Correo
Efecto Bukele
La seguridad ha sido un anhelo de la sociedad desde tiempos inmemoriales. Los contractualistas son una materialización de este anhelo junto a Thomas Hobbes, John Locke y Jean Jacques Rousseau en donde planteaban un "contrato social" en el cual el pueblo cede su soberanía a un ente superior llamado "Estado" el cual concentra el monopolio de la fuerza y su principal razón de ser es otorgar seguridad tanto interna como externa a aquel pueblo.
Por ende, cuando el Estado no cumple con su obligación principal, la cual es la seguridad, dicho incumplimiento es nicho del surgimiento de potenciales populistas y lideres con rasgos autoritarios los cuales, con un discurso de una seguridad potente, otorgan una "mano dura en contra de la delincuencia", el cual la ciudadanía por su anhelo natural de seguridad acepta a líderes no democráticos para tener una sensación de seguridad.
Esto es un símil de lo que sucede en el Salvador, un país sumergido por la delincuencia en la mano de los "maras" y dentro de esto surge un líder que cumplió con las expectativas de seguridad que quería el pueblo salvadoreño y reflejo de esto es el 91% de popularidad que tiene Bukele y el anhelo del pueblo de que este siga en el poder un periodo más, aun cuando esto esté totalmente prohibido por la Constitución salvadoreña. Un líder en el cual se genera este paradigma de dictador "bonachón" por cumplir con la seguridad para la ciudadanía, pero aunque un líder político sea muy popular dentro de una sociedad si este atenta en contra de la Constitución o las leyes y afecta el Estado de derecho imperante, aquel líder es un peligro más que un beneficio para la democracia y el pueblo. Este mismo fenómeno llegó a nuestro país, en el cual cada vez es más frecuente escuchar en las calles el querer un Bukele para Chile, según la última encuesta Cadem plantea que el 71% de los chilenos apoyan al jefe de gobierno salvadoreño, es por ello este síntoma es importante tenerlo en consideración para las siguientes elecciones presidenciales.
La reflexión del caso de El Salvador nos demuestra la debilidad de las instituciones de un Estado, Constitución y hasta el mismo Estado de Derecho de un país cuando la clase política de un país incumple con la obligación principal del Estado el cual es otorgar seguridad interna y externa de un país, la ciudadanía está dispuesto hasta de quebrantar la misma democracia y todo un ordenamiento jurídico para satisfacer la anhelada seguridad.
Felipe Jara S.
Propaganda
Los jueces hablan por sus fallos. Los terroristas, por sus actos. Pero recientemente hemos visto que los terroristas también pretenden hablar por lienzos que dejan en los lugares donde hacen sus atentados y tropelías, los que lamentablemente algunos canales de televisión han mostrado.
No es razonable que tales individuos reciban propaganda gratis como consecuencia de sus acciones delictuales. ¿Será necesaria una ley para prohibir a los medios ser caja de resonancia de mensajes terroristas o bastará con el sentido común?
José Luis Hernández Vidal
Fiesta Drag en Concón
En los últimos tiempos la decidida agenda de los grupos de diversidad sexual en el país -Drag Queen (drags) entre ellos- está empujando a nuestra sociedad construida sobre valores cristianos a actuar en su defensa. Lecturas de historias y entretenimiento a niños de seis o menos años en bibliotecas, colegios o espacios públicos -como los facilitados por la Municipalidad de Concón recientemente- por drags, son absolutamente inaceptables dentro de la cultura chilena, de la cual estamos orgullosos.
La mayoría de los padres, aún si les es difícil manifestarse públicamente, tienen una sensación instintiva que los hace desconfiar de hombres adultos vestidos grotescamente de mujer, conversando y/o exponiendo temas sexuales a sus niños. Los drags pueden parecer cómicos e interesantes para las mentes jóvenes, pero en verdad transmiten un mensaje peligrosamente serio: destrucción de la relación heterosexual, modificación de la sexualidad de los niños e invasión sin retorno de la vida familiar íntima. Además de insultar la figura materna que siempre hemos venerado desde niños.
Gustavo M. Astorquiza