eran relativamente predecibles, serán el nuevo centro de atención y muy especialmente por el reordenamiento político que se ha generado en Chile. Ya no es evidente que la derecha tenga asegurada la continuidad en el Gobierno y se abren múltiples posibilidades, impensadas hasta el viernes de la semana pasada. Igual cosa ocurre con el próximo Congreso, cuyo sistema electoral y unidades territoriales para su elección son idénticas a las verificadas para la elección de la Convención Constitucional, con los sorpresivos resultados que ya conocemos.
-La derecha, a pesar de la unidad en su lista, quedó particularmente magullada: ¿no basta la unidad entonces?
-Es que la unidad no tiene sólo una dimensión electoral. Lo más relevante es procurar la unidad de valores, ideas y propósitos, junto con los diagnósticos e instrumentos para afrontar las complejidades de este momento político. Y en todo aquello, la derecha está más dividida y desunida que nunca.
-Lo ocurrido a la derecha, ¿puede ser visto como una debacle para ese sector: no alcanzó el tercio esperado para la Convención, perdió una gran cantidad de alcaldías importantes y no logró algunas apuestas a gobernadores.
-Es, sin duda, su peor resultado en décadas y, por lo mismo, efectivamente nada menos que una debacle. Pero nadie está de forma permanente muerto en política y el gran desafío de ese sector -como diría Edgar Morin- es interpretar el espíritu de esta época. Y sospecho que, tal como se han equivocado en los últimos años, al igual que las otras fuerzas tradicionales, quizás lo sigan haciendo ahora; quedándose más en las recriminaciones y cuentas que internamente desean cobrar. Hay una cuestión profundamente cultural en la derrota de la derecha y, por lo mismo, el diagnóstico que pudiera hacer posible su recuperación debe asumir que para su reconstrucción no bastarán los parches tácticos.
-¿Tienen explicaciones distintas lo ocurrido con la alcaldesa Barriga en Maipú y el alcalde Alessandri en Santiago?
-Diferentes, pero no tanto. A primera vista pareciera que es el triunfo de la izquierda sobre la derecha, pero, en realidad es más profundo que eso. En ambos lugares es la tensión entre lo nuevo y lo viejo, es el asalto a la elite por parte de las fuerzas ciudadanas, y es también un afán por materializar la voluntad de cambio. El nuevo alcalde de Maipú no es un radical o revolucionario, sino que un exalumno de un colegio de la elite (Cumbres), al que tempranamente su vocación social lo llevó a trasladarse a Maipú, arraigarse en esa realidad, con sus esperanzas y dolores, para ahora representar a esos ciudadanos poniendo la atención y foco en los problemas de los vecinos. Algo parecido ocurrió en Santiago, la nueva alcaldesa presenta mucho más que su afiliación política comunista, en una suerte de símbolo que pone fin a lo tradicional, materializando el castigo contra las elites.
-El panorama tampoco es muy alentador en "centroizquierda". ¿Cómo entender lo que ocurrió?
-Hasta los ciclos más virtuosos de la política, tienen un inicio y un término. Y cuando se acerca ese fin, hay dos comportamientos habituales tan contradictorios como equivocados. El primero es pretender reeditar y preservar los códigos, discursos y maneras del ayer para una realidad completamente diferente (la ex Concertación). La segunda es suponer que para refundarse hay que renegar de todo lo obrado, intentando borrar una historia, y suponiendo que de esa forma ganarán el favor de los más críticos y en especial de las nuevas generaciones. La centroizquierda, como expresión de quienes monopolizaron la conducción política de las últimas tres décadas, está llegando a su irremediable fin. Y no se trata de que algunos de sus liderazgos o protagonistas no puedan serlo en el futuro, pero hay que terminar de morir para renacer, y muy especialmente si se quiere ser creíble con un proyecto político, social y económico para un tiempo completamente diferente de nuestra historia.
-¿Hay motivos para alegrarse por los resultados de parte de una izquierda más "radical", Frente Amplio y Partido Comunista, o tiene algo de espejismo?
-Hay muchas razones para alegrarse o, al menos, que alivian ciertos temores previos. Quizás lo más significativo es que muchos de los que no confiaban en este proceso y lo criticaron duramente, al punto de pretender "rodear" a los constituyentes para presionar por la voz "del pueblo" y los ciudadanos, hoy se están sentando en la Convención. Por lo mismo, y aunque por razones diferentes a las que a mí me hubiera gustado -densidad democrática y compromiso con las reglas de juego-, evidentemente que baja el riesgo de la violencia (física y verbal) u otras formas de coacción que conspiraban contra la legitimidad de ese debate.
-La votación demostró que Pamela Jiles no tenía tanta convocatoria como ella u otros creían, al menos para guiar votaciones. ¿Cree que hubo algo de castigo a ciertas actitudes? ¿eso afecta su posible irrupción presidencial?
-No sacaría conclusiones definitivas todavía, como tampoco las saqué con motivo de la encuesta CEP. Una cosa es la irrupción de nuevos códigos y maneras de hacer política, donde se privilegia la inmediatez, en una suerte de cultura pop muy propia de los medios de comunicación, tradicionales y digitales, y otra cosa es que esa transitoria valoración se traduzca en preferencia electoral. Creo, además, que muchas de las puestas en escena de Pamela Jiles conspiran contra lo que ella misma dice representar. Sin ir más lejos, lo último, ocurrido en un lugar de votación, fue la expresión más brutal del abuso, el privilegio y la desigualdad ante la ley.
-Ha habido efectos de las votaciones en la carrera presidencial. Por ejemplo, Ximena Rincón y su no inscripción en primarias. ¿Cómo ve las posibilidades de Unidad Constituyente en cuanto a sus candidatos existentes?
-Bueno, esa teleserie ya terminó, y de manera bien patética e irrelevante, habría que agregar. A estas horas ya sabemos que ese sector político no tendrá primarias legales, repitiendo el libreto de la última elección presidencial, con todos los costos que aquello significó. Pero a diferencia de la vez pasada, en esta ocasión las consecuencias serán mayores y asumo que dicha familia política -la mía, dicho sea de paso- no tiene posibilidades de pasar a una segunda vuelta y menos entonces de aspirar a la conducción del Gobierno.
-¿Tiene opción de surgir la candidatura de Yasna Provoste?
-Todo indica que es la última opción que les va quedando y ciertamente la mejor de todas las disponibles hasta ahora. Con todo, una cosa es la valoración transversal del rol que está teniendo la presidenta del Senado -segunda autoridad de la República- y cosa diferente es que aquello se traduzca en preferencias electorales que puedan alterar el escenario actual. Insisto, es la mejor alternativa existente; pero, también insisto, no creo le alcance para revertir el escenario de que la segunda vuelta sea entre la derecha y la izquierda más dura.
-¿Pudo la votación apoyar la tesis de Lavín de ser candidato único de la UDI y sigue él manteniendo la mejor opción en su sector?
-Lavín sigue siendo la alternativa más competitiva de la derecha. Además, y para cualquier candidato, siempre es mejor competir contra opciones más radicalizadas que moderadas. Pero si antes del fin de semana dábamos por probable que la derecha podía continuar cuatro años más en el poder del Gobierno, hoy eso es un signo de interrogación. El escenario se barajó por completo. La derecha con Lavín estará en la segunda vuelta presidencial, pero el resultado de ese balotaje tiene pronóstico reservado.
-¿Cree que los resultados pueden tener efecto en reafirmar a Jadue como presidenciable, por una parte, y darle alguna opción a Boric, por la otra?
-Jadue mantiene la primera opción dentro de esa primaria. Sin embargo, creo que la última votación de los sectores que representan al Frente Amplio le da un nuevo aire a ese sector y a quien será su candidato. Pero más importante que eso es que el deterioro y la debacle de la centroizquierda pudiera devenir en que, una parte de ella, se alinee detrás de Gabriel (Boric). Dicho de otra forma, somos muchos los que estamos pensando en ir a votar a esa primaria; y no por resistir a Jadue, sino porque quizás el futuro de una izquierda social y reformista encuentre una mejor esperanza en lo que simbólicamente podría representar Boric.
-Mientras tanto, estará funcionando la Convención Constituyente. ¿Qué espera de ella?
-Por de pronto, espero que no se entrampe la discusión del reglamento y que no prosperen los cuestionamientos a las reglas que contribuyeron a este acuerdo -como la de los 2/3, por ejemplo-, pues aquello sólo abona para un futuro cuestionamiento a su legitimidad. También espero que sus integrantes entiendan el peso que soportan sobre sus hombros y la necesidad lograr acuerdos importantes en beneficio de la comunidad política y nuestro futuro contrato social, para lo cual habrá que transitar de la protesta a la propuesta y de la denuncia a los anuncios. Y espero también que más allá del resultado, el procedimiento y formas del debate, nos permita recuperar la legitimidad social extraviada. Aquí el método será el mensaje, es decir, la forma de la discusión y su alcance es lo que permitirá que los ciudadanos se sientan más protagonistas que testigos de este momento, generando paciencia, lealtad, deberes y obligaciones para lo que construyamos de manera colectiva y sintamos que es de todos.
Navarrete cree que en esta elección ningún sector político puede decir que no sufrió una derrota.
"Es, sin duda, su peor resultado (de la derecha) en décadas y, por lo mismo, efectivamente nada menos que una debacle. Pero nadie está de forma permanente muerto en política".
"Asumo que
dicha familia política (Unidad Constituyente) no tiene posibilidades de pasar a una segunda vuelta y menos de aspirar a la conducción del Gobierno".