Sabemos de qué estamos en tiempos muy importantes en nuestro país, en donde muy prontamente se realizarán votaciones a través de las cuales tendremos que dirimir quiénes serán los que tendrán la oportunidad para aplicar conceptos como lo son la justicia, la verdad y la rectitud desde los espacios que hoy a consecuencia de nuestra democracia disfrutamos. Por tanto, es mi deseo que cada uno de nosotros podamos considerar cuál es finalmente nuestro anhelo mayor, si acaso es sólo pensar en nuestras propias necesidades o si de una vez por todas daremos la batalla para que en todo nuestro país podamos ver un nuevo amanecer.
Por cierto, esto es imposible lejos de Dios y es por ello que hago un llamado a quienes ostentan estos cargos de honor, para que reflexionen sobre la grandeza misma de tales responsabilidades o asignaciones y que desde una mirada diferente puedan llenar sus propios corazones con la riqueza divina expresada en el texto sagrado, pues de esta forma podrán en sus intervenciones, planteamientos y determinaciones, honrar a Dios y honrar a quienes sirven y los eligieron, ennobleciendo sus propias historias personales, siendo verdaderos y auténticos.
En mi afán, no estoy desconociendo la miserable situación en la que nos encontramos, moral y éticamente. La corrupción se ha hecho camino amplio en todas nuestras grandes instituciones, sin pasar por alto la más grande de nuestro país, que tal como lo dijo la defensa del Sr. Hermosilla: "Ellos mismos tienen tejado de vidrio", así que, nuestra humilde opinión va en la dirección de pedir que se ocupen mejor de la delincuencia y la violencia desatada en nuestro país y ante estos hechos que desde Fiscalía se están resolviendo, pudieran guardar silencio. La iglesia evangélica, por principios bíblicos, jamás respaldará a quien vaya en la senda de la injusticia y de la mentira. Y si aún de nuestras mismas filas hubiera quien desee vivir bajo estándares inmorales y antiéticos, créanme que no tienen el respaldo ni de Dios, ni de su palabra.
Esta es la razón por la cual anhelamos que quienes nos gobiernen sean hombres verdaderos, genuinos y honestos. Entonces lo diremos con la fuerza de la palabra y de nuestra voz: quienes no estén dispuestos a sincronizar sus acciones con la sublime y gloriosa palabra de Dios, nunca podrán ser un hombre que gobierne bien, y este principio es absolutamente aplicable en la política, en la iglesia y en la casa. Entonces, si usted quiere ser un buen político, pastor o esposo, es absolutamente imposible sin antes haber tenido una experiencia con Dios.
Pastor presbítero Pablo Pinto Salamanca,
Consejo Regional de Pastores Evangélicos
de La Araucanía