Más relacionado con los números que con las letras se encontraba en aquellos años el joven poeta Juan Manuel Fierro. Estudiante del Instituto Superior de Comercio, el actual decano de la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de La Frontera recuerda que aún allí había un importante movimiento intelectual y poético. "Por lo tanto también nos adscribimos al momento histórico que significaban estas Jornadas Nerudianas, en el contexto de la revolución en libertad que se estaba produciendo en Chile", apunta.

"Había, sin duda, una gran explosión política y cultural que alcanzaba a todas las ciudades del país, por lo tanto tener a Neruda en Temuco fue un gran acontecimiento, dado que el poeta había estado como candidato presidencial. Ahora, tenerlo como poeta en camino hacia su rol de embajador en Europa, era sin duda un gran acontecimiento cultural en Temuco", asegura Fierro, quien agrega que "recuerdo haber participado en muchas actividades que se programaron entonces, en donde se organizaban acciones de orden poético y reflexivo en torno a la literatura, con la participación de connotados personajes, jóvenes críticos de la literatura chilena y escritores. Aunque jamás tuvimos un contacto directo con Neruda, sólo verlo de cerca para nosotros fue un festín cultural y poético al participar de ese momento histórico".

Fue en el desaparecido Hotel Aitué de Temuco, donde Pablo Neruda organizó un almuerzo de agradecimiento a los organizadores, al que asistieron pocas personas pues las Jornadas Nerudianas recién comenzaban.

El fotógrafo Jorge Aravena, acompañante de Neruda en todos sus viajes por el país, recuerda aquel momento en que el poeta con su esposa Matilde se despedía para regresar al norte. "La reunión fue en el último piso del hotel cuyo techo estaba, sin duda, cubierto con tejas de latón. Entonces se puso a llover… y llovía. Estábamos a punto de brindar con vino blanco que el mismo poeta había seleccionado, como ese menú con sabrosos pescados que olían a paraíso, cuando la lluvia interrumpió el ¡salud, compañeros! Allí quedamos todos con la copa helada en las manos porque era como si se estuviera cayendo el techo".

"El poeta miró hacia arriba y se puso a murmurar con su voz cansina: llueve… llueve… llueve… Yo miré mi reloj, condición habitual cuando Neruda hablaba o recitaba. Estuvo con esa palabra, llueve… llueve… llueve… durante diez minutos".

"El vino se nos entibió. Teillier lo dejó sobre la mesa y los demás, incluso yo, lo mantuvimos en la mano calentándose aún más".

Hoy, Jorge Aravena Llanca, radicado en Alemania, recuerda muchos momentos vividos junto al poeta, pero principalmente esta visita a Temuco, la última antes de viajar a París para recibir el Premio Nobel de Literatura en 1971.

Recientemente de visita en la Ufro, el poeta Carlos Alberto Trujillo recordó haber estado presente en este gran acontecimiento. "Para mí, esas Jornadas Nerudianas fueron un descubrimiento y una iluminación. Era 1970, tenía 20 años y nunca había visto a un escritor, de modo que para mí fue un estremecimiento mayor el hecho de que no había uno, sino un montón de escritores, entre ellos Jorge Teillier, pero la figura de Neruda era tan brillante que cuando años después recordaba estas jornadas, concluí que no vi nunca a Teillier, sólo vi a Neruda. Después con Jorge fuimos muy amigos".

"Esa vez conocí a Juvencio Valle, a Jaime Concha, a Luis Iñigo Madrigal. Asistí a todos los recitales de Neruda y nunca pasé más adelante de la segunda fila".

"En uno de ellos alguien le pidió que leyera ¿Dónde estará la Guillermina?. No, respondió. Pero podría hablarnos de la Guillermina, insistió la voz… entonces Neruda dijo: No, Guillermina tendrá hijos y nietos y yo no puedo estar en este momento hablando de una chiquilla que quise mucho. Pero, sí, voy a leer el poema… Maravilloso…!"

"Neruda siempre fue Neruda. Era como una estrella de rock, atraía a las masas, por lo que aquella vez la sala se llenó de gente que quería verlo. Creo que fue un enorme logro que consiguió la Universidad de Chile, y los que éramos estudiantes recibimos el encanto de la poesía leída por el poeta".

Del recordado poeta imperialino, Omar Lara, fallecido en 2021, rescatamos sus impresiones de esta inolvidable última visita a Temuco de quien al año siguiente recibiría el Premio Nobel de Literatura.

"Las legendarias Jornadas Nerudianas de 1970, miradas desde hoy me parecen un ejercicio de democratización de la poesía, como pocos se han desarrollado en el país. La poesía está en las cosas, nos decía Neruda, y es cuestión de escuchar, aprender y decir las cosas".

"La motivación de esas jornadas tienen que ver con la reiteración de la poesía como un ejercicio profundamente ligado al destino de un pueblo, de su gente, de sus esperanzas y sus formas de ganarlas y pelearlas. El poeta es un ganador, así como lo entendemos, pero es también, primeramente, un ciudadano, un hombre de su tiempo, de su historia y de su geografía. La palabra es bella, pero también es peligrosa, no de otro modo se entiende la persecución de los que la usan. Es cosa de recordar los libros quemándose, los poetas encarcelados, torturados y asesinados".

"Para todos los que éramos los jóvenes poetas chilenos del sur, el impacto de estas jornadas fue decisivo. No sólo escuchamos y compartimos con los poetas invitados, también pudimos decir lo nuestro y escuchar a los estudiantes de liceos, a los pobladores, campesinos que se sentían parte de un proceso mayor en la historia del continente americano.

"Reitero, yo veo estas Jornadas como una experiencia de dignidad y esperanza de la palabra…".