Estos días hemos sido consternados por la situación de quienes lo han perdido todo, y no lo digo tan solamente por quienes perdieron sus bienes materiales, sino también por quienes literalmente perdieron a sus seres queridos en estas tragedias que nos ha sacudido como país. Cómo quisiera poder advertirles a todos que verdaderamente existe una forma real de vivir eternamente y que por medio de ésta, en los años que Dios nos conceda de vida en esta tierra podemos abrazar esta esperanza viva nosotros y nuestras familias futuras si lo desean.
Recuerdo un día, viernes por la tarde, en el centro de la capital, vi a una anciana con la cual tuvimos una pequeña charla. Me habló de varios problemas familiares que ella tenía, era de una muy buena situación económica, pero su relación con sus hijos estaba deteriorada. Después de escucharla un buen tiempo, le dije al despedirme: "Yo deseo que usted viva siempre", ella me dice; perdón, ¿por qué me dijo eso?, yo le dije porque eso quiero para usted, a pesar de lo que me ha contado y de su dolor. Ella me dijo, pero no es posible, yo ya tengo una edad muy avanzada. Le respondí: verdaderamente es posible que usted viva siempre, porque Cristo ya resolvió en la cruz del calvario ese problema.
En los siguientes minutos ella reconoció llorando, la necesidad de Dios en su vida, y aceptó a Cristo como su Señor y salvador personal. Y por lo que dice la palabra, desde ese momento comienza la obra de Cristo en su vida, quien por cierto la perfeccionará hasta la consumación de su plan eterno de amor (Filipenses 1:6).
Estimado lector, esta es la verdad más gloriosa que puede cambiar su historia para siempre. Antes de partir de esta tierra, haga esta oración y por lo que dice la escritura, su nombre quedará escrito en el libro de la vida, de donde jamás será borrado. Dígale: "Señor Jesús, reconozco mi necesidad de ti, todos mis pecados tú los conoces, por ellos te pido perdón, mi vida tú también la conoces, y no quiero seguirla viviendo lejos de ti, necesito tu perdón y tu salvación, humildemente te pido, apelando a tu misericordia, que inscribas mi nombre en tu libro santo, para poder estar eternamente junto a ti, porque, el día de hoy te reconozco como mi señor y mi salvador personal y quiero desde este día ser tu amado hijo (a), te lo pido en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo, amén". (Juan 1:12) Si usted hizo esta oración, es el primer paso, para que comience a vivir esta nueva vida que Dios le da (2 Corintios 5:17), y esta es eterna, porque deseo que también usted, que está leyendo, viva para siempre.
Pastor prebístero Pablo Pinto Salamanca,
Consejo Regional de Pastores Evangélicos
de La Araucanía