El ajuste de cuentas de Vivian Gornick
La escritora nacida en el Bronx, autora de "Apegos feroces", regresa con el libro "Cuentas pendientes", donde repasa lecturas que la marcaron y que revisitó con décadas de diferencia.
Ensayista, crítica literaria y memorialista, la escritora Vivian Gornick se las arregla para mantenerse activa y hacerse tiempo para comentar su trabajo más reciente en ser traducido al español, "Cuentas pendientes", un intuitivo compendio de los libros que leyó en su vida, que muestra cómo ha cambiado la percepción que tiene de ellos.
En el volumen salen a relucir sus lecturas de Colette y Marguerite Duras, así como de Natalia Ginzburg, Doris Lessing y D.H. Lawrence, pasando por autores menos conocidos como Elizabeth Bowen y J.L. Carr.
El 23 de noviembre a las 19.00 Gornick estará en el canal de YouTube de la Facultad de Comunicación y Letras UDP, como parte de la cátedra Roberto Bolaño.
Desde su departamento del West Village neoyorkino, y flanqueada por sus gatos Boo y Pussy, la autora de "Apegos feroces", de 86 años, cuenta cómo empezó a perfilar este libro.
Dice que todo partió con "Howard's End", de E.M. Forster, que empezó a releer con una amiga. "Es una novela bastante misteriosa, en muchos sentidos. Cuando era joven la leí en la universidad, y percibí el misterio del libro. Como jovenzuela me quedé con el misterio. La verdad es que me revolqué en el misterio, a todos nos encanta un buen misterio, pero no pude desentrañar lo que tenía el autor en la cabeza, lo que quería que entendiéramos. Lo leí 40 años después y lo entendí. Entendí lo que podía decir y lo que no podía decir y que el misterio desembocó en una incapacidad de decir abiertamente lo que tenía en la cabeza. Esto lo escribí en una pieza pequeñita que se publicó en el New York Times".
-¿Cómo decidió qué libros iba a incluir, de qué relecturas hablaría?
-La verdad es que es difícil de responder, porque no lo sé. Dejé que un libro se me sugiriera, y después otro. Por ejemplo, hay algunos que puedo rastrear muy bien: la parte sobre Colette me llevó a Marguerite Duras. Lo que resultó interesante es que Marguerite Duras, en mi cabeza de repente me llevó a Elizabeth Bowen y este tipo de conexiones me parecieron correctas a nivel intuitivo. Casi toda la selección, y el lugar que ocupan, fue mi intuición quien me dijo que eran unas transiciones correctas.
-¿A qué le prestaba atención?
-Presté mucha atención a la lectura de un libro, sabiendo que luego tenía que venir otro. Intenté darle unidad porque no tenía que ser una colección de cosas separadas. La lucha es siempre cómo sacar un libro de todo esto. Si es un compendio, una colección aleatoria, es mucho menos potente. No tiene tanta vida y el lector realmente debe sentir la unidad de tu pensamiento. Esta es la parte interesante, la parte que me entusiasma, prestarle mucha atención a las transiciones de modo que el lector quizás no perciba que es una transición tan natural lo que viene.
-¿Cómo insertó su propia experiencia?
-Me di cuenta de que si iba a utilizarme a mí misma, tenía que ser para revelar el libro. Es una experiencia que estoy segura que le suena a todo el mundo. Te lees un libro a una edad, luego te lo lees a otra edad, luego más tarde y ves cosas muy distintas en cada lectura.
Hijos y amantes
"Cuentas pendientes" abre con la novela de D.H. Lawrence "Hijos y amantes", un libro que, cuenta Gornick, fue el primero que identificó abiertamente como literatura. "Me he llevado toda la vida leyendo, desde que era niña, pero nunca supe que leía literatura hasta que llegué a 'Hijos y amantes'. En los siguientes quince años me lo releí tres veces, y cada vez me identifiqué con un personaje distinto, porque cada personaje lleva su propio peso de experiencia, y yo la lectora, tenía que dar con el ritmo para estar a la altura de esos personajes", explica.
En cuanto a su labor como memorialista, y consultada sobre hasta qué punto un libro de memorias constituye un ejercicio de autoficción, la autora suelta una espontánea carcajada. "Wow (risas), llevo 40 años respondiendo esa pregunta. Una memoria es una pieza de experiencia compartida. La diferencia principal -entre una memoria y una novela- es que el lector sabe que en una memoria el narrador es el escritor. Es decir, que la narración emana del escritor, aunque la novela también esté contada en primera persona, aunque el narrador sea 'yo'", afina. Y sigue: "En una novela tenemos más personajes que interactúan entre ellos y que son los que generan el drama necesario para que la narrativa avance. En una memoria solo te tienes a ti misma para producir ese drama, esa acción. Estás allí para perfilar una pieza de experiencia, no estás escribiendo una autobiografía ni la historia de tu vida".
-¿Cómo fue en el caso de "Apegos feroces"?
-Cuando empecé a escribirla pensaba que estaba todo en el pasado, que todo era agua pasada, pero al cabo de 40 páginas me di cuenta de que tenía muchas cuentas pendientes con mi madre y que no podía simplemente escribir sobre el pasado. El libro salta para atrás y para adelante con mi madre y yo andando por Nueva York, y luego mi madre y mi hermano cuando éramos pequeños. Me di cuenta de que quería que este grupo de mujeres hablaran entre ellas, que se reconocieran las unas y las otras. Ahí entendí que era una pieza sobre la experiencia, una parte de la experiencia que yo tenía que perfilar, y la esencia de dicha experiencia fue que yo no podía abandonar a mi madre porque me había convertido en mi madre, tal como reconocemos muchos de nosotros cuando vivimos lo suficiente.
"Te lees un libro a una edad, luego te lo lees a otra edad, luego más tarde y ves cosas muy distintas", dice la autora.
"Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente"
Vivian Gornick
Editorial Sexto Piso
172 páginas
$ 23.900 (tienda online)
Por Amelia Carvallo
"Me he llevado toda la vida leyendo, desde que era niña, pero nunca supe que leía literatura hasta que llegué a 'Hijos y amantes'"
Josh Libatique Windham