Frases
"Una de las primeras medidas fue la solicitud de sobrecupo, pero no será la única".
Ricardo Jaramillo,
"Una de las primeras medidas fue la solicitud de sobrecupo, pero no será la única".
Ricardo Jaramillo,
Este sábado 1 de abril comenzó a regir en la Intercomuna de Temuco y Padre Las Casas la temporada de Gestión de Episodios Críticos, por lo que con ello parte el monitoreo diario de la calidad del aire en la zona saturada, lo que implica el inicio de las restricciones al uso de leña, según el pronóstico de cada día.
Se trata de una medida que busca mejorar la calidad del aire en ambas comunas y afecta a cerca de 50 mil hogares que integran la denominada "zona de restricción", correspondiendo 44.541 hogares en Temuco y 5.751 en Padre Las Casas. Es decir, en caso de que el pronóstico del aire así lo indique, en esa zona los hogares deberán someterse a la normativa y seguir las indicaciones de la autoridad, las que incluyen, entre otras medidas, el no uso de las estufas a leña en ciertos episodios.
Ahora bien, el cumplimiento del plan de descontaminación será fiscalizado por inspectores de la Seremi de Salud, quienes pueden incluso iniciar un sumario sanitario contra aquellos hogares que infrinjan la normativa, lo que puede derivar -dependiendo la gravedad de la falta- en onerosas multas.
De hecho, durante la temporada GEC del año 2022, las fiscalizaciones realizadas por los inspectores de la Seremi de Salud fueron un total de 1.008, las que derivaron en 573 sumarios sanitarios y 1.030 visitas educativas.
Por ello, se hace necesario que la ciudadanía conozca el plan y adhiera a sus indicaciones, toda vez que lo que se busca con su aplicación es mejorar la calidad del aire que respiran todos quienes habitan en la Intercomuna.
Con el Domingo de Ramos, damos inicio a una nueva Semana Santa. Este año volverá a tener su dimensión tradicional, una vez superada más o menos la pandemia. Por eso es muy importante que la celebremos con intensidad, pues se trata de la pasión y resurrección de Jesús.
En esta celebración hay un doble sentimiento siempre, muchos las esperamos con ansias porque nos permiten acompañar a Cristo en su pasión y muerte y nos fortalece en nuestra esperanza, pues el triunfo de Cristo sobre la muerte es también nuestra victoria. La resurrección de Cristo nos anima en nuestro calvario, porque sabemos que después de este valle de lágrimas, si estamos unidos a Jesús, también participaremos de su resurrección.
Pero hay un segundo grupo, aquel que se desespera porque llegue pronto la Semana Santa, porque tendrán unas pequeñas vacaciones, y son aquellos que se van a las playas, a los diferentes lugares turísticos, hacen fiestas, se emborrachan, participan de eventos sociales… son aquellos a los que la muerte y resurrección de Cristo les da igual, y el Viernes Santo prefieren estar en una playa, o unas termas y no en el calvario; son aquellos que el Domingo de Pascua están tristes porque se acabaron las vacaciones. Y vale la pena aclarar que hay un tercer grupo, aquel que combina a los dos anteriores: participa de algunas celebraciones religiosas, y tal vez asiste al Vía Crucis, pero el sábado amanece haciendo turismo; participan de la muerte de Cristo, pero no de su Resurrección.
Y ese contraste se refleja perfectamente ahora en los dos escenarios que leemos del Santo Evangelio de San Mateo (21,1-11). Primero el relato de la entrada triunfante de Cristo a Jerusalén, donde es reconocido como Mesías «Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea», aclamado y vitoreado por una gran multitud que extendía sus mantos y con ramas de árboles alfombrando el camino por donde iba a pasar Jesús, al tiempo que gritaban jubilosos «¡viva el hijo de David!».
Pero luego viene el segundo relato, (Mt 26, 3-5.14-27) el que nos describe la Pasión de Cristo, comenzando por la negociación de Judas con los sumos sacerdotes, hasta su muerte en el calvario y su sepultura. Dos escenarios en un mismo día, que le dan un sabor agridulce a nuestra celebración. Un contraste chocante, pero que pinta realmente el contraste mismo con el que no pocos vivimos nuestro cristianismo.
Celebremos la Semana Santa con una fe que nos impulse a identificarnos con Jesús, solidario con todos los que están cansados de sufrir injusticia y la violencia. Aclamemos no sólo como "el que viene en el nombre del Señor", sino también como el que tiene este mismo título -el de Señor- por haber entregado su vida para salvarnos a todos y hacer de nosotros hijos e hijas de Dios. Y, en consecuencia, renovemos nuestro compromiso de vivir de acuerdo con su mandamiento del amor, significado en la santa cruz, cuyo cumplimiento es el único camino para lograr la reconciliación y la paz en esta vida, y la felicidad eterna en la venidera.
Pbro. Juan Andrés Basly Erices,
administrador diocesano