La reina no viene, el Papa desistió, Xi Jinping no apareció, pero sí más de 40.000 personas, desafiando las restricciones sanitarias y sometiéndose a test antígenos cada día, han llegado a Glasgow, a pesar del frío y la lluvia intermitente. La discusión que se está llevando a cabo en la COP26 será clave para volcarnos a combatir con decisión el cambio climático.
El mundo está en ascuas y esta cumbre se transforma en la última gran esperanza que tiene el mundo para mantener y no sobrepasar el calentamiento global en 1,5°C al 2050. La gran expectativa para todos es que China y EE.UU. acuerden sobre el mercado de carbono para compensar a los países más pobres.
En este escenario los 120 líderes mundiales tienen la enorme responsabilidad de actuar con sentido de urgencia. Ya vemos algunos avances donde se comprometieron a terminar con la deforestación y reducir en 30% las emisiones de metano para 2030. No obstante, continentes, países, pueblos originarios, pequeños agricultores, migrantes, mujeres, jóvenes, niños y niñas, son muestra de que reducir las desigualdades es imperativo si queremos generar soluciones, adaptación y resiliencia.
Es clave entender la estrecha vinculación de los temas medioambientales con el contexto social y el mundo nos está develando con la pandemia que necesitamos centrarnos en las personas y el territorio, y cerrar las desigualdades que vive la humanidad.
El sector privado tiene un importante rol que cumplir; para cambiar el foco e instar a nuestros líderes a cambiar el eje de acción. ¿Cómo? Invirtiendo en las personas y en el planeta, el Desarrollo Sostenible. En última instancia, y como lo hemos apreciado estos días en la COP26, con las buenas noticias acerca de financiamiento para este fin. Toda empresa necesita ser resiliente, porque cuando los desastres emergen, amenazan la continuidad de los negocios, y la mejor forma de prevenir es construir sociedades justas, pacíficas, inclusivas y en equilibrado balance con su entorno, para lo cual se requiere inversión.
En ese sentido, el Estado de Chile se ha comprometido a reducir sus emisiones con un máximo de 1.100 millones de toneladas de carbono entre 2020 y 2030 y ha establecido cupos de responsabilidad para cada área. Transporte será la que mayor (29%), seguida de Energía (26%) y Minería (16%).
La Estrategia Climática de Largo Plazo (ECLP), que ha sido presentada acá, consta de 407 metas concretas para reducir las emisiones en todos los aspectos de la sociedad, entre los que destaca completar el 100% de la protección de áreas marinas para 2025, cambiar la matriz energética que es abastecida mayormente de fuentes térmicas (51,7%) a energía renovable para 2040, o tener un mercado automotor 100% de vehículos de cero emisiones en 20 años.
Grandes logros y desafíos, pero marginales a nivel planetario, ya que aquí en Glasgow todos están expectantes de las resoluciones de las grandes potencias, pero los resultados son aún inciertos. Sin embargo, a pesar del SOS mundial, se ven acá, la esperanza de tomar decisiones es, lo último que se pierde.
El mundo está en ascuas y esta cumbre se transforma en la última gran esperanza que tiene el mundo para mantener y no sobrepasar el calentamiento global en 1,5°C al 2050. La gran expectativa para todos es que China y EE.UU. acuerden sobre el mercado de carbono para compensar a los países más pobres.