Principio de valoración de la democracia
Recientemente hemos visto como tras un largo desgaste de sus instituciones el Estado democrático de Derecho se rompe en Perú. Sea cual sea el color político o la forma del quiebre, estas son siempre oscuras noticias para Latinoamérica.
La democracia como concepto político no siempre se ha entendido de la misma forma. Desde su origen griego, cuando los partícipes en ella eran solo unos pocos hombres con cierto estatus, excluyéndose mujeres, esclavos y otras personas sin riquezas, hasta nuestros días, en que significa algo muy distinto, donde el quién y el cómo se toman las decisiones democráticas apunta al pueblo en procedimientos con voto universal, con ampliación de la participación ciudadana y donde la protección de los derechos fundamentales se ha convertido en la sustancia de las democracias, en palabras de Ferrajoli.
Así, la democracia se ha convertido, más allá de un procedimiento, en un principio. Se trata de una aspiración jurídica y política para la regulación de la convivencia en sociedades complejas y, por tanto, de un consenso social.
Una encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) da cuenta que pese a la desconfianza en las instituciones, en Chile aún un 61% de personas cree que este sistema es preferible a cualquier otra forma de gobierno, aunque un 53% estima que la democracia chilena funciona de manera solo regular (Estudio Nacional de Opinión Pública, agosto 2022).
Sin embargo, hay que agregar que la democracia no es un principio o una forma teórica de gobierno, sino que es también un proceso social y político, que se perfecciona y profundiza en tanto se le atribuya un valor central en el espacio público. Por ello, la valoración que le dé la sociedad es clave. Distintas actitudes pueden ir socavándola, desde quitarle valor o cuestionar la elección democrática en la configuración de órganos generadores de consensos políticos hasta la valoración de la fuerza por sobre el diálogo.
La democracia como principio debe ser valorada en la esfera pública y como mecanismo institucional puede y debe ser profundizada, para evitar caer en la deriva de la deslegitimación de las instituciones y procesos democráticos.
Priscilla Brevis, Universidad de Las Américas Sede Concepción
"Ordem e Progresso"
La democracia liberal, la cual predomina en los países de occidente, se caracteriza por la división de poderes, libertad de expresión, defensa del Estado de derecho y elecciones libres y justas. Son estos los principios que permiten que diferentes pensamientos, religiones y formas de ver la vida en sociedad encuentren en latinoamérica una tierra fértil para desarrollarse, reunirse y discutir ideas. Son, precisamente, las instituciones occidentales las que permiten que el liberalismo, conservadurismo, socialismo, comunismo y otras tendencias políticas, tengan la posibilidad de promoverse, crear un partido y llegar a gobernar un país.
Con lo expuesto, es imprescindible que exista una tajante condena ante los hechos ocurridos en Brasil donde una turba usó la violencia para vandalizar algunas de las principales instituciones democráticas de la capital poniendo en riesgo una de las cosas más importantes para preservar una sociedad libre: su democracia.
Gabriel Mora
¿Cómo formar mejores ciudadanos?
Una de las tantas enseñanzas que nos dejó la pandemia y las largas cuarentenas en las que nos vimos forzados a permanecer encerrados en nuestras casas, es que la educación de los niños y jóvenes requiere de una multiplicidad de elementos, que van más allá que impartir un contenido y repetirlo en una prueba.
La necesidad de socializar, compartir, opinar, debatir y dialogar es esencial para generar conocimiento. Porque ese es el objetivo del sistema educacional, generar conocimientos en los estudiantes, y esto no se basta con extenuantes horas de clase, con un currículum centrado en tener un buen resultado en el Simce o Paes.
Creo necesario que los establecimientos den un paso adelante en esta materia y permitan a sus estudiantes analizar los contenidos de forma integral, no solo por cumplir con las horas exigidas por el Ministerio de Educación.
Es incomprensible que a un estudiante no se le permita opinar o disentir de un contenido, o que las clases no puedan ser reemplazadas por charlas que presenten distintas perspectivas de un mismo tema. Creer que los escolares no pueden aprender así, es menospreciar sus habilidades y no fomentar su pensamiento crítico.
El pensamiento crítico y la capacidad de análisis son fundamentales para el proceso educativo, no tan solo para ser buen estudiante, sino que también para formar buenos ciudadanos. Negarse a recibir una charla o a participar de una conferencia con académicos de nuestras universidades locales, es negarles el conocimiento a sus estudiantes y, además, negarle la posibilidad de ser mejores ciudadanos.
Juan Francisco Reyes Santibáñez