Es interesante analizar lo ocurrido con el cambio tecnológico y otros de gran impacto en nuestra sociedad. Como lo escribe Fernando Besser, un compañero de colegio y de ingeniería en la Universidad de Concepción. "Entramos a la universidad en 1972, a ingeniería, con regla de cálculo y tabla trigonométrica. En tercer año pude tener una calculadora, con pequeños led rojos que sumaba, restaba, multiplicaba dividía; tenía raíz cuadrada y una memoria, esas de solera que venden en la calle a $1.000 (1 US$)".
Continúa Fernando con su relato: "el celular de uso común actual debe ser mil veces más poderoso (o más) que el gran computador IBM al que ingresábamos tarjetas perforadas en 1974 en la UdeC. En el interín los autos cambiaron de 5 (km/lt) a 15 (km/lt) porque se acabaron los carburadores y distribuidores, entre otros. La luz de bombilla que quemaba los dedos pasó a las ampolletas de cola de chancho que gastaban un 10% y luego a las led que gastan un 10% de las fluorescentes; o sea al 1%… Sorprendente".
El 2000, según Besser, "fue el culmen de 3 tsunamis; uno tecnológico (digital desde analógico); uno ecológico (energía) y uno colaborativo (trabajo en equipo y sinérgico) que cierra un largo período competitivo. Hasta el 2000 se sostuvo que todos estos procesos eran asintóticos (aceleración permanente). Si así fuera terminaríamos fatalmente en una erupción piroplástica que es cuando la columna de cenizas colapsa sobre sí misma; o sea la tecnología colapsa sobre sí misma, la energía y la colaboración. Todo eso está equivocado y es imposible. Por lo tanto, los cambios no son asintóticos, sino una curva Gauss".
Si la cúspide fue el 2000 y el proceso (que empezó en la revolución industrial) se aceleró en 1960 y creció hasta el 2000, como lo expresa Besser, éste "decrecerá igual hasta el 2040 y seguirá hasta 2150 (simetría inicio revolución industrial). La buena noticia es que ya estamos en 2023 y sólo faltan 17 años bravos, cada vez más calmos, si somos capaces de darnos cuenta de los cambios (lo que es muy difícil porque no nos vemos, salvo en el espejo y al revés, sino que porque tenemos pánico al cambio, al abandono y a que no nos quieran). Para allá vamos y mientras mejor adivinemos el futuro: más fácil".
El cree que al 2040 todo va a ser más colaborativo porque la sinergía es sorprendente e inmensa. Sufrimos nuestros problemas que son dramáticamente emocionales e intensamente intencionales; "si no despiertan mi emoción (ira, miedo, alegría, tristeza, sorpresa y asco) no me vinculan y para mí no existen, no participan. Si no deciden mi intención no me involucran."
La vida, en este ciclo nunca ha estado en riesgo; lo que puede estar en duda son los humanos con estas tres olas. "Podemos morir ahogados en la basura o el humo, podemos morir sustituidos o despreciados por la tecnología, podemos morir en la competencia invasiva de una guerra atómica" y nada de eso cree que va a pasar.
La población (y el mercado) seguirá creciendo, pero no a la tasa histórica de 3-10%, sino que a tasas de 0,3 a 1,0%; lo que seguirá con "crecimiento" cada vez menor hasta que empiece a decrecer. Algunos creen que se llegará a un poco más de 9.000 millones de habitantes con enormes cambios en los muy ricos y los muy pobres. Las migraciones, según Besser son un anticipo global.
Para Fernando, nosotros no veremos el fin de la humanidad, menos el fin del mundo; nuestro riesgo está ahí, en la profecía autocumplida, la pérdida de la esperanza que es nuestra fuente vital; finalmente nos recomienda que "aprendamos a fluir… y aprovechemos de disfrutar".