Ley de Integración Social: ¿para dónde vamos?
La integración va a requerir no solo de normas, sino también de liderazgos e integración entre el mundo público y privado.
Existe evidencia en la literatura especializada en relación a los componentes socio espaciales de una ciudad, que los habitantes urbanos se comportan homogéneamente a la hora de querer vivir en un lugar determinado. En términos simples, pareciera ser más cómodo construir pequeños espacios como una sociedad "entre nos". Esto se ve altamente evidenciado y potenciado en la segregación residencial que muchas veces opera desde las dinámicas económicas del suelo, determinando fragmentos diferenciados social y espacialmente con ciertas dificultades para integrarse entre ellos.
La realidad, en una simpleza irreductible a la hora de mirar nuestras ciudades de tamaño medio, es la existencia de un centro y periferias, muchas veces inconexas o no auto suficientes, dependiendo en muchos casos de servicios y/o equipamientos fuera de algunos sectores forzando el desplazamiento de habitantes, requiriendo para ello el uso del transporte público y privado. No cabe duda que mientras mayores sean satisfechas nuestras necesidades dentro de un entorno a 15 minutos caminando, nos encontraremos con una mejor ciudad, dado que el desplazarnos en un rango de tiempo como el indicado, contribuye en mejorar nuestra calidad de vida, y en ciudades como las de nuestra región esto es posible o al menos abordable desde el diseño, gestión y planificación de la ciudad.
Recientemente el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Cámara Chilena de la Construcción han publicado resultados sobre el estudio del índice de calidad de vida urbana donde nos muestra que un tercio de la población nacional, analizadas 99 comunas del país, vive en entornos urbanos de baja calidad de vida, entre ellos, nuestra región tiene una posición lamentablemente destacada. Esto no es menor dado que para la realización de este estudio se analizan diversas variables que tienen directa relación con los desafíos existentes en la construcción de ciudades más integradas y que promuevan una mejor calidad de vida. En este sentido, la formulación de políticas públicas que orienten sus propósitos en generar un piso o nivelar hacia arriba la calidad de vida de los ciudadanos, se hace cada vez más necesario.
A partir de lo hasta aquí expuesto, la nueva ley de integración social (21.450) tiene absoluta pertinencia en influir en mejoras a nuestras ciudades, ya que establece claros objetivos que apuntan a una ciudad más integrada, menos segregada, orientada a disminuir la segregación, en fin, una serie de valores y que nadie puede estar en contra de estos nobles principios. El problema radica muchas veces en la gestión de la ciudad, en quienes influyen en la toma de decisiones, por lo general abordada a corto plazo, descuidando lo importante y la proyección a largo plazo. Hoy concretamente existen desafíos relevantes en la reducción del déficit habitacional en un 40% a nivel país, lo que demanda la construcción de 260 mil viviendas a nivel nacional en un período comprendido desde el 2022 al 2025, y para el caso de nuestra región más de 13 mil viviendas, lo que representa la reducción en un 73% del déficit habitacional (MINVU). Lo anterior demandará la aceleración e industrialización de procesos de construcción y de gestión de suelos que permitan materializar dichas metas, pero por cierto que se deberá resguardar que el entorno donde estas se construyan forme parte de la oferta, la relación de la vivienda y servicios, equipamiento y tantas variables que no deben descuidarse. En definitiva, la integración va a requerir no solo de normas, sino también de liderazgos e integración entre mundo público y privado, entre otros aspectos, para dar forma a las ciudades donde la integración social se materialice como una cultura ciudadana.
Hugo Cruz Véliz,
Arquitecto, magíster Hábitat Residencial
U. De Chile, Oficina Plan Maestro Chile