Estado "permanente" de negación
En los últimos meses hemos sido testigo como diversos parlamentarios de La Araucanía han abogado por los supuestos beneficios que habría traído el Estado de Excepción "permanente" que se vive en la Región. Además, han presentado una lista de políticas y leyes que, a su juicio, ayudarían a resolver el problema. No obstante, lo que hacen es profundizar la negación de las causas del conflicto chileno-mapuche y lo reducen a meras cuestiones de seguridad.
A estas alturas, ya no sorprende que no se pronuncien sobre las demandas mapuches, propuestas para la reconciliación o como avanzar en la construcción de la paz. Parecen olvidar que la paz no se recupera; se construye con la participación de todas los actores involucrados en el conflicto.
Este estado "permanente" de negación de las causas del conflicto es precisamente lo que nos ha llevado a la escalada actual de la violencia. No es solo responsabilidad del Poder Ejecutivo; tanto el Poder Legislativo como el Poder Judicial han ignorado el respeto y la protección efectiva de los derechos humanos de los Pueblos Indígenas y de todas las personas que han sufrido la negligencia de los políticos de turno. Esto por generaciones.
Las políticas con una visión unidireccional que se enfocan sólo en la militarización y criminalización de las demandas indígenas son como una mano que presiona una pelota bajo el agua: tarde o temprano, volverá a salir a flote. Y cuando esto ocurra, probablemente volverán a culpar a los mapuche, cuando en realidad la escala de los conflictos también es responsabilidad de quienes han tomado malas decisiones: los parlamentarios regionales, que no han sido capaces de presentar propuestas integrales para resolver las causas del conflicto, y también de los políticos santiaguinos, que están llenos de propuestas pero carecen de un entendimiento real de la conflictividad que nos afecta.
La demagogia de los halcones es el verdadero cáncer que ha impedido la construcción de la paz. Mientras más militares traigan a La Araucanía, más enfrentamientos existirán, y mientras más atentados realicen las ORT, más policías y militares llegarán. Basta de ese bucle infinito que solo nos conduce a romper todos los puentes y alejarnos de la gran ruka que una vez nos prometieron los padres de la patria chilena, los primeros y genuinos republicanos, quienes creían que podían convivir mapuche y chilenos.
Venancio Coñuepan, abogado, experto en Pueblos Indígenas, DD.HH y Cooperación Internacional
¿Me estaré poniendo viejo?
Desde hace ya unos años vengo pensando -con preocupación- que todo tiempo pasado fue mejor.
No sé si es porque me estoy poniendo viejo o porque en este tiempo los bomberos incendian, en lugar de apagar; los rectores y decanos alojan, en lugar de desalojar; los carabineros roban y extorsionan, en lugar de cuidar, etcétera, etcétera.
Rodrigo Hernando Díaz
El gobierno de la IA sin gobernanza
Detectar el cáncer de piel mediante el análisis de millones de imágenes en segundos era imposible para la labor humana. Hoy con la inteligencia artificial (IA) eso es posible para iniciar el tratamiento a tiempo. Sin embargo, la IA enfrenta constantes dilemas éticos en cuanto a su uso y cómo impactará en las personas negativamente.
Lo cierto es que, se trata de una herramienta que en sí misma no reviste ningún riesgo, sin embargo, su uso e implicancia en las personas requiere un modelo de gobernanza urgente.
¿Quién se hace responsable de los efectos negativos de la IA y sus algoritmos? ¿Adónde llega la frontera de lo digital? El problema, entonces, no es usarla, sino asegurar el bien y el beneficio hacia las personas.
La IA no asegura igualdad de oportunidades, precisamente porque está hecha por humanos. Y estos tienen sesgos. Por eso, más que un desarrollo de la IA ética, hay que avanzar hacia una conciencia digital sustentada en instituciones, sistemas y Estados que regulen los modelos y herramientas. La IA debe tener gobernanza, donde la penalización por un mal uso sea garantía de una sociedad en armonía con las tecnologías.
Claudio Ortiz Welsch