"La emoción es muy grande (…), sólo me queda dar las gracias"
Hace pocos días un maestro de la educación pública de Temuco recibió la sorpresa de su vida. Directivos, colegas, exalumnos, amigos y familiares lo condujeron en el más absoluto secreto hacia un acto homenaje por sus 37 años de trayectoria y para darle la noticia que, en adelante, el gimnasio del Liceo Pablo Neruda llevará su nombre en agradecimiento a su compromiso y entrega profesional y humana. Se trata del "profe" Szigethi, una leyenda de la docencia y del básquetbol regional que hoy comparte su historia de vida y la particular "pelea" que está dando contra un desafiante diagnóstico de salud.
Originario de Punta Arenas, pero temuquense de corazón, el profesor de educación física Jaime Szigethi Campos, literalmente, acaba de inscribir su nombre en la historia de la educación de Temuco. La comunidad educativa del Liceo Pablo Neruda le brindó un homenaje por su trayectoria y compromiso, y le dio su nombre al gimnasio del establecimiento en una ceremonia que reunió a diversas generaciones de alumnos, colegas y amigos.
Apenas unos días después de dicho reconocimiento, el homenajeado expresa su gratitud, comparte cómo ha sido ser profesor durante 37 años y, con generosidad y valentía, se refiere la enfermedad con la que lidia hoy y que lo tiene, momentáneamente, en una prolongada licencia médica, aunque jamás desconectado de la docencia y el deporte.
- Jaime, ha trabajado con 37 generaciones de estudiantes, ¿qué ha significado para usted ser profesor?
- En cierta medida, ser profesor es entregar al educando lo mejor que uno puede y tratar de que los alumnos reciban y también compartan, y ese compartir debe ser recíproco y agradable. Aquí no se trata de batallar contra alguien, porque la educación no es tanto de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón. Si yo entrego cariño a través de mi actividad voy a recibir cariño, y ese ha sido mi sello (…).
- Trabajar en un liceo es trabajar con adolescentes. ¿Son muy distintos los estudiantes de hoy respecto de los que recibió hace 37 años?
- Yo diría que son distintos y son iguales. Quizás vienen con situaciones distintas, pero siguen siendo en esencia estudiantes en formación. Hoy traen consigo temas que antes no manifestaban y tienes que ver cómo llegas a ellos hasta que derriben las barreras y te cuentan lo que les pasa o te pidan una opinión. Cuando logras eso tienes a alguien que te saludará de por vida, porque le diste una palabra que quizás le sirvió. La parte humana es muy agradable. En cada generación pasa lo mismo, siempre les digo: tienen que esforzarse más y no abandonar la sala de clases porque son capaces y muy capaces.
- La comunidad liceana acaba de darle una gran sorpresa. Secretamente, lo invitó a una ceremonia para bautizar con su nombre el gimnasio. ¿Cómo recibe este homenaje?
- Me engañaron como por 15 días para llegar a ese acto. Nunca supe lo que planeaban. Estaban todos coludidos: la dirección, mis colegas, mi familia y parte de la gente de la universidad. Ese día mi señora me pidió acompañarla a ella y a mi hija a ver un partido de hockey, y dije que sí. Al llegar nos recibió mi jefa, Nancy, y me dijo: acompáñame que te tengo que mostrar algo. En eso, entro al gimnasio y estaban todos, todos. Fue emocionante, primero, encontrarme con tanta gente, tantos alumnos de tantas generaciones, con sus padres, con la plana directiva, directores antiguos y colegas. Yo no sé si soy merecedor de tanto, pero me sorprendió mucho. La emoción fue muy grande. Las lágrimas fueron incontenibles. Ese día me acordé de mis hermanas y de mi profesor de educación física que ya no está, porque ellos fueron mis mentores, mis guías. Pensé que eso era todo, que jugaríamos un partido de básquetbol y ya, pero había más...
- Se reservaron la gran sorpresa para el final…
- Sí. Ese día había hasta compañeros de curso que entraron a la universidad conmigo en 1975, todos ellos hicieron un túnel humano y me llevaron hasta una esquina donde el director me dice: Jaime, a partir de ahora el gimnasio del liceo se va a llamar… y destapa una placa y veo mi nombre. ¿Qué decir? No tenía más palabras de gratitud.
- ¿Es verdad que un exalumno le dio un mensaje que se le grabó a fuego y que volvió a recordar ese día?
- Hace 20 años cuando teníamos práctica a las 8 de la mañana en el gimnasio, un sábado, uno de mis exalumnos que es como un hermano hoy me dijo: sabes Pachi este gimnasio debería llevar tu nombre. En el homenaje me abrazó y me dijo: ¿te acuerdas? Fue un hecho anecdótico y premonitorio. Con todo esto puedo decir que me quieren tal como soy.
- ¿Esto fue una inyección de energía?
- Sí. Esto me proporcionó una energía que había perdido. Yo venía de terminar un tratamiento médico y estaba en espera de un segundo. Estaba un poco decaído. Además, justo mi perro, mi fiel compañero y confidente con el que paseaba diario se me fue, así que me sentía estaba caminando solo cuando llega esta grata sorpresa.
- Profe, respecto de esto último, ¿con qué está lidiando?
- Estoy lidiando con un cáncer súper agresivo que se llama urotelial (…). Lamentablemente el primer médico que me vio en Santiago dijo que me quedaba entre 1 y 2 años de vida. Con esa noticia se desmayó mi señora y yo por dentro dije: qué se ha creído este tipo, que no voy a luchar. Entonces, encontré un nuevo centro de estudios que se llama Bradford Hill, el cual suministra nuevas drogas, y a la misma pregunta me respondieron: no te podemos decir, nadie puede decirlo, va a depender del tratamiento y de ti. Ahí cambió mi vida. Dije: aquí hay lucha, habrá que poner el brazo mil veces, se caerá el pelo, pero estoy dispuesto a pelear.
-¿Hace cuánto fue esto?
- Hace casi dos años y medio. Y cuando mis exalumnos supieron, especialmente uno de ellos, Álex, un tremendo jugador y tremenda persona me dijo: profe, usted no puede dejar de luchar porque usted nos enseño a luchar, nos ha dicho que si queremos que lograr algo en la vida debemos luchar; ahora le toca a usted. Y cómo son las cosas de la vida, la sub enfermera jefa de este centro es su prima.
- Pensando en otras personas están o podrían pasar por una situación como la que usted enfrenta, ¿qué podría decirles?
- Primero es bueno compartir que lo que hago. Yo respeto el tratamiento, trato de mantener una buena alimentación, hacer actividad física con supervisión médica y tengo fe en las personas que luchan conmigo. Honestamente, el diagnóstico es fuerte, pero depende mucho de ti y de encontrar el lugar donde mejor te traten. Yo dejé atrás una famosa fundación en la que no me sentí bien tratado y llegué a un centro de investigación que me ofreció otro trato. Lo que digo es no conformarse, buscar distintas opciones y ver en cuál se siente más a gusto y da mejores resultados (…). Yo puse toda mi energía en el tratamiento que estoy recibiendo. Sé que he tenido un diagnóstico adverso, pero mientras eso no ocurra voy a luchar, no me voy entregar.
"Yo puse toda mi energía en el tratamiento que estoy recibiendo. Sé que he tenido un diagnóstico adverso, pero mientras eso no ocurra voy a luchar, no me voy entregar".