El Ministerio de Salud ha dicho que se han administrado 6,9 millones de dosis de la vacuna contra la influenza en el país, lo que significa que el 83% de la población objetivo ya se encuentra inmunizada. Se espera que en los próximos días se cumplirá la meta del 85% que se plantearon las autoridades al inicio de la campaña.

El programa de vacunación se inició el 16 de marzo, dirigido a grupos definidos de la población que tienen riesgo de sufrir complicaciones severas de la enfermedad. Se anunció inicialmente que la campaña se mantendría hasta el 16 de mayo o hasta que se cumpliera la meta de vacunación del 85% a nivel nacional. Y así ocurrió, porque en todo el país se alcanzó el 70,5%, al cumplirse los dos meses, que resultó insuficiente, por lo que la campaña siguió adelante.

La influenza es una enfermedad grave y contagiosa, causada por un virus que se transmite al toser, estornudar o por secreciones nasales. Su agravamiento puede llevar a la hospitalización e incluso provocar la muerte por complicaciones como la neumonía y la bronquitis severa. Asimismo, la influenza puede ser causa de enfermedades como la diabetes, el asma y patologías cardiopulmonares. Por ello, vacunarse todos los años es la mejor manera de disminuir el riesgo. Los grupos priorizados para la vacunación gratuita son las personas mayores de 65 años; enfermos crónicos entre 11 y 64 años; embarazadas en cualquier etapa de gestación; niñas y niños de los 6 meses hasta quinto básico; también los trabajadores de la educación preescolar y hasta quinto básico.

El Ministerio de Salud ha llamado a las personas que se encuentran en el grupo objetivo a vacunarse contra esta enfermedad. Algunos especialistas han planteado su inquietud por la situación que está viviendo Perú, donde las autoridades sanitarias establecieron una alerta epidemiológica.

Hay que prepararse para un escenario que podría ser muy complejo este invierno si no se acatan las medidas de emergencia que se han dispuesto, entre ellas, el llamado a inmunizarse contra la influenza y contra el covid-19.

En nuestra cultura, el significado de "ser hombre" o "ser mujer" está fuertemente arraigado, lo que ha legitimado la desigualdad histórica presente entre hombres y mujeres. Deconstruir estereotipos e instalar nuevas formas de relacionarnos, es necesario si queremos ser parte de una sociedad justa y equitativa.

En Chile, el 20,1% de las mujeres se encuentra en la línea de la pobreza multidimensional, es decir, 1 de cada 5 mujeres está en esta situación, más desfavorable respecto de las demás, añadiendo complejidades que no permiten mejorar su calidad de vida (CASEN, 2017). En la dimensión del acceso al trabajo, existe una brecha profunda de género debido a múltiples factores que dejan a las mujeres en posición de desigualdad. En Chile, ellas siguen siendo las principales responsables de las tareas domésticas y de cuidado. Se suma a lo anterior, que un 84,9% de los hogares monoparentales está a cargo de una mujer, las que, en su mayoría, no reciben ninguna contribución de los padres para la crianza y educación de los hijos e hijas comunes.

La feminización del trabajo y el cuidado no remunerado explica la división sexual de este, lo que obstaculiza la participación equitativa de las mujeres en el mercado laboral, comprometiendo no solo la autonomía económica de las mujeres, sino que les impide generar ahorros suficientes para acceder a pensiones, por ende, gozar de un nivel de vida digno en la vejez. De igual modo, la brecha salarial entre hombres y mujeres producto de la segregación del trabajo no hace más que perpetuar las violencias estructurales contra las mujeres.

Es necesario eliminar todas las formas de violencias que afectan a las mujeres y a las niñas para alcanzar un desarrollo sostenible, para lo cual se requiere de un conjunto de acciones entre los distintos sectores en pro de la igualdad de género que permitan erradicar las brechas existentes en educación, empleo, participación laboral, salarios, seguridad y protección social, para lo cual se requiere reconocer el trabajo de cuidado no remunerado, promover la igualdad de oportunidades en el empleo, incentivar la participación laboral de las mujeres, fortalecer las redes de cuidado, entre otros, transformaciones que en su conjunto busquen eliminar las desigualdades estructurales que las mujeres experimentan.

Paula Jara,

psicóloga con postítulo en Familia,

Violencia e Interculturalidad UCT