Celebramos hoy la festividad de la Ascensión del Señor, es una verdad de nuestra fe muy importante y simbólica. Jesús es el espejo en el que se ve reflejado el destino de todo lo humano: El cielo es nuestra esperanza y el mundo nuestra responsabilidad. Porque la plenitud del cielo no se improvisa, nos comprometemos en la mejora de la tierra.
Condensamos en este encuentro el sentido evocador de la Ascensión del Señor, que pone luz en nuestro horizonte, empañado por El por la falta de fraternidad, pero también con aspiraciones y deseos de cielo, con la esperanza puesta en la luz del Señor Resucitado.
Jesús pasó por esta tierra responsablemente y dejando muy alta la condición humana. Su existencia es reconocida y aplaudida por cuantos quieren vivir honestamente. Pero si admiramos a Jesús no es para quedarnos de brazos cruzados, sino para estimular aún más nuestra pasión por el Evangelio. Dios nos ha concedido el regalo de Jesús para que crezca nuestra acción comprometida y liberadora.
La Ascensión de Jesús eleva hasta el culmen su resurrección. Es también, símbolo de la salvación en plenitud de todo lo humano.
La Ascensión de Jesús va acompañada de un aplauso por parte de Dios Padre: "Lo exaltó y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre"; le concedió el título de Señor y lo ha sentado a su derecha, para siempre, como ejemplo y medida de la existencia humana.
Para los que estamos en el camino de la vida, la Ascensión es admiración por Jesús; pero es también provocación a poner manos a la obra. Jesús nos pasa el testigo: "Id y haced discípulos de todos los pueblos". Y comenzó el despliegue evangelizador de la Iglesia. Y ahora nos toca a nosotros. Hoy, es nuestro hoy, porque es la hora de Dios en nuestra historia personal y comunitaria, no valen disculpas.
Evangelizar es una tarea que nos apremia; es lo nuclear y prioritario de la Iglesia, por todos y cada uno de sus miembros, porque vivimos para el Evangelio. Somos Iglesia en la medida que evangelizamos. Existimos como comunidad cristiana si nuestra tarea primordial es anunciar la Buena Noticia a todos. Aprovecho también de saludar a todos los catequistas de nuestra Diócesis que en el día de ayer celebraron su día. Estos hombres y mujeres, que han sentido el llamado de Dios y de su Iglesia a ser: discípulos y testigos de todos sus hermanos, a ellos mi gratitud y un gracias grande.
Como recoge la segunda lectura del domingo de la Ascensión del Señor, que el Padre del Señor nuestro Jesucristo nos dé "espíritu de sabiduría y revelación" para comprender la herencia que nos llega y la tarea que tenemos por delante. Jesús compromete su compañía en favor nuestro: "Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Aprovecho a invitarlos a seguir rezando esta semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Que el espíritu de unidad nos anime a ser verdaderos hermanos, como el Padre cielo así lo quiere, que "todos seamos uno" (Jn 17,21). Que tengan un bendecido Domingo con sus familias.