De acuerdo a estimaciones del Banco Mundial, Chile produce poco más de 17 millones de toneladas de desechos al año, y de éstas, 7,4 millones de toneladas se generan en los hogares, lo que hace que nuestro país sea el segundo en América Latina en producir más basura per cápita, ya que en promedio cada persona genera 1,1 kilo de residuos al día, de los que solo el 10 por ciento va a reciclaje.

Sin embargo, ha habido avances en la materia y ya en el año 2020 el 40 por ciento de los chilenos señalaba que reciclaba, mostrando un mayor interés por esta práctica, toda vez que en el año 2016 este porcentaje bordeaba el 20 por ciento.

La mayor cantidad de puntos de reciclaje se debe al interés que existe por dar una buena disposición a los desechos susceptibles de ser reaprovechados, lo que ha llevado a que una importante cantidad de residuos no llegue a los rellenos sanitarios, entre los que se hallan metales, vidrios o cartones. No obstante, la ciudadanía ha expresado sus críticas por cuanto el retiro de estos desechos desde las campanas de acopio no es en ocasiones oportuno.

Ahora bien, a pesar de los importantes logros alcanzados en esta materia, lo cierto es que aún queda mucho por avanzar, por ejemplo hacia un modelo donde sean los mismos vecinos quienes hagan la separación de los residuos y los camiones recolectores realicen un eficiente aprovechamiento de ellos, en forma segmentada, para que no lleguen a los vertederos de basura.

Sin embargo, la meta ideal de este camino debiera apuntar sus esfuerzos a un modelo donde las familias produzcan menos desechos domiciliarios.

Entre los desafíos más importantes a los cuales nos enfrentamos hoy en el ámbito de la producción de alimentos corresponde, por una parte, al aumento de los niveles de productividad ante una creciente demanda y, por otro lado, mejorar los niveles de eficiencia en el uso de los distintos recursos productivos con adaptación a los nuevos patrones de comportamiento climático, escasez hídrica, prácticas agronómicas que contribuyan positivamente a mejorar y mantener nuestra sustentabilidad medioambiental, promoviendo con ello, entre otros, a viabilizar un desarrollo económico productivo equitativo, territorial que permita mejorar los grados de cohesión social tanto urbano como rural.

En este contexto, como institución, estamos convencidos que sólo el trabajo colaborativo entre sector privado, académico, público y sociedad civil; generará los productos que nos permitan otorgar un desarrollo económico-ambiental y social viable.

Sumado a lo anterior, se hace imperativo el fortalecer nuestro sistema alimentario que asegure el acceso a los alimentos nutritivos e inocuos, implementando acciones que permitan disminuir las amenazas asociadas. Lo anterior, directamente relacionado al eje estratégico de seguridad y soberanía alimentaria.

Potenciar en La Araucanía un enfoque de agricultura sostenible, con equidad de género y territorio, en donde se optimicen los procesos de gestión y producción, es una tarea de todos, recordando hacer un uso más consciente e inteligente del suelo, agua y de los recursos naturales que son limitados.

Contribuyendo a este desafío, como Corfo hemos estado trabajando en formación de capital humano a través de la ejecución de diplomados tales como en el segundo programa de riego avanzado, en producción y manejo integrado hortícola con énfasis en buenas prácticas agrícolas, formación en gastronomía con identidad en los destinos turísticos: Araucanía Costera, Nahuelbuta, Araucanía Lacustre y Centro, en proyectos de inversión estratégicos como el programa tecnológico para el uso y adopción de hidrógeno que Comasa H2V se adjudicó: desarrollo y producción de fertilizantes a base de hidrógeno verde, captura de dióxido de carbono (CO2) y bio-ceniza, apoyo a emprendimientos de innovación tales como elaboración de vodka de papa de descarte, e innova región de pilotaje y validación de proceso termoquímico para la elaboración de pinturas a partir de aceite usado fritura, entre otros.

Eduardo Figueroa Goycolea,

director Corfo Araucanía