Frases
"Hemos experimentado un aumento sostenido de las agresiones a funcionarios de salud en los últimos cinco años"
Andrés Cuyul,
"Vamos a viajar a Neuquén para fortalecer el turismo comercial"
Roberto Neira,
"Hemos experimentado un aumento sostenido de las agresiones a funcionarios de salud en los últimos cinco años"
Andrés Cuyul,
"Vamos a viajar a Neuquén para fortalecer el turismo comercial"
Roberto Neira,
La violencia escolar no es un fenómeno nuevo, pero se acentúa en forma progresiva. La mayoría de las 12.388 denuncias que recibió la Superintendencia de Educación, entre enero y septiembre de 2024 se refieren a peleas entre alumnos, hechos de connotación sexual y bullying. La cifra es 1,5% mayor al mismo período de 2023.
Hasta hace unos años la violencia escolar se manifestaba en ataques de palabra, sobrenombres, publicaciones ofensivas en las redes sociales, entre otras, pero ahora son frecuentes las informaciones que dan cuenta de que niños y jóvenes llevan armas blancas o de fuego a los establecimientos, para atacar a sus compañeros.
La agresión escolar es una situació dolorosa para los niños y sus familias, considerando que los menores muchas veces sufren en silencio el ataque. Lo más probable es que esto comience con colocar un sobrenombre, para pasar a las bromas mal intencionadas, mofarse de un compañero por diversos motivos, hasta llegar al acoso constante y a las agresiones físicas. En los últimos años también se ha pasado al ataque a través de las redes sociales.
El acoso es intimidación, persecución y agresión que sufren algunos escolares de parte de sus compañeros. La violencia en la escuela es el reflejo de la sociedad. Se tiende a mirar el colegio como un mundo aparte, como si estuviera al margen de la comunidad, pero hay un entorno que hoy es más violento, en la casa, en el barrio, en las calles, y esto se refleja también en las escuelas. Los padres son los primeros responsables de la conducta de sus hijos y por lo tanto deben controlar que no lleven armas a los establecimientos. Es evidentemente un tema que requiere conversaciones familiares, ahora que termina el período escolar. La solución parte en el hogar. La participación del grupo familiar, de los profesores, y de los mismos jóvenes es clave para lograr que mejore la convivencia al interior de las salas de clases.
Queridos hermanos, este domingo de Adviento en que nos preparamos espiritualmente para la llegada de Jesús, el Evangelio narrado por San Lucas (3, 10-18), nos invita a reflexionar sobre acontecimientos de la realidad, interpelándonos al mismo tiempo para ser promotores de esperanza concreta, sobre todo, a quienes dirigen o construyen destinos para nuestra sociedad, compuesta por tantas personas cansados de espera. La interpelación es para reconstruir una comunidad de hermanos y hermanas, con valores solidarios, fraternos y de servicio, que como proyecto social y político, busque alcanzar la igualdad y equidad entre las personas. El evangelista nos muestra en claves los problemas sociales que las comunidades vivían en esos tiempos. La pregunta que dirigen a Juan Bautista, tanto personas comunes, como representantes de estamentos públicos, en este caso, cobradores de impuestos y soldados, constituyen un rápido diagnóstico sobre problemas comunes, así como la búsqueda de la misión de cada uno respecto de los demás. "¿Qué debemos hacer?". La respuesta, orientando el camino a seguir, que no es individual ni singular, sino en función de los otros, representa y abre una esperanza concreta, de acuerdo al rol que cada uno tiene en la sociedad. A cada uno le responde pidiéndoles anular una inconsecuencia humana: sólo actuar para sí mismo, les pide romper con acciones que, gestadas desde y por el poder provocan desigualdades e injusticias: «Comparte con el que no tiene,... no exijan más de lo establecido,... A nadie extorsionen ni denuncien falsamente denuncias, y conténtense con su sueldo» (cfr. Lc 3, 11 - 14). ¡Cuántas de estas inconsecuencias hemos escuchado casi a diario en nuestra región y país!
Al acercarnos al término de un año planetariamente convulsionado, les propongo que hagamos un pacto: ¡Recuperemos la esperanza con acciones sólidas y concretas, que reduzcan las brechas de desigualdad social, económica y de justicia!, que fomenten la solidaridad y la fraternidad, "haciéndonos cargo de los otros", según el rol o función social y política, que a cada uno le compete. Renovemos confianza una vez más en el foco del quehacer de las autoridades locales y regionales que acaban de asumir; en los parlamentarios, que deben discernir y aprobar con más premura leyes justas para quienes sufren precariedades y vulneraciones en distintas etapas de sus vidas; que ello sea el resultado del compromiso universal por el otro, no un botín en juego, que dilata su aprobación por intereses mezquinos. Las leyes y acciones en el ámbito tanto público como privado, son proyectos de esperanza para la comunidad. Por eso, en nuestra intimidad de pensamiento, volvamos a preguntarnos: ¿Qué «debemos» hacer? la respuesta, con certeza nos conectará con los otros a quienes nos debemos. Entonces, ¡seamos constructores de esperanza en el lugar social en que estemos!, respondiendo a las necesidades de nuestro prójimo, que ha fijado sus esperanzas en quienes son sus representantes en los diferentes poderes del estado. ¡Es deber de todos, que Chile siga siendo un país culturalmente rico y lleno de Esperanza!
Hay una fuerte conexión entre el tiempo de, espera que significa el Adviento, tiempo previo a la Navidad, con el anhelo profundo de que el Reino de Cristo se realice en tantas formas y expresiones en atención a su venida definitiva. Jesucristo ilumina y ayuda los corazones y las mentes de quienes se dan cuenta, sueñan y trabajan por un mundo mejor. Él sabe y expresa las esperanzas profundas del ser humano. En definitiva, Él es nuestra esperanza.
Con afecto, y caminando hacia el Centenario de la Diócesis, les transmito el mismo saludo de San Pablo a los Filipenses: «Que la paz de Dios, que supera todo juicio, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús».
Mons. Jorge Concha Cayuqueo,
obispo Diócesis San José de Temuco