Correo
Negligencia inexcusable
Es impresentable que ante el alevoso asesinato del Sargento 1ro. de Carabineros Francisco Benavides García el 24 de mayo de 2021, mientras, en cumplimiento de sus funciones, concurrió a despejar vías de la comuna de Collipulli que habían sido bloqueadas por árboles derribados por desconocidos; la patrulla de la que formaba parte; fue emboscada a mansalva por un grupo de delincuentes, con armas de grueso calibre falleciendo a consecuencias de los disparos recibidos; el Gobierno a través del Delegado Presidencial de la Araucanía, no haya formalizado la respectiva acusación ante el Juzgado de Garantía de Collipulli.
Lo anterior, pese a ser querellante en la causa, con las graves consecuencias que para el proceso conlleva, en la búsqueda de castigar a los autores de este alevoso crimen y lo más importante, la anhelada justicia a la que tienen derecho su esposa y pequeños hijos.
Es de esperar una enérgica protesta de parte de Carabineros de Chile a esta omisión inexcusable, toda vez que el apoyo de las autoridades de Gobierno a dicha institución, no solo se debe traducir en palabras, sino en hechos concretos que la fortalezcan en su lucha permanente contra la delincuencia, en beneficio de toda la ciudadanía.
E. Peña Monsálvez
Día de la Gastronomía Sostenible
Si hablamos de contradicciones, esta es de las más impresionantes: cerca de 193 millones de personas sufren hambre en el mundo, pero al mismo tiempo casi un 15% de toda la producción alimentaria global se pierde, desde el momento de la cosecha hasta la venta. Solo en 2019 aproximadamente 931 millones de toneladas de alimentos fueron desperdiciadas.
Esta es solo una de las caras que muestra lo poco sustentable que es la gastronomía y el rol que nos compete como empresas a la hora de cambiar esa realidad. Todos quienes elaboramos productos que nutrirán a las personas debemos preocuparnos por conectar y dar un trato justo a los pequeños agricultores, diversificar la producción y los ingresos y proteger los recursos naturales.
El chocolate, que es sinónimo de placer para muchos, esconde una industria llena de injusticias sociales y ambientales que desde Latinoamérica nos hemos propuesto cambiar. Creamos un modelo de negocios único, rentable, que protege el 2,5% del banco genético del mejor cacao del mundo, sin usar químicos, pesticidas ni fertilizantes y, lo más importante, poniendo en valor el trabajo de los verdaderos protagonistas de cada barra: nuestros agricultores.
No digo esto para que nos elogien, pues no es más que nuestro deber, lo menciono para hacer un llamado a todo el sector alimentario a practicar una nueva forma de hacer empresas más ética y responsable. Literalmente nos hemos comido el planeta, pero aún estamos a tiempo de detener esas malas prácticas. Construyamos un sistema que entrega alimentos nutritivos, trata de forma justa a los productores y se relaciona de manera sostenible con los recursos naturales y el medioambiente. Si realmente lo queremos, es posible.
Saniago Peralta
Sobre la rabia
Desde hace ya un tiempo, la rabia ha venido permeando todas las capas de la sociedad. Lo vemos en los improperios escuchados en las calles, en la falta de tolerancia, en las redes sociales, en los discursos públicos e incluso en los convencionales. Y es muy complejo abordar los desafíos de un país cuando sus integrantes sienten esa emoción.
Martha Nussbaum, en un fantástico libro sobre el tema, nos dice que lo que es esencial en la rabia es el deseo futuro de sufrimiento al agente que la causa, un deseo de que tal agente esté mal, generando así un sentido de retribución.
Aristóteles va en la misma dirección, añadiendo la idea de que la causa de la rabia es un menosprecio imaginado realizado por personas que no tienen razones legítimas de menospreciarnos.
Esa vulneración del valor propio, que es posiblemente lo que está detrás de la noción de dignidad, ha traído un efecto problemático: exteriorizar la rabia buscando el sufrimiento del otro por el solo hecho de causarlo.
Pero al hacerlo, no se elimina el mal que dicho agente ya cometió. En consecuencia, el mal termina multiplicándose. De ahí que filósofas como Agnes Callard concluyan que la rabia no es justa ya que no se traduce en un esfuerzo por resolver un problema.
Lo crucial, entonces, es comenzar por ese reconocimiento, para reparar y, finalmente, perdonar.
El país requiere pasar de la rabia a la reparación y al perdón. No será posible la construcción de un proyecto común si aquello compartido sigue permanentemente roto.
Guido Larson Bosco, Universidad del Desarrollo