Cor, cordis
Empleemos las palabras, no sólo cerciorándonos de la oportunidad de su uso, no sólo de si la forma es adecuada, si no de conocer en plenitud su significado. No es malo recurrir a un diccionario.
"Sé que me fui de tu mente,... pero no de tu corazón..." Así se expresaba recientemente un buen amigo, del sentimiento que le embarga, al percibir que su amada de casi medio siglo, en un temprano padecer, da signos de menor permanencia o compañía física.
Traigo a la memoria las expresiones latinas del título, desde las mismísimas clases de latín. No pocas veces, en realidad, muchas veces, más de las que reconocemos, al emplear la lengua española, hablarla o escribirla, hacemos cruce de datos, de información, con la lengua latina, cuna del español, y de otras tantas lenguas neolatinas.
Esta vez, como en otras tantas, relaciono cor, cordis, del latín, con la palabra corazón, del español, ya sea el órgano, ya sea ánimo, temple, valor o buena voluntad, así como en el caso de estas, un sinnúmero de palabras de uso frecuente en español deriva en unas tantas otras, con variadas acepciones de significado, según texto y contexto.
Y si las palabras enunciadas en el título las traigo a la memoria, es que las recuerdo. Y ahí mismo comienza este bailoteo. Recordar es, literalmente, volver a traer a la memoria, a la mente, una emoción, un sentimiento, un episodio, un aprendizaje. Antes, antiguamente, se creía que el órgano encargado de hacernos pensar, sentir, recordar estaba situado en el corazón y no en el cerebro; en otras palabras, se creía que la mente estaba relacionada con el corazón.
Así como recordar es derivado del latín cor, cordis, de igual manera lo son otras palabras del español, como los verbos acordar, concordar, y los sustantivos recuerdo, acuerdo, recordatorio, desacuerdo, cordialidad, cordura, y otros, también lo son los adjetivos cordial, cuerdo y la forma adverbial, cordialmente.
Advertidos ya de estas formas derivadas de cor, cordis, y de sus usos potenciales y recurrentes en español, deberíamos posesionarnos de su base equivalente en la lengua neolatina, corazón.
Así, cuando recurrimos a una forma de saludo, en la despedida, en un texto escrito, de modo inadvertido llegamos a lugares comunes, como "cordialmente" o "saludos cordiales". Y las usamos no más, sin cuestionarnos su forma, y lo que menos notamos es su significado.
Practiquemos. Si optamos por la expresión "un abrazo cordial", lo que decimos o queremos decir es, ni más ni menos, "vaya para ti, o usted, un abrazo desde el corazón, con el corazón, o de corazón a corazón". Si nos apropiamos del significado, tiene más valor un saludo como este, ¿no es cierto?
Otro ensayo. Si utilizamos la expresión adverbial "cordialmente", y lo ubicamos junto a un verbo, o con este ausente, lo que queremos señalar es que nuestro saludo es "de manera cordial, afectuosa".
Corolario. Empleemos las palabras, no solo cerciorándonos de la oportunidad de su uso, no solo de si la forma es adecuada, si no de conocer en plenitud su significado. No es malo recurrir a un diccionario.
¡Ah!, también hay algunas expresiones idiomáticas que traen en su raíz las expresiones latinas cor, cordis. Por ejemplo, "si mal no me acuerdo" que, más o menos, significa "si la memoria no me engaña". Está claro, no aparece literalmente la palabra corazón, pero sí la palabra mente o memoria, en este caso.
En fin, ya suena la campana. ¡Hasta la próxima clase!
¿Recordarán la clase de hoy?
Raúl Caamaño Matamala,
profesor Universidad Católica de Temuco